Informe de las sociedades obreras de Barcelona

Compañeros: Las sociedades obreras de España, en la época del anterior Congreso de la A.I.T., como vosotros sabéis, disfrutaban de poca libertad y, por consecuencia, de poca vida.

Aprovechando un movimiento militar, el pueblo ha derribado el trono que oprime siempre las fuerzas vivas del trabajo. Los efectos bienhechores de la libertad han dado una gran solidaridad y una gran fuerza a las sociedades poco numerosas, que han sabido resistir a este largo período de opresión. Primero, fueron constituidas sociedades de todo género, no solamente en los grandes centros obreros, sino también en las localidades de pequeña industria. Estas sociedades tuvieron necesidad de una dirección consciente para establecer la armonía y afirmar sus principios regeneradores, que vivifican toda asociación.

La organización del país es tal que, actuando con inteligencia, puede dar en muy poco tiempo resultados extraordinarios para la Internacional. Barcelona es una ciudad de las más importantes para esto, porque ya el número de corporaciones organizadas es el de 38 con 7.080 miembros. La importancia manufacturera e industrial de Barcelona por la gran cantidad de fábricas de toda clase, hace de esta ciudad el punto más importante de la Península Ibérica para el desarrollo de las sociedades obreras.

El Centro Federal de sociedades obreras constituido después de la Revolución septiembre-octubre de 1868 ha logrado organizar y federar algunas de las sociedades obreras de muchos lugares de España. Treinta y cuatro sociedades de Barcelona trabajan por la organización obrera ibérica. El centro tiene una forma federativa, rechazando la forma monárquica de un solo presidente, y cada día aparece más simpático el movimiento obrero que vosotros, más instruidos que nosotros, habéis creado, defendiendo y expandiendo los principios sociológicos más radicales.

Muchas de estas sociedades obreras se han reunido para cooperar al mismo propósito. En Cataluña, que nosotros representamos en este Congreso, registramos el nombre, el domicilio, el sistema societario y el número de miembros de todas estas sociedades. Aquí basta comprobar que en España conocemos la existencia de 195 sociedades con más de 25.000 miembros.

La creación del periódico La Federación unifica a todos estos elementos; su objetivo es operar la reforma por los obreros y para los obreros; su importancia es grande en todos los órdenes. El Centro Federal ha celebrado en diciembre último un Congreso de obreros de Cataluña y asimismo celebrará otro de los obreros de la Península Ibérica. El Centro ha enviado a las Cortes Constituyentes un obrero de su seno y otros al municipio, que representan en estas asambleas los verdaderos intereses humanos, los del trabajo y de los trabajadores.

Para llegar a un resultado sólido de organización hace falta constituir en Madrid y Barcelona un pequeño grupo de hombres adictos, cuyos objetivos sean los de la Asociación Internacional y que, sin tomar abiertamente el título de la Asociación, propugnen los verdaderos principios de la Verdad, de la Justicia de la Moral y, al mismo tiempo, hagan conocer las grandes teorías y las soluciones que son aprobadas por la Asociación. Los crecientes resultados maravillan porque las ventajas y las ideas puras de la Asociación se graban en el corazón de nuestros obreros.

El estado actual político de España es, desde todos los puntos de vista, transitorio. El momento de la transformación aún no ha llegado; tardará seguramente el poco tiempo que hace falta para completar la Federación obrera.

Por eso hace falta no salirse del camino que nosotros hemos indicado antes: una propaganda científica y activa, al margen de toda personalidad: Hoy día, no hay que dudarlo, las secciones españolas de la Asociación Internacional deben trabajar con mucha prudencia; hay que evitar por todos los medios que la Internacional en España se adhiera a un partido o a una secta, porque nuestra revolución no es ni de partido ni de secta: es social. Nosotros queremos ser consecuentes con vuestras doctrinas e imitar vuestra abnegación. Nosotros queremos que la Península Iberica obrera toda entera sea algún día (¡oh gran día!) de la Internacional.

—Las organizaciones de Barcelona (1868-1869) habían logrado, en efecto, la elección de un candidato obrero. Por primera vez entraba en el Parlamento un diputado "obrero" designado por los Centros Federales obreros de Barcelona dirigidos por elementos anarquistas que más tarde, casi al mismo tiempo, organizaban la Alianza de Bakunin agitando la bandera del apoliticismo. Los elementos más importantes de este trabajo eran el propio Farga y Santiñón, firmantes del informe presentado al Congreso de Ginebra, y en el que hacen mención al "diputado obrero", Pablo Alsina, de quien Anselmo Lorenzo en su libro El proletariado militante decía lo siguiente: "Pablo Alsina fue presentado al <> por Rubau, y al ver a aquel joven tímido, flaco, con cara sin expresión, ojos redondos, un si es no es pitarroso; una voz que apenas podía oírle el cuello de la camisa, en la que las locuciones catalanistas perdían toda la gracia que les da una voz varonil, y consiguientemente a aquel conjunto desmirriado, sin las grandes ideas que embellecen a la presiona que las siente y las expresa, se nos cayó el alma a los pies, según la gráfica expresión popular. Entre nosotros causó un verdadero fiasco el diputado obrero, y nadie puede explicarse cómo los obreros barceloneses escogieron aquel tipo tan poco presentable que, para honra de Cataluña, todos juzgábamos muy distante de ser el mejor entre sus compañeros. No le vimos más, ni ganas tuvimos de contar con aquella nulidad. ¡Pobre hombre! Su influencia parlamentaria fue tan menguada como la socialista. Una sola vez creo que habló en el Congreso, y como en aquella misma sesión hablara el marqués de Sardoal, levantóse un ministro demócrata a hacer notar el hecho con gran regocijo, diciendo: "¡Admire el mundo los beneficios de nuestra revolución gloriosa! Aquí, en este santuario de las leyes, acaba de darse el caso inaudito de ver unidos en fraternal comunión hombres de las más opuestas condiciones sociales: habéis oído al obrero que deja el telar y la lanzadera elevado por el voto de sus compañeros de trabajo, y al representante de la más encumbrada aristocracia…" Aquí tenemos al diputado "obrero" presentado en el IV Congreso de la Internacional por los anarquistas.

