Las manifestaciones de rechazo al gobierno de Nicolás Maduro son evidentes, la abstención de más de 71% en las elecciones del 20 de mayo, es demostración de rebeldía, aunque el CNE diga que fue un 48%. Ese descontento, no es solo a su gestión sino un grito unísono al propio Presidente Maduro para que termine su mandato de una buena vez. La población venezolana comprendió que esto es peor que el mal anterior de la IV República. La ciudadanía quiere su salida del gobierno. En las calles, en cada acera, en las colas, cuando hay que utilizar perreras como transporte, al ver que en la nevera sólo hay un pedazo de ocumo y agua, en las redes sociales, en todas partes y en cada circunstancia de empobrecimiento, surge la tristeza y el dolor de ver como se deterioró la vida del venezolano. Claro que un ministro, diputado, alcalde, gobernador, un militante lleno de mitos heroicidad antimperialista, tiene que hablar bien de Maduro y sus mentiras. Ellos forman parte de la corte intocable, sumisa y útil para enlodar las voces disidentes que día a día se multiplican de manera indetenible.
Recientemente me detuve a ver el programa La Hojilla, donde Mario Silva no tiene límites para proferir ofensas y descalificaciones de todo calibre. La polémica línea editorial del conductor ya no está dirigida en exclusividad a los políticos y empresarios reconocidos que adversan el régimen. Ahora corta con su hojilla venenosa a todo el que se atreva a manifestar su descontento e inconformidad hacia estos mafiosos que se han adueñado de las instituciones y las riquezas del país, sumergiéndolo en la miseria y la desesperanza.
No solo en la Hojilla, también vemos algunos intelectuales bien pagados, que en el escenario internacional le dan la vuelta al planeta, predicen los conflictos de la geopolítica, pero la responsabilidad de los problemas de Venezuela la dejan cómodamente en el exterior. No son capaces de decir públicamente que Nicolás Maduro y su equipo de gobierno, han dilapidado el erario público de la forma más descarada y crearon un modelo social para la pobreza, que no aplica para ellos, evidentemente. Mientras más difícil sea vivir diariamente, menos peligro corre el sistema político dictatorial implantado en Venezuela.
En las pasadas elecciones del 20 de mayo, han demostrado, una vez más, lo que son capaces de hacer los que tienen el poder. Los conjurados contra el pueblo, desde el gobierno, justificaron unas elecciones a las que no acudió nadie, la ausencia prevaleció en todos los centros electorales, juramentaron al Presidente electo sin mayor decoro y se entregaron credenciales a unos diputados regionales absolutamente desconocidos. Todo un montaje de lo más sucio y premeditado.
¿Hasta cuándo se prolongará la angustia y la desesperanza?