(Del 17 al 23 de septiembre 1871)
Ahogada en sangre la Comuna, algunos internacionalistas lograron refugiarse en Suiza, Bélgica, Inglaterra y España. La reacción francesa aprovechábase de aquella situación para intentar una acción internacional de represión en contra del movimiento obrero organizado. El ministro Francés, Jules Favre, enviaba una circular a las cancillerías incitando a la persecución de los comunalistas y a la represión de las secciones de la Internacional, declaradas fuera de la ley en varios países, entre ellos España y Francia. Un poco más tarde, es el Gobierno español el que se dirige igualmente a las cancillerías europeas pidiendo una acción conjunta contra la Internacional.
El grupo de Londres aumentó en gran número con la llegada de los elementos huidos de la Comuna, "pero éstos, lejos de fortalecer al Consejo –dice Mehring en su libro Carlos Marx--, lo que hacían eran perturbarle porque los fugitivos viéronse en seguida devorados por la estrella fatídica de todos los emigrados: las discordias intestinas…" Una parte de estos fugitivos constituyó una Sociedad que no fue admitida por el Consejo porque los estatutos por los que se regía estaban en pugna con los de la Internacional.
En España se refugiaron Pablo Lafargue, yerno de Carlos Marx y uno de los más fieles discípulos de su pensamiento político; Carlos Alerini, amigo y colaborador de Bakunin; Paul Brousse, "posibilista", y José Marquet. La llegada de Lafargue a España tuvo una importancia de primer orden para la Sección de la Internacional y para el socialismo español. "La presencia de este hombre fue decisiva para movimiento y la organización –dice Juan José Morato en su libro El Partido Socialista--; él fue el verdadero creador del Partido Socialista, porque de él partió el esfuerzo inicial…" En esa época, los puntales del socialismo español y del verdadero pensamiento de la Internacional eran Lafargue, José Mesa y Francisco Mora. Pablo Iglesias, con poco más de veinte años, acababa de incorporarse al movimiento internacionalista y a la lucha revolucionaria inspirada por las teorías del socialismo.
La presencia de Alerini, Brousse y Camille Camet, sobre todo la de los dos primeros, fue, por el contrario, un fortalecimiento para los aliancistas. Los tres, franceses, además de prestar una valiosa colaboración al anarquismo español, había constituido en Barcelona un Comité de propaganda revolucionaria socialista de la Francia meridional que proyectaba su acción sobre el Sur de Francia a través de su órgano Solidarité Révolutionnarie. Anselmo Lorenzo nos habla de Alerini en su libro El proletariado militante. "Entre Alerini y yo –dice—sólo había un punto de contacto: la buena fe. Simpatizamos pronto y profundamente, pero no pudimos entendernos; no sólo era él un apasionado, sino que, por añadidura, era un impulsivo y un impaciente; daba más importancia a la violencia que a la persuasión…"
La Internacional enfrentábase con una situación difícil como consecuencia de los acontecimientos derivados de la guerra franco-prusiana y de la acción conjugada de la burguesía contra el movimiento obrero. En esos momentos, los bakuninistas, con el aplauso de la prensa reaccionaria, arreciaban en su campaña contra el Consejo General. Las maniobras anarquistas desarrollábanse en Suiza bajo la dirección de James Guillaume; en Italia, bajo la del propio Bakunin y la de Malatesta, y en España, Alerini contaba con colaboradores incondicionales.
Las consecuencias políticas de la Comuna habían tenido una repercusión inmediata en el seno del Consejo General. Los dirigentes de las Trades-Union, Lucraft y Odger, miembros del Consejo, separábanse de éste por no estar de acuerdo con su llamamiento La guerra civil en Francia. Los elementos conservadores del trade-unionismo inglés no mostraban gran interés ni simpatía por las jornadas revolucionarias de la Comuna. Los actos revolucionarios estaban en pugna con sus maniobras por alcanzar dos puestos en el Parlamento, cosa que no tardaron en lograr. En los Estados Unidos de Norteamérica también habían prendido las maniobras divisionistas, existiendo dos organismos que se atribuían la representación y dirección de la Internacional, pero que sólo uno de ellos estaba realmente dentro de su disciplina y de sus principios.
Los bakuninistas seguían acusando al Consejo de no haber celebrado el Congreso en 1870; acusación formulada claramente de mala fe, puesto que no ignoraban que la guerra francoprusiana lo había impedido. Ante la imposibilidad de celebrar el Congreso en 1871, el Consejo General acordó celebrar una Conferencia Internacional privada, que fue convocada para los días 17 al 23 de septiembre de 1871 en Londres.
En la fecha señalada celebróse la Conferencia, asistiendo 23 delegados: 6 belgas, 2 suizos, un español y 13 miembros del Consejo General. Anselmo Lorenzo fue el delegado que representó al Consejo Federal español.
