Violencia globalizada

El fenómeno de la violencia se extiende por todo el mundo sin que se vislumbre una vía de solución. Se recrudecen síntomas que se suponían superados por la civilización, como son el racismo y los fundamentalismos religiosos, y se agravan los conflictos entre clases sociales. El nacionalismo xenófobo de corte fascista gana adeptos en las sociedades de mayor desarrollo, incluso con el grave riesgo de que los Estados Unidos elijan a un presidente con tal perfil. El terrorismo internacionalmente organizado asesta cruentos golpes en Europa, particularmente en Francia, cuyo presidente responde con bombardeos de venganza sobre el territorio del llamado Estado Islámico (EI), muy al estilo del pequeño Bush. En todas partes, o casi, el crimen organizado destroza la aspiración a la vida digna y en paz de las sociedades democráticas; los asesinatos, secuestros, extorsiones y demás formas de violencia son ya asuntos de lo cotidiano; la capacidad de asombro es cada vez más extraña y se vuelven costumbre.

Las migraciones masivas de la población que huye de la miseria y la violencia en sus lugares de origen generan nuevas condiciones de violencia, sea en sus trayectos o en los lugares de destino, en los que provocan la reacción de quienes son afectados en sus intereses, incluso legítimos, por la presencia y la competencia de los migrantes; subrayo que, xenofobia y racismo aparte, hay mérito a la protesta por el efecto a la baja en el mercado laboral; el trabajo digno y bien remunerado es un derecho conquistado con mucho esfuerzo. Por su parte, la búsqueda de mejores condiciones de vida es también un derecho humano fundamental que asiste a quienes migran.

Hay otras formas de violencia que quedan fuera del catálogo noticioso de los medios masivos: si no hay sangre no son noticia. Me refiero, por ejemplo a la violencia implícita en la decisión de los estados de desentenderse de la responsabilidad por el bienestar de la población, para que sean las fuerzas del mercado las que –milagrosamente- se hagan cargo de la salud, la educación, la vivienda, la alimentación, etc. La globalización neoliberal que postula y, vale decirlo, obliga a tal concepción del estado, hace también global la injusticia y el sufrimiento de la mayoría de la población, en beneficio de tan sólo el 1% de ella. Esta es la madre de todas las violencias: sólo habrá paz si hay justicia.

Una muestra de lo anterior que resulta muy objetiva por contrastar, en un plazo corto, la alternativa progresista y la neoliberal es el caso argentino. Con un escaso margen y con toda la parafernalia mediática de apoyo, la alternativa neoliberal se hizo de la presidencia de esa república hermana. Antes de cumplir un mes en el poder, Mauricio Macri ya había desmantelado todas las políticas públicas de beneficio social, con un embate criminal contra los trabajadores, mediante la reducción drástica de los salarios reales (inflación, devaluación y tarifazos de por medio) y la cancelación de empleos en magnitud de más de 100,000 plazas en estos pocos meses. Esta es real violencia provocada por el estado que, por ahora, ha merecido el total rechazo de la mayoría, pero que en breve se tornará en mayor violencia en las calles.

Igual camino ha seguido el presidente provisional de Brasil, aún antes de que se confirme el atraco contra Dilma Rouseff. Privatizaciones a rajatabla, con la prisa de quien se sabe ilegítimo. Cancelación de programas de justicia social y vuelta al redil colonial pro yanqui. Será natural una escalada de la violencia y la inseguridad.

En todos los casos de imposición del modelo neoliberal está la mano de los organismos financieros internacionales. Especial papel juega la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una especie de internacional de los gobiernos neoliberales. Por cierto, para que entendamos de qué lado masca la iguana: la consulta pública para la reforma educativa, anunciada por el señor Nuño, será evaluada por Blanca Heredia, ex directora de la oficina de la OCDE en México. Más neoliberal y anti social ni Salinas de Gortari. Esto es violencia pura; las manifestaciones de la CNTE no dejan de ser muestras pacíficas de defensa ante el agravio.

 



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Gerardo Fernández Casanova


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