La marcha de los encorbatados

María Teresa Tess Asplund es la persona que con el puño en alto, se enfrentó a trecientos manifestantes del Movimiento de Resistencia Nórdica en Borlänge, una ciudad del centro de Suecia, el pasado primero de mayo. Acto que por su parecido icónico a otros de semejante corte heroico, puede que se convierta en la imagen/símbolo de la historia reciente de ese país nórdico, y quizá del mundo, por la propagación instantánea en las redes sociales.

Ciertamente, es un episodio al que habría que mirar desde un justo ángulo, ya no porque la encarnación de este personaje le tocó a una mujer, y además negra (dos condiciones base, para el trasiego de un caldo de cultivo que propicia la endémica desigualdad en la que se sume buena parte de la población mundial, en donde la pobreza crítica, se enseñorea con un encono más que sospechoso), casualmente la estampa que el mercado político ha elegido para simular el arribo de cambios renovadores.

Tampoco porque esta fémina cuenta con más de 26 años de activismo por la libertad y la lucha contra el racismo, o porque es de origen latinoamericano (como aun hoy se sigue nombrando al sur del Abyala) por haber nacido en Cali, Colombia. Hecho éste que la vincula a la parte del planeta en donde surgen embrionariamente, los movimientos que aspiran a cambiar este mundo, la cuna de la gesta donde se construye un nuevo tipo de relaciones; las que a la postre, regirán el futuro de la humanidad.

En estas tempranas líneas, pareciera que hemos llegado al llegadero de este texto: los terrenos de La Revolución chavista del Siglo 21, pero no es así. Estos símbolos, sus gélidas geografías y sus ecos en nuestro sistema de imágenes, no son de nuestro interés en este momento. Ya tienen la suficiente resonancia como para abundar en ellos.

Lo que realmente nos interesa de este cuento, no es que, a diferencia de lo que ocurre en la periferia, en donde los partidos neofascistas aún se esconden (a pesar de la incredulidad manifiesta en su contra que los desnuda), tras la fachada democrática de las franquicias transnacionales del negocio político, en la Europa ultra civilizada, al igual que en la Norteamérica ultra derechista de los Trumps, los partidos neofascista, no esconden su ideología ni su parafernalia propagandística, y menos aún, sus objetivos políticos. Cruda realidad que obligó a Tess Asplund a enfrentar cientos de neonazis con tan solo su humanidad.

Lo que nos interesa ahora, no es la heroína sueca, ni lo que representa (el tributo a la causa del nuevo "Nuevo Mundo", aquello que de nuestro lado llamamos: "Otro mundo es posible" hasta cuando nos lo arrebaten como consigna), demasiado dúctil al manejo de las trasnacionales de la información y el ciberespacio para nuestro gusto, sino algunos detalles del bando contrario, el brazo civil de las hordas neonazistas. Ese que sale a las calles, cada vez, a desfilar para recordarle a las ovejas, la presencia del lobo, es decir, para volver el miedo allí donde se haya convertido en recuerdo.

Pero más allá de ellos mismos y sus instintos criminales, nos importa un detalle específico: así como el uniforme del ejército nazi alemán fue concebido para hacer parecer a sus soldados de ordinario, unos seres superiores (por encima del bien y del mal); el uniforme de estos políticos, militantes de un partido de ideología nazista, nos quiere decir algo por el mismo estilo, a través de sus piezas, sus colores, sus diseños, su imagen, sus símbolos.

Pues bien, como no somos expertos en semiología, solo podemos intuir el mensaje (vaya usted a saber sobre el meta mensaje), y ya se imaginan que estamos temblando de inferioridad. Sin embargo, repuestos de la alarma que causa la presencia de los violentos marchando por las calles como si ello fuese normal, podemos ver cómo resaltan las corbatas negras sobre los torsos blancos de los miembros de las columnas nazis. Ahora, una pregunta, por no dejar ¿A quién te quieres parecer cuando te anudas una corbata? o formulada de otra forma: ¿A quién te pareces cuando lo haces? De seguro que no te quieres parecer al obrero y mucho menos al campesino. No te quieres parecer a los pobres de esta tierra, ni a los oprimidos. No te quieres parecer al pueblo, pues en el fondo no quieres comunicarte con él, entonces ¿A quién va dirigido el mensaje de las corbatas y que es lo que quiere decir? Si antaño fueron los velos los que terminaron identificando a los y las mantuanas ¿Quiénes son ellos hoy, y qué los identifica en la dimensión simbólica?

No obstante, los encorbatados, "defensores de las corbatas" por su consciente o inconsciente uso (que no entendemos cómo unos combatientes contra el imaginario hegemónico, puedan hacerlo), que no son cortesanos de las metrópolis eurocentristas, ni mucho menos son aristócratas, que no son nazis, ni neofascistas, tampoco opresores, ni oligarcas, ni millonarios, ni ricos, ni nada por el estilo, pudieran alegar que las corbatas son unas simples piezas suntuarias del vestir occidental, lo que ya sería una confesión de parte, y que no haría más que acentuar el estado de confusión cultural que transitamos.

Es cuando inevitablemente, arribamos al tema de las definiciones, odioso para aquellos que creen que todo ese mundo simbológico que configura las identidades, es indiferente al mundo de la conciencia y de los actos concretos, por lo cual, todos podemos andar por ahí uniformados al mejor estilo del ciudadano universal, lo que no es más que la representación del ciudadano occidental, hegemónico, usurpando a través de la globalización, no solo la exuberante diversidad cultural de nuestro planeta, sino negando de plano la existencia de la cultura misma.

 

El chavismo es emancipación cultural



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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

 miltongomezburgos@yahoo.es      @MiltonGomezB

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