América Latina, con sus multitudinarios rostros y multiétnias, es negra, tiene la fuerza y la resistencia de la afro descendencia. Una raíz milenaria que seguimos negando como parte de nuestra identidad cultural. Los afro descendientes en Latinoamérica seguimos siendo invisibilizados tanto o más que los pueblos indígenas.
En la belleza de la Patria Grande, entre las selvas del Darién y las cuencas de los ríos Atrato y San Juan, en el pacífico colombiano se encuentra el departamento del Chocó; donde habitan las etnias Emberá y los Waunana del bajo San Juan. El Chocó tanto como Valle del Cauca, Nariño, Bolívar, Atlántico y Magdalena es la dignidad de la afro decencia colombiana. Como los Garífunas en Guatemala, Honduras, Belice y Nicaragua en Centroamérica. Como Brasil, hermosamente negro.
Para cualquier estudio socio-político-cultural cabe reseñar que el Chocó es afro descenciente. La desgracia del Chocó es su asombrosa belleza natural, exuberante para los traidores de la patria. Comenzando por el paramilitarismo (que dudo que desaparezca con la Firma de la Paz, en Guatemala 19 años después aún está activo, disfrazado de violencia común) y siguiendo con las oligarquías sedientas de poder y dinero que obtienen a costa de la vida de miles de campesinos.
El Chocó es un ejemplo de lo que sucede en el mundo (África está en los huesos por la misma razón, gobiernos y contrabandistas europeos y estadounidenses saqueándola durante siglos) y lo podemos ejemplificar en Latinoamérica con los gobiernos neoliberales que recurren a la explotación minera, a los ecocidios, a las desapariciones forzadas, y a los asesinatos más despiadados para aterrorizar a la población.
Si decimos hambre, despojo, muerte, miseria y corrupción, pensando en Colombia inmediatamente nos vendría a la mente La Guajira, pero Chocó está pasando por una calamidad bárbara a la que no se le puede dar nombre alguno. Sus habitantes llevan décadas exigiendo al gobierno: infraestructura, educación, salud, respeto de los Derechos Humanos, mejorar los servicios públicos. Sí, una realidad generalizada que se puede ver a lo largo y ancho del continente, (a excepción de países con gobiernos progresistas que están tratando de acabar con la desigualdad social) como resultado de política neoliberales que corresponden a los intereses del capitalismo.
No es Venezuela, es Colombia, es Chocó gritando a viva voz por la inclusión social y el respeto al ecosistema y a la vida. Es Chocó exigiendo lo que por derecho le corresponde. Pidiendo que devuelvan la tierra y todo lo que se ha robado la oligarquía. Es Chocó implorando un alto al paramilitarismo, a las embestidas gubernamentales que los obligan a parecer en la amargura de la movilización forzada. Es Chocó afro descenciente, Emberá y Waunana exigiendo a Juan Manuel Santos que cumpla con las promesas de campaña.
Son los ancentros, los abuelos, la infancia, saliendo a las calles en manifestaciones masivas, gritándole al mundo que, ¡Chocó existe! Que está vivo, que respira, que anhela, que sufre, que siente. Que está ahí: golpeado, abusado, explotado, herido, resistiendo. ¡Chocó resiste! Decimos Chocó y sentimos Patria. Decimos Chocó y sentimos en lo más profundo de nuestros anhelos a la Patria Grande en búsqueda de libertad.
Decimos Chocó y debemos pensar en la población desplazada del país, es un pueblo que ha sido obligado a migrar, a la movilidad, a dejar sus casas, sus tierras, sus ríos, sus anhelos para buscar salvar sus vidas en otras partes de Colombia donde son vistos como apestados y son excluidos: ¡por negros!
Chocó existe, por supuesto que sí, pero solo para las empresas trasnacionales, la explotación minera, la corrupción, la deforestación, para el robo de tierras. ¿Cuándo existirá el Chocó como pueblo afro descenciente, como etnia Emberá y Waunana? ¿Cómo dueño legítimo de su tierra? ¿Cuándo se le devolverán sus derechos? ¿Cuándo Chocó volverá a la plusvalía que le arrancaron de tajo?
Decimos Chocó y una tristeza profunda nos embarga, porque es el reflejo de lo que sucede en América Latina, Chocó somos nosotros; es nuestro pueblo, nuestra calle, nuestro río, nuestros anhelos hermanos. Es nuestra ilusión colectiva. Nuestra lucha, nuestro polletón y nuestras hortalizas. Es nuestro campo abierto florecido. Es la milpa creciendo, el caribe bañado de sol.
Chocó somos todos los que anhelamos una Patria Grande en libertad y florecida en la sonrisa de la infancia de arrabal. De todos los que creemos en la dignidad y la integridad como esencia humana. De los que le apostamos a la sensibilidad colectiva, amorosa y fecunda. De los que le apostamos a las políticas de inclusión social. A la igualdad social. De quienes soñamos con abolir para siempre el racismo, el clasismo, la insesibilidad y el egoísmo que tanto daño nos hacen.
Digo Chocó y digo Patria Grande, y digo hermosura de la Mamá África.