Entre las muchas desgracias que nos suceden, los mexicanos padecemos de desconfianza crónica. Son demasiados años de gobiernos mendaces y de propagandas engañosas los que la han causado. Esta reflexión viene a cuento ante la parafernalia creada en torno a la recaptura de Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como el Chapo. Me imagino a Julio César recibido en Roma después de vencer a los galos en la batalla de Farsalia: coronas de laurel, odas de alabanza y arcos triunfales para recibir al héroe. Así el fasto con que Peña Nieto celebra su propia "farsalia" triunfal en su abigarrada lucha contra el poderoso y extraño enemigo, ese que osó profanar el muro carcelario. Polvos de aquellos lodos de la presidencia imperial de la pax priísta.
Desmesura, por lo menos, es el calificativo que tal celebración merece. Esto en el caso de dar crédito al guión mediático de la heroica hazaña y, además, de que la acción a duras penas conmuta la vergüenza por, esa sí hazaña, de la segunda fuga legendaria del afamado malandrín, ambas de los penales de más alta seguridad del país. Pero es el caso de que la gente, o una mayoría según las encuestas, no le concede crédito a la información, como tampoco alcanza para borrar la pifia de la incompetencia y de la corrupción de las autoridades, las carcelarias al menos. La desconfianza está en proporción directa al volumen de la celebración.
No voy a jugar al detective para indagar sobre la veracidad de la información, ya se ha escrito mucho sobre el particular. En el meollo del asunto destacan temas de mayor importancia como son, entre otros, la carencia de eficacia de la lucha contra el crimen y la abundancia de una perversa propaganda enajenante.
Respecto de la lucha contra el crimen, basada en la captura de los principales capos, lo menos que puede decirse es que resulta ineficaz y contraproducente mientras que permanezca intocable su operación financiera. Son muchos miles de millones de dólares los que se lavan en el sistema financiero formal y no hay quién lo descubra y lo combata. La llamada "inteligencia financiera" de la SHCP, ni con las advertencias de los gringos, ha sido capaz de desmontar uno solo de los mecanismos de conversión del dinero criminal en recursos limpios. No sabemos de banqueros consignados ni de bancos intervenidos, no obstante las informaciones del extranjero que los denuncian (recordar el caso del HSBC). Si no se le sigue la pista al dinero y no se desmantelan sus lavanderías, la industria del crimen seguirá per sécula seculorum, en esa vergonzosa mezcla de corrupción e impunidad.
Por lo que toca al tema del manejo de la propaganda, el grado de sofisticación alcanzado lleva a pensar y especular sin límite en busca de algún atisbo de verdad. Se especula, por ejemplo, que tanto la fuga como la recaptura son falsas, incluso que ambos sucesos responden a un manejo de oportunidad diseñado como guión cinematográfico para fines de control político. Se dice que en política la casualidad no existe, pero en el caso abundan al grado de despojar de toda credibilidad al régimen. En el caos informativo cualquier especulación es válida y lo único verdadero es la duda y la desgracia del pueblo que la padece, aunque sean pocos quienes se percaten de ello.
Mientras que especulamos y hacemos sesudas inferencias sobre el caso, el peso se devalúa en casi un 50% y nadie dice nada; la deuda pública alcanza niveles de enorme riesgo y tampoco causa mayor protesta; todo tranquilo y que siga la fiesta de la hazaña policial. ¡Albricias, recapturamos al pinche Chapo!