Ya éramos muchos y parió la abuela. La barca ya hace agua por todos lados. Peña Nieto ya no se da abasto para achicar y su nave se hunde a paso redoblado a punto de correr. Ahora son los patrones los que se manifiestan inconformes, casi por lo mismo que lo hacemos el resto de la población: errores y omisiones en el ejercicio gubernamental. Se quejan por la incapacidad para resolver el conflicto magisterial; yo también. Protestan porque los maestros siguen en las calles con manifestaciones de inconformidad ante la llamada reforma educativa; yo también. Acusan el abandono del estado de derecho y la permisividad a sus violaciones; igual me pasa. Exigen que se reprima a los maestros disidentes, yo también exijo la represión, incluso la cárcel, para los burócratas que pretenden imponer sus caprichos dizques educativos a base de toletes y balazos. Como sea, en la mayor parte de las protestas coincido con los patrones, sólo una pequeña diferencia nos separa, tan simple como lo del huevo y la gallina: la patronal impulsó la reforma y el gobierno obsecuente la impuso sin mediar negociación o consulta, su resultado conlleva dos vertientes, por un lado, violenta el derecho al trabajo y del trabajo, y por el otro, ignora los requisitos para una educación de calidad. Tras no ser escuchados por la vía del diálogo, los maestros se ven en la necesidad de exigir audiencia por la única vía que les dejan: la protesta callejera, que cuando fue, digamos civilizada, siguió siendo ignorada; sólo ahora que ha tomado mayores niveles de presión afectando intereses, es atendida en mesas de negociación con alguna posibilidad de conducir a arreglos. Es contra estos posibles acuerdos que los patrones se amparan y pretenden torpedearlos.
De acuerdo con la propaganda empresarial y gubernamental, la reforma afecta a las prácticas corruptas de los maestros, como son la venta de plazas o su derecho hereditario; mañas practicadas con toda la malicia del caso por el nefando Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE) antes dirigido por casi treinta años por el tándem Carlos Jonguitud y Elba Ester Gordillo, el primero defenestrado por órdenes de Salinas, y la segunda encarcelada por decisión de Peña Nieto, sin que por ello se moviera un ápice su carácter corrupto y corruptor, desde siempre combatidos por la Coordinadora de Trabajadores de la Educación (CNTE). Si el afán fuera la depuración del gremio, como pregonan, tendrían que haber atendido a los reclamos de la CNTE, en vez de seguir prohijando las marrullerías de la dirigencia del SNTE que siempre ha contado con la connivencia de la autoridad para sus tropelías, como la que recientemente se registró en Durango o en Zacatecas para imponer a una dirigencia seccional espuria. Igualmente es un severo despropósito (DPP) del tal Nuño el sacarse de la manga una reforma a los contenidos, colocando al SNTE en calidad de interlocutor válido, haciendo caso omiso de su carácter gangsteril.
En su impericia, el régimen de Peña Nieto se encuentra en calidad de jamón de sándwich o como el cohetero de la fiesta al que todos chiflan. Si resuelve afirmativamente la demanda magisterial y logra restablecer la paz social, los empresarios y la OCDE montarán en cólera; pero si la respuesta al magisterio es negativa sólo quedará una mayor escalada de la protesta más cercana a la violencia, acompañada por mayores contingentes de padres y de otros movimientos sociales… y también los empresarios aumentarán su presión encolerizados.
Peña, que arrancó su administración postulando la recuperación de la supremacía del estado, hoy está sumido entre la confrontación de los poderes fácticos, el del dinero, por un lado y el de la movilización popular, por el otro. En respuesta opta por atender invitaciones al extranjero y, ahora, tomarse una semana de "merecidas" vacaciones. A ver si así se le pudiera iluminar el coco y recomponer un gobierno en franco deterioro; su principal crítico opositor le ha brindado la oportunidad para hacerlo. Debiera aprovecharla.
