Cuando la idea de invadir un país árabe y convertirlo en un Estado modelo empezó a ganar adeptos, después del 11 de septiembre, comenzaron a barajarse los nombres de posibles candidatos: Irak, Siria, Egipto o Irán (el preferido de Michael Ledeen). Sin embargo, Irak tenía mucho a su favor. Además de sus enormes reservas de crudo, también ofrecía una buena situación para las bases militares ahora que Arabia Saudí parecía menos fiable. Por si fuera poco, el uso de armas químicas por parte de Sadam contra su propio pueblo le convertía en un objetivo fácil de odiar. Otro factor, casi siempre pasado por alto, era que Irak ofrecía la ventaja de la familiaridad.
Irak ofrecía otra ventaja. Mientras el ejército estadounidense estaba muy ocupado fantaseando con repetir la operación Tormenta del Desierto con una mejora tecnológica equivalente a "la diferencia entre Atari y PlayStation"
La invasión de Irak se vendió a la opinión pública sobre la base del temor a las armas de destrucción masiva porque, como explicó Paul Wolfowitz, esas armas eran "el único punto sobre el que todo el mundo podía estar de acuerdo"
Resulta difícil de creer, pero de nuevo ése era más o menos el plan de Washington para Irak: sembrar el shock y el terror en todo el país, destruir sus infraesturas, permanecer de brazos cruzados mientras su cultura y su historia eran víctimas de pillaje, para arreglarlo después con un abastecimiento ilimitado de electrodomésticos baratos y comida basura importada. En Irak, este ciclo de borrar una cultura para sustituirla por otra no fue teórico; todo se desarrolló en cuestión de semanas.
Por tanto, ¿qué ocurría en esta parte del mundo, se preguntaban, para que existiese el terrorismo? Ideológicamente ciegos ante el hecho de que las políticas de Estados Unidos o Israel eran factores contribuyentes, por no mencionar las provocaciones, identificaron la verdadera causa como algo más: el déficit de la región en democracia de libre mercado.
Thomas Friedman habló sin rodeos sobre lo que significaba para Irak ser elegido como modelo. "No estamos construyendo una nación en Irak. Estamos creando una nación"
Treinta años antes, cuando la contrarrevolución de la Escuela de Chicago dio su primer salto del libro de texto al mundo real, también se intentó borrar naciones y crear otras nuevas en su lugar. Como Irak en 2003, el Chile de 1973 tuvo como fin servir de modelo para todo el continente rebelde (y así fue durante muchos años). Los brutales regímenes que llevaron a cabo las ideas de la Escuela de Chicago en los años setenta entendieron que, para lograr el nacimiento de nuevas naciones en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, era preciso arrancar "de raíz"
En los países que sufrieron las limpiezas políticas se han producido esfuerzos colectivos para aceptar esta historia violenta: comisiones de la verdad, excavaciones de tumbas anónimas y el comienzo de los juicios por crímenes de guerras contra los culpables. No obstante, las juntas latinoamericanas no actuaron solas: recibieron el apoyo, antes y después de los golpes, de Washington (tal como se ha documentado ampliamente). Por ejemplo, en 1976 —año en que se produjo el golpe de Estado en Argentina—, cuando miles de jóvenes activistas fueron arrancados de sus casas, la Junta militar tuvo el apoyo económico de Washington ("Si hay cosas que hacer, deberían hacerlas cuanto antes"
En su discurso inaugural de 2005, George W. Bush describió la época entre el final de la Guerra Fría y el principio de la guerra contra el terror como "años de reposo, sabáticos, […] y después llegó un día de fuego". La invasión de Irak marcó el terrible regreso a las antiguas técnicas de la cruzada del libre mercado: el uso del shock definitivo para borrar por la fuerza todos los obstáculos contrarios a la construcción de modelos de Estados corporativistas libre de toda interferencia.
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