Al examinar nuestro pasado evolutivo y nuestra historia como
cazadores-recolectores igualitarios, cooperativos y solidarios en la
comunidad primitiva, disipamos la falsa idea de que los seres humanos,
por su propia naturaleza, son competitivos, agresivos e
individualistas. Los seres humanos tenemos todas las aptitudes
psicológicas y sociales para vivir de manera diferente y la
desigualdad no es inevitable.
Así lo manifiestan los profesores de epidemiología Kate Pickett y
Richard Wilkinson, autores de varios libros y otros estudios acerca de
los efectos de las desigualdades sociales en Estados Unidos, en su
nuevo libro titulado The Inner Level (El Nivel Íntimo), en el que se
apoyan en un sólido conjunto de argumentos para demostrar que "la
desigualdad devora el corazón del mundo íntimo y las ansiedades
sociales de la gran mayoría de la población".
En The Inner Level, la evidencia que muestran los autores sobre el
impacto de la desigualdad en el bienestar mental es sólo una parte de
la nueva situación. Los profesores Pickett y Wilkinson cuestionan dos
mitos clave que algunos utilizan para justificar la perpetuación y
tolerancia de la desigualdad.
Cuando abordamos la falsa idea de que los niveles actuales de
desigualdad reflejan la existencia de una justificable meritocracia en
la que ascienden los de más capacidad natural y languidecen en el
fondo los incapaces, comprendemos que, por el contrario, son las
desigualdades en los resultados las que limitan la igualdad de
oportunidades; las diferencias en los logros y los logros mismos son
impulsados por la desigualdad, no sus consecuencias.
Pickett y Wilkinson, sostienen que la desigualdad es un obstáculo
importante para la creación de economías sostenibles que sirvan para
optimizar la salud y el bienestar tanto de las personas como del
planeta debido a que el consumismo tiene que ver con la mejora de uno
mismo y la competencia por el estatus se intensificada con la
desigualdad.
Una encuesta reciente de la Mental Health Foundation halló que en un
momento dado del pasado año el 74 % de los adultos en el Reino Unido
estaban tan estresados que se sentían abrumados e incapaces de
sobrellevar la situación. Un tercio tenía inclinaciones suicidas y el
16 % se había autolesionado en algún momento de su vida. Estas cifras
eran mucho más altas entre los jóvenes.
En Estados Unidos, las tasas de mortalidad crecen sin cesar, sobre
todo para hombres y mujeres blancos de mediana edad, debido a la
"desesperación", que incluyen las muertes por adicción a drogas y al
alcohol así como los suicidios y muchos accidentes de autos. Una
epidemia de angustia parece estar afectando a algunas de las naciones
más ricas del mundo.
Estudios realizados en 28 países europeos muestran que la desigualdad
aumenta la ansiedad por el estatus en todos los grupos de ingresos,
desde el 10% más pobre hasta el segmento más rico.
Otro estudio sobre cómo la gente experimenta un estatus social bajo,
tanto en los países ricos como en los pobres, encontró que, a pesar de
las enormes diferencias en sus niveles materiales de vida, en todo el
mundo las personas que viven en la pobreza relativa tenían un fuerte
sentimiento de vergüenza y auto-odio. Estar en la parte inferior de la
escala social se siente igual si se vive en un país rico que si se
reside en uno muy pobre.
Aunque parece que la gran mayoría de la población está afectada por la
desigualdad, respondemos de diferentes maneras a las preocupaciones
que genera la forma en que otros nos ven y nos juzgan. Una de esas
maneras es sentirnos agobiados y oprimidos por la desconfianza, los
sentimientos de inferioridad y la autoestima deprimida, y eso conduce
a altos niveles de depresión y ansiedad en sociedades más desiguales,
afirman los autores de The Inner Level.
Los síntomas psicóticos, como los delirios de grandeza, son más
comunes en los países más desiguales, al igual que la esquizofrenia.
El narcisismo aumenta a medida que aumenta la desigualdad de ingresos,
según mediciones de la Narcissistic Personality Inventory (NPI) a
partir de muestras sucesivas en la población estadounidense.
Otra muy extendida respuesta a la necesidad de superar lo que los
psicólogos llaman la "amenaza evaluativa social" es a través de las
drogas, el alcohol o el juego, mediante la alimentación como
reconfortante, o a través del consumo de estatus y el consumismo
conspicuo. Aquellos que viven en lugares más desiguales son más
propensos a gastar dinero en automóviles caros y a comprar bienes de
estatus; y son más propensos a tener altos niveles de deuda personal
porque tratan de demostrar que no son "gente de segunda clase" al
poseer "cosas de primera clase".