El gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende ganó las elecciones de 1970 en Chile con un programa que prometía poner en manos del gobierno grandes sectores de la economía que estaban dirigidos por empresas extranjeras y locales. Allende pertenecía a una nueva raza de revolucionario latinoamericano: igual que el Che Guevara, era médico, pero a diferencia del Che, también lo parecía, pues su imagen y su trabajo de tweed lo alejaba de la imagen romántica de la guerrilla. Podía pronunciar discursos tan "feroces" como los de Fidel, pero era un demócrata convencido que creía que el cambio socialista en Chile debía llegar a través de las urnas, no a través de las armas. Cuando Nixon se enteró de que habían escogido presidente a Allende, lanzó su famosa orden al director de la CIA, Richard Helms, de que <
Aunque Allende se comprometió a negociar indemnizaciones justas para compensar a las empresas que perdían propiedades e inversiones, las multinacionales estadounidenses temían que Allende representara el comienzo de una tendencia general en toda América Latina, y muchas no estaban dispuestas a aceptar perder unos recursos que se habían convertido en una porción importante de sus beneficios. Hacia 1968, el 20% del total de inversiones extranjeras de Estados de Unidos se dirigían a Latinoamérica y las empresas estadounidenses tenían 5.436 filiales en la región. Los beneficios que producían estas inversiones eran sobrecogedoras. Las empresas mineras habían invertido mil millones de dólares durante cincuenta años previos en la industria minera chilena —la mayor del mundo—, pero a cambio habían enviado a casa 7.200 millones de dólares de beneficios.
En cuanto Allende ganó las elecciones, e incluso antes de que jurara el cargo, las empresas estadounidenses le declararon la guerra a su administración. El centro de esta actividad fue el Comité Ad Hoc de Chile, con sede en Washington y formada por las principales empresas mineras estadounidenses con propiedades en Chile, así como por la empresa que, de hecho, lideraba el comité, International Telephone and Telegraph Company (ITT), que poesía el 70% de la compañía telefónica chilena, que pronto iba a nacionalizarse. Purina, Bank of América y Pfizer Chemical también enviaron delegados al comité en varias fases de su existencia.
El único propósito del comité era obligar a Allende a desistir de su campaña de nacionalizaciones <
Allende nombró a su íntimo amigo Orlando Letelier embajador en Washington. Recayó en él la labor de negociar las condiciones de la expropiación con las mismas empresas que conspiraban para sabotear el gobierno de Allende. (Hoy también con el gobierno de Maduro). Letelier, un hombre extrovertido y divertido con el bigote arquetípico de los años setenta y una arrasadora voz de cantante, era una persona muy querida en los círculos diplomáticos. Su hijo Francisco recuerda con particular alegría los momentos en que su padre tocaba la guitarra y cantaba canciones populares en las fiestas con amigos en su casa de Washington. Pero incluso a pesar de todo el encanto y la habilidad de Letelier, las negociaciones nunca tuvieron ninguna posibilidad de éxito.
En marzo de 1972, en medio de la tensa negociación de Letelier con ITT, Jack Anderson, un columnista cuyos artículos estaban sindicados a una serie de periódicos, público una explosiva serie de reportajes basados en documentos que demostraban que la compañía telefónica había conspirado en secreto con la CIA y el Departamento de Estado para impedir que Allende jurara el cargo dos años atrás. Ante aquellas acusaciones, y con Allende todavía en el poder, el Senado de Estados Unidos, controlado por los demócratas, inició una investigación y descubrió un extenso complot en el que ITT había ofrecido un millón de dólares en sobornos a la oposición chilena y <
El informe del Senado, publicado en junio de 1973, descubrió también que cuando el plan fracasó y Allende llegó al poder, ITT adoptó una nueva estrategia diseñada para asegurarse de que <
Cuando el comité del Senado les apretó las tuercas sobres desvergonzados intentos de emplear el poder del gobierno de Estados de Unidos para subvertir el proceso constitucional chileno sólo para hacer prosperar los propios intereses económicos de ITT, el vicepresidente de las empresas, Ned Gerrity, pareció auténticamente confuso. << ¿Qué hay de malo en preocuparse por el número I ?>> preguntó. El comité contestó en su informe: <<"El número I" no debe jugar un papel que no le corresponde en el diseño de la política exterior estadounidense>>.
Aun así, a pesar de los años de implacable juego sucio de Estados Unidos, durante los que ITT fue simplemente el ejemplo más público, en 1973 Allende seguía en el poder. Ocho millones de dólares invertidos en operaciones secretas no habían conseguido debilitar su popularidad. En las elecciones de mitad de mandato de ese año, el partido de Allende incluso ganó terreno respecto a las elecciones de 1970. Estaba claro que el deseo de un modelo económico distinto no había calado en Chile y que el apoyo a una alternativa socialista ganaba terreno. Para los opositores de Allende, que llevaban planeando derrocarlo desde el mismo día en que se conocieron los resultados de las elecciones de 1970, eso significaba que sus problemas no iban a solucionarse simplemente librándose de él, pues simplemente le sustituiría algún otro. Había falta un plan más radical.
¡Ojo pelado Maduro!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!