Terror en la tierra

Terror en la Tierra a los hombres y las mujeres de buena o mala voluntad y hasta a los que carecen de ella. La paz es ya tan solo un buen deseo, pero nada más. Los terroristas, con todas sus facetas y todos los signos ideológicos, han logrado su objetivo: el mundo está aterrado, sea en Europa con bombazos de fundamentalistas islámicos o Estados Unidos con balaceras atribuidas a dementes armados, o en el Medio Oriente con los decapitados del Estado Islámico, o el genocidio a los palestinos, o en las rutas de los migrantes, sea el Mediterráneo o la Bestia mexicana, o los sicarios del crimen mundialmente organizado y muchos más. Por todos ellos manifiesto mi profundo pesar.

¿A quién sirve el terror? Creo que esta es la pregunta pertinente si es que queremos entender lo que está pasando en el mundo, principalmente el que llamamos occidental. Aparentemente a nadie sirve; desde luego no es útil para los grupos étnicos o políticos que los reivindican, para los que, en todo caso, sería una forma de venganza por ultrajes históricos recibidos, pero que no contribuye al resarcimiento de los daños causados en sus lugares de origen. El resultado del terrorismo, en todo caso, es la parálisis de la sociedad; la resignación respecto de los agravios de que es objeto permanentemente. Por ahí va la hebra que puede llevar a la respuesta buscada: el poder autoritario a escala mundial es el único real beneficiado por el amedrentamiento de la sociedad y, por ende, no estaría lejos de la verdad el suponer que es la mano que mece la cuna del terror.

Me voy a referir a algunos casos históricos en que el poder imperial de los Estados Unidos realizó actos que hoy serían calificados como terroristas, aplicados contra sí mismos pero imputables a sus enemigos, para justificar invasiones y guerras, comenzando con la muy injusta que libró contra México y que significó la anexión de California, Arizona, Nuevo México y Texas, iniciada como respuesta a un incierto ataque de una patrulla mexicana a un destacamento del ejército yanqui. Igual sucedió con el hundimiento de un buque armado yanqui en la bahía de La Habana, imputado sin comprobación a la armada española, lo que dio origen a su intervención en la guerra de independencia de la isla y su posterior sometimiento como “protectorado” al que todavía permanece sujeto Puerto Rico. El hundimiento de los petroleros Faja de Oro y el Potrero del Llano, bajo el insostenible argumento de ser obra de submarinos alemanes, que obligó a México a intervenir en la II Guerra Mundial. Lo mismo sucedió en la bahía de Tomkin para intervenir en Vietnam, entre muchos otros casos.

El atentado a las Torres Gemelas en Nueva York –todavía hoy puesto en tela de juicio por científicos norteamericanos- sirvió para implantar la llamada Ley Patriótica de los Estados Unidos, que no es otra cosa que la pérdida irremediable de las libertades más preciadas por los fundadores de esa nación, por una parte, y para justificar la invasión a Afganistán y la guerra de Irak, ambas muy funcionales para los intereses geoestratégicos y petroleros yanquis.

Para no ir tan lejos: el muy temible ejército del Estado Islámico, terrorista por excelencia, es hijo de la CIA y el Pentágono que lo prohijaron para combatir al régimen laico y nacionalista de Assad en Siria. Es inconcebible que la OTAN diga bombardear a los extremistas del EI y, sin embargo, los carros tanque que llevan petróleo de la zona controlada por dicho ejército transcurran sin freno alguno. Igual sucedió con Al Qaeda en Afganistán cuando se trataba de expulsar al ejército soviético, los armaron y los adiestraron en trabajos de terrorismo.

Además, desde otro ángulo, hay que mencionar el terrorismo de orden económico practicado por el gran capital internacional y su brazo ejecutivo yanqui. Mueren más seres humanos por hambre y por enfermedades curables que en todos los atentados armados juntos, producto del inmisericorde ataque de los misiles de Wall Street y los organismos financieros internacionales. Esta es otra de las causas del terrorismo físico, ejercido por grupos desesperados que no encuentran salida al entramado de controles fiscales aplicados por el gran poder.

La guerra de cuarta generación que hoy padecemos incluye como principales ingredientes la guerra sicológica -terror- , la guerra económica –neoliberalismo- y la mediática, para someter a pueblos enteros al designio de los intereses de ese gran poder.

gerdez777@gmail.com     



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Gerardo Fernández Casanova


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