En esa época de mediados de siglo existía una gran confusión entre las palabras socialismo y comunismo. "En 1847 —dice Engels en su prefacio a la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunista— se llamaba socialistas, de una parte, todos los adeptos a los diferentes sistemas utópicos: los owenistas en Inglaterra y los fourieristas en Francia, reducidos a meras sectas y en proceso de extinción paulatinas; de otra, toda clase de curanderos sociales que prometían suprimir, con sus diferentes emplastos, las lacras sociales sin dañar el capital ni el beneficio. En cambio, la parte de la clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las simples revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación fundamental de toda la sociedad se llamaba comunista…"
—De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el pueblo trabajador es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de las Grandes Corporaciones; el pueblo trabajador, en cambio, es su producto más peculiar.
Por su parte, el Gobierno, de acuerdo con la Comisión de Reformas Sociales constituida después de muchos años, pero que jamás ha reformado nada, ha elaborado dos proyectos de ley que aún no han sido presentados a las cámaras: uno sobre el trabajo de la mujer y del niño; otro sobre los inválidos del trabajo.
Si a todo esto se añade la crisis agrícola e industrial que impera en España y como consecuencia la falta de trabajo, (hoy igual que ayer) se comprenderá que los obreros españoles se encuentran muy dispuestos a acoger las doctrinas socialistas. Las desconsideraciones, la impopularidad en que han caído todos los partidos burgueses, (igual o peor que el siglo antepasado) sin ninguna excepción, contribuyen poderosamente a crear esta situación completamente favorable al crecimiento del desempleos de las fuerzas laborables, mientras los ricos se hacen más ricos.
Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias Posse (1850-1925). —Fundador del socialismo español (no el socialismo de Felipillo) y de la sección española de la Primera Internacional. Uno de los fundadores de la Unión General de Trabajadores. Formó parte del Consejo Federal español de la Internacional. Asistió por primera vez al Congreso Internacional Socialista de París de 1899 y más tarde tomó parte en los congresos sucesivos de la II Internacional. Con José Mesa, Jaime Vera, Antonio García Quejido y Facundo Perezagua, es una de las figuras más relevantes del socialismo español. En sus últimos años fue llamado el "abuelo" del Partido Socialista y considerado como su apóstol.
—¡Ahí tienen a Felipillo González (amo) del PSOE!, malandro, corrupto, lujoscoso, vendepatria. Más de una década presidente de España. Por allá los "cuarenta y pico y los cincuenta" era militante de la Falange española, (con el uniforme de falangista). Franco lo tenía a sueldo y le pagaba los estudios de la primaría, hasta la superior. Lo educo en lo político y se encamarará al PSOE.
¡Ah, españoles!
No basta que los exploten, que les arrebaten el fruto de vuestros trabajos, que los tengan sumidos en la miseria, y en la esclavitud intelectual por la ignorancia, y esto por la espalda, cuando saben que no pueden defenderles.
—Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre las clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase, hace falta poderle garantizar condiciones de existencia que al menos le permita llevar una vida de esclavo. El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegaba a miembro de la comunidad, lo mismo que el pequeño burgués llegabas a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El trabajador moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo mismo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza.
La premisa esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado se basa exclusivamente en la competencia de los trabajadores entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los trabajadores, resultante de la competencia, con su unión revolucionaria por medio de la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía el terreno sobre el cual ha establecido su sistema de producción y de apropiación de lo producido. Ante todo produce sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del trabajador son igualmente inevitables.
¡Viva la III República española!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!