Esta declaración puede ser cumplida si vosotros queréis celebrar el próximo Congreso Internacional en la capital industrial de la República federativa ibérica. Próximos acontecimientos podrán convencernos de la posibilidad de llegar a este resultado. No obstante, aunque el establecimiento de la República sea retardado, nosotros creemos que habrá libertad suficiente para poder celebrar el Congreso, si vosotros lo creéis conveniente.

Los principios más radicales de la ciencia social, aunque rechazados, como podéis pensar, por el clero, el militarismo, la burguesía y la aristocracia, echan profundas raíces en España, particularmente entre los medios de los obreros, que los acogen cada día con mayor fervor.

El Centro se ha ocupado un poco de todos los puntos que constituyen el programa de este Congreso y, aunque no hemos podido someterlos a una discusión profunda porque nuestras últimas luchas de la política y del trabajo no nos han dejado tiempo para ello, nosotros presentaremos a la hora de los votos nuestras conclusiones.

Nosotros los obreros de Cataluña, admitimos completamente todos los principios de la Internacional; en nuestro país la transformación es grande en la actualidad y, con el fin de obtener un triunfo completo, avanzaremos aunque lentamente con seguridad hacia el objetivo que vosotros deseáis tanto como nosotros.

Con respecto al trabajo, nosotros comenzamos a combatir con verdadera fuerza; estamos convencidos de que el salario es una de las infamias sociales y que el producto del trabajo, siendo una riqueza de la cual todos disfrutan, hace falta, en consecuencia, que todos cooperen realmente al trabajo. Estamos dispuestos a combatir de todas las maneras para obtener la justicia social. Nosotros queremos, por lo tanto, la regeneración moral, intelectual y material de nuestra clase para emancipar y hacer entrar las privilegiadas, aboliéndolas, en el grande, fecundo y honroso campo del trabajo, estableciendo así la igualdad sobre la tierra.

En Barcelona, los trabajadores tejeros, mecánicos, los obreros de fábrica, sostuvieron una huelga sobre la cual los periódicos burgueses de España y del extranjero han publicado muchas falsedades. Nosotros debemos hacer constar aquí que la huelga continuaba a fines de septiembre, a pesar de un contrato hecho y firmado por una comisión mixta o de arbitraje, compuesta de obreros y patronos, y que la huelga estaba sostenida por los esfuerzos solos de los obreros, o por las sociedades afiliadas al Centro Federal, que se ayudaban mutuamente para vencer al capital tiránico y monopolizador. Entre nosotros, los obreros catalanes, y pensamos que bien pronto los de la casi totalidad de la Península Ibérica, la solidaridad moral e intelectual es ya un hecho, a un tal grado que la solidaridad material no puede tardar mucho.

La cuestión de la instrucción, considerada como un medio de reunión de los diversos elementos revolucionarios, avanza. El ateneo de la Clase Obrera, institución para el desenvolvimiento intelectual y físico del obrero, dará bien pronto resultados evidentes. Para la enseñanza integral, nosotros comenzamos, y trataremos de poseer el gran capital de la fuerza intelectual, para destruir la iniquidad de las teologías y de los sabios burgueses.

Compañeros: por la perseverancia, la unión y la solidaridad en cada situación de la vida, en cada lugar del mundo, cualquiera que sea la nacionalidad, nosotros tendremos la paz y la libertad aboliendo el Estado; porque todos los hombres deben formar un solo pabellón y todos los pueblos una federación libre de asociaciones libres de obreros. Más eso no es todo. Hace falta la igualdad económica; hace falta que la propiedad sea colectiva y, para ello, hace falta la abolición del derecho de herencia. Sepamos por la reciprocidad del respeto afirmar la inviolabilidad y la dignidad humana: amemos al prójimo más que a nosotros mismos y a la humanidad más que a todas las cosas. Reivindiquemos y afirmemos internacionalmente el Derecho y el Deber social; la Justicia.

Compañeros: En nombre de todos los obreros de Barcelona y de la Península Ibérica en general: salud y fraternidad. Somos enviados hacia vosotros, nuestros hermanos, para aseguraros que España no será indiferente a vuestro movimiento y para estudiar cómo nosotros podamos en nuestro país hacer lo mejor y cooperar lo más a garantizar los intereses internacionales de los obreros y a obtener nuestra justicia y deseada redención.

Rafael Farga Pellicer, Gaspar Santiñón

¡Viva la III República Socialista Española!

¡Chávez… por Ahora… y para Siempre!



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Manuel Taibo


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