Desde el punto de vista político, la Conferencia de Londres fue una de las reuniones de más importancia. En ella quedó precisada la posición política de la Internacional y se plantearon problemas nuevos de una gran trascendencia pasa el futuro, como fueron los de la mujer y de los campesinos. Desgraciadamente, la Conferencia tuvo que ocuparse asimismo de las maniobras de los escisionistas para cerrarles el paso de una vez por todas.
La Conferencia felicitó al Consejo Federal español por el informe que presentó sobre la estructura de la organización. Anselmo Lorenzo, en sus impresiones, no recoge ninguno de los problemas fundamentales que fueron examinados en ella, limitándose a la anécdota. Nos cuenta su llegada a Londres y sus primeros contactos, en los siguientes términos:
Al cabo de poco rato paramos delante de una casa; llamó el cochero y presentóseme un anciano que, encuadrado en el marco de la puerta, recibiendo de frente la luz de un reverbero, parecía la figura venerable de un patriarca producía por la inspiración de eminente artista. Acérqueme con timidez y respeto, anunciándome como delegado de la Federación Regional Española de la Internacional, y aquel hombre me estrechó entre sus brazos, me besó en la frente, me dirigió palabras afectuosas en español y me hizo entrar. Era Carlos Marx…
Marx me acompañó al local del Consejo. A la puerta, junto con algunos consejeros, se hallaba Bastelica, el francés que presidió la primera sesión del Congreso de Barcelona, quien me recibió con las mayores demostraciones de aprecio y alegría y me presentó a los compañeros, algunos de nombre ya conocido en la historia de la Internacional, entre los que recuerdo a Eccarius, Young, Hales, Serrailler, Vaillant, emigrado de la Comuna de París. Marx presentomé a Engels, quien desde aquel momento se encargó de darme hospitalidad durante mi residencia en Londres…
Los resultados de la Conferencia han sido para Anselmo negativos, habiéndose impresionado por los aspectos subjetivos, sin recoger los problemas fundamentales que se habían tratado y que hoy, a casi dos siglos de distancia, aparecen con toda su importancia histórica… Puede asegurarse –dice Lorenzo en su libro El proletariado militante—que toda la substancia de aquella conferencia se redujo a afirmar el predominio de un hombre allí presente, Carlos Marx, contra el que se supone pretendía ejercer otro, Miguel Bakunin, ausente…
Todo esto para reconocer que, "según las impresiones que conserva, es que entre las acusaciones dirigidas por Bakunin contra Marx descuella como motivo especial de odio la circunstancia de que Marx era Judío…"
Sin embargo, en la Conferencia fueron presentadas las pruebas irrefutables de la labor disolvente de la Alianza; fue denunciada con documentación precisa la actitud de Bakunin en pugna con los intereses de la clase obrera y de los fines y resoluciones de la Internacional. Anselmo Lorenzo, en sus impresiones, se presenta como un simple espectador, soslayando los problemas que fueron examinados y sobre los cuales, con su presencia y participación, la Conferencia adoptó las resoluciones pertinentes.
"Volví a España –añade Anselmo Lorenzo—poseído de la idea de que el ideal estaba más lejos de lo que había creído y de que muchos de sus propagandistas eran sus enemigos…" Con esta moral regresaba el delegado "aliancista" de una de las Conferencias de más contenido político que ofrece la historia de la Primera Internacional.
De la Conferencia de Londres, la Internacional, entre toda clase de obstáculos, caminaba difícilmente hacia el Congreso de La Haya, en que el anarquismo rompe la unidad del proletariado en el seno de su Primera Internacional. El grito de: "¡Proletarios de todos los países, uníos!", para los anarquistas se había transformado en el grito de "Proletarios, desuníos, que la anarquía es el camino de vuestra emancipación…"
…Puede asegurarse –dice Lorenzo en su libro El proletariado militante—que toda la substancia de aquella conferencia se redujo a firmar el predominio de un hombre allí presente, Carlos Marx, contra el que se supuso pretendía ejercer otro, Miguel Bakunin, ausente…
La Conferencia ratifica la solución del Consejo General del 29 de junio 1870 sobre los dos consejos de Suiza… "La Conferencia hace un llamamiento al espíritu de solidaridad y de unión que, más nunca, debe animar a los trabajadores… Aconseja a los valientes obreros de las montañas a unirse a las secciones de la Federación latina. En el caso de que esta unión no pueda hacerse, decide que la Federación de las secciones disidentes se designe en lo sucesivo: Federación Jurasiense. La Conferencia desautoriza los periódicos Progres y Solidarité, que, diciéndose órganos de la Internacional, discuten en sus columnas, ante el público burgués, cuestiones que no deben discutirse más que en el seno de la organización.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!