El sucio secreto de la era neoliberal es que estas ideas jamás fueron derrotadas en el campo de batalla de las ideas ni tampoco fueron abandonadas por el pueblo en las elecciones. Fueron expulsadas a base de "golpes" aplicados en momentos políticos clave. Cuando la resistencia fue numantina, fueron derrotadas mediante el uso de la violencia: aplastadas por los tanques de Pinochet, Yeltsin y Deng Xiaoping. En otras ocasiones simplemente fueron traicionadas a través de lo que denominó la "política vudú", como hizo el presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro con el equipo secreto de economistas al que recurrió después de las elecciones (y el secuestro generalizado de líderes sindicalistas); el abandono en reuniones a puerta cerrada del Freedom Charter a favor del plan económico secreto de Thabo Mbeki; o los exhaustos afiliados de Solidaridad rindiéndose ante la terapia del "golpe" económicos después de las elecciones a cambio de una vía de salida: Precisamente porque el sueño de igualdad económica es muy popular y, por tanto, muy difícil de derrotar en una lucha justa, es por lo que se adoptó en un principio la doctrina del "shock".
En Rusia muchos consideran la era de Putin como una reacción similar contra la era de las terapias del "shock". Con decenas de millones de rusos empobrecidos todavía excluidos de los beneficios del rápido crecimiento económico, a los políticos les resulta sencillo provocar la ira de la opinión pública contra los hechos de principios de los años noventa, que frecuentemente se presentan como un conspiración internacional diseñada para hacer hincar la rodilla al imperio soviético y para poner a Rusia "bajo control extranjero". Aunque las acciones legales de Putin contra varios oligarcas han sido en su mayor parte simbólicas —hay una nueva casta de "oligarcas estatales" creciendo alrededor del Kremlin—, el recuerdo del caos de los años noventa ha hecho que muchos rusos estén agradecidos a Putin por restaurar el orden.
Los incidentes de violencia étnica suben un 30% cada año y en 2006 se denunciaban casi a diario. El eslogan "Rusia para los Rusos" tiene el apoyo de casi el 60% de la población. "Las autoridades son plenamente conscientes de que su política social y económica no está consiguiendo ofrecer condiciones de vida aceptables a la mayoría de la población", dijo Yuri Vdovin, un activista antifascista. Y, sin embargo, "todo los fracasos en ese sentido son supuestamente debidos a la presencia de otras personas cuya religión, color de piel o herencia étnica no es la correcta".
Es una amarga ironía que cuando se recetó la terapia de "shock" para Rusia y Europa oriental sus dolorosos efectos se justificaran como la única forma de evitar que se repitieran las condiciones que en la Alemania de Weimar habían servido de caldo de cultivo para el surgimiento del nazismo. La exclusión despreocupada de decenas de millones de personas producto de las políticas de los ideólogos del libre mercado ha llevado a una situación explosiva aterradoramente similar; una población orgullosa que se siente humillada por fuerzas extranjeras y que busca recuperar el orgullo nacional cargando contra los colectivos más débiles
A pesar de la afirmación de la administración Gringolandia de que el siglo XX terminó con una "victoria decisiva" del libre mercado sobre toda forma de socialismo, muchos países de nuestra América comprenden perfectamente bien que lo que había fallado en Europa oriental y partes de Asia era el comunismo dictatorial. El socialismo democrático, entendiendo como tal no sólo los partidos socialistas que alcanzaban el poder a través de elecciones libres sino también las empresas y tierras dirigidas de forma democrática, había funcionado en muchas regiones, desde Escandinavia hasta la pujante e histórica economía de cooperativas de la región de Emilia-Romagna en Italia. Lo que Allende trató de llevar a Chile entre 1970 y 1973 fue una versión de esta combinación de democracia y socialismo.
Gringolandia siempre ha considerado que el socialismo democrático es una amenaza mucho mayor que el comunismo totalitario, al que era sencillo demonizar y caracterizar como el gran enemigo, En los años sesenta y setenta la táctica preferida para lidiar con la inoportuna popularidad del desarrollismo y el socialismo democrática fue tratar de equipararlos con el estalinismo, desdibujando deliberamente las clarísimas diferencias entre la forma de ver el mundo de ambas tendencias (hoy se utiliza una táctica similar al equiparar todo tipo de oposición con el terrorismo). Un ejemplo diáfano de esta estrategia se encuentra en los primeros días de la cruzada Gringolandia, enterrado en la información desclasificada sobre Chile. A pesar de la campaña de propaganda financiada por la CIA para pintar a Allende como un dictador al estilo soviético, lo que de verdad preocupaba a Gringolandia sobre la victoria de Allende en las elecciones lo expuso Henry Kissinger en un memorando a Nixon: "El ejemplo de un gobierno marxista democráticamente elegido y que consigue éxitos en Chile con toda certeza tendrá un gran impacto —y servirá de precedente— sobre otras partes del mundo, la expansión por imitación de fenómenos similares por todo el mundo afectará significativamente al equilibrio mundial y a nuestra propia posición en él". En otras palabras, había que elimina a Allende antes de que se propagará su tercera vía democrática.
—El sueño que él (Allende) representaba nunca fue derrotado. Fue, como dijo Walsh, temporalmente silenciado por miedo, el pueblo chileno obligado a esconderse bajo tierra.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!