Los oponentes de Allende habían estudiado concienzudamente dos posibles modelos de <
A finales de la década de 1960 muchos brasileños utilizaron esas libertades limitadas para expresar su ira por la pobreza cada vez mayor de Brasil, de la que culpaban al programa económico pro empresarios del gobierno, buena parte de él diseñado por graduados de la Universidad de Chicago. Hacia 1968 las calles estaban saturadas de manifestaciones anti-junta, las mayores convocadas por los estudiantes, y el régimen estaba en serio peligro. En un gambito desesperado para mantenerse en el poder, el ejército cambió radicalmente de táctica: se eliminaron por completo los restos de la democracia, se negaron todas las libertades civiles, se recurrió sistemáticamente a la tortura y, según la Comisión de la Verdad que luego se establecería en Brasil, <
A medida que crecían las tensiones que desencadenarían el golpe militar contra Allende, un escalofriante aviso apareció con pintadas rojas en las calles de Santiago. <
Poco después de resultar elegido Allende, sus oponentes nacionales empezaron a imitar la pauta indonesia con inquietante precisión. La Universidad Católica, hogar de los Chicago Boys, se convirtió en la zona cero de creación de lo que la CIA denominó <
Sáenz reclutó a varios elementos clave de los Chicago Boys para preparar esos programas alternativos y los instaló en unas dependencias cercanas al palacio presidencial en Santiago. El grupo, dirigido por el recién llegado de Chicago Sergio de Castro y por Sergio Undurraga, su colega de la Universidad Católica, empezó a reunirse en secreto con regularidad semanal, para desarrollar detalladas propuestas sobre cómo reconstruir radicalmente la estructura económica del país siguiendo los dictados neoliberales. Según una posterior investigación del Senado estadounidense, <
Durante algún tiempo, la planificación del golpe transcurrió por dos vías paralelas diferenciadas: los militares conspiraban para exterminar a Allende y a sus seguidores, mientras los economistas se ocupaban de la exterminación de su ideario. Cuando el clima llegó al punto de ebullición adecuado para una solución violenta, los dos canales abrieron un diálogo coordinado, con Roberto Kelly —un empresario relacionado con el periódico el Mercurio, financiado por la CIA—, como el mensajero entre ambas parte. A través de Kelly, los Chicago Boys enviaron un resumen de cinco páginas de su programa de medidas económicas al almirante de la Marina a cargo del plan militar. Éste dio aprobación, y a partir de entonces los Chicago Boys trabajaron contrarreloj para tener el programa listo el día del golpe militar.
Su biblia económica, de más de quinientas páginas —un detallado programa que sería la guía de la Junta Militar durante sus primeros días— llegó a conocerse en Chile como <
Aunque el derrocamiento de Allende fue descrito universalmente como un golpe militar, Orlando Letelier, el embajador de Allende en Washington, lo consideró una colaboración conjunta entre el ejército y los economistas. <
Cuando finalmente se produjo, el golpe de Chile presentó tres formas distintas de shock, una receta que se repetiría en países vecinos y que surgiría de nuevo, tres décadas más tarde, en Irak. El shock del propio golpe militar fue seguido inmediatamente por dos formas adicionales de choque. Una de ellas fue el <
La forma de shock convergió en los cuerpos de los pueblos latinoamericanos y en el cuerpo político de la zona, desatando un huracán sin fin de destrucción y reconstrucción mutuamente reforzada, eliminación y creación, en un ciclo monstruoso. El choque del golpe militar preparó el terreno de la terapia de shock económico. El shock de las cámaras de tortura y el terror que causaban en el pueblo impedían cualquier oposición frente a la introducción de medidas económicas. De este laboratorio vivo emergió el primer Estado de la Escuela de Chicago, y la primera victoria de su contrarrevolución global.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!