El triunfo de Lula tiene gran importancia y trascendencia para proseguir la integración entre los pueblos de Sudamérica. La derrota de Lula significaba un obstáculo muy grande en la continuidad de la integración. Para Venezuela, la derrota de Lula significaba el deterioro de las relaciones que, como nunca jamás en el pasado, se han estrechado entre los dos países, con la firma de acuerdos de cooperación económica y de otro tipo. La derrota de Lula significaba para Brasil, volver al ALCA; a la privatización de empresas estatales, entre ellas Petrobras; significaba acentuar el neoliberalismo sin freno ni medida; significaba volver al Fondo Monetario Internacional; significaba negarle al pueblo de Bolivia la decisión de ser dueño de sus recursos naturales y el derecho a administrar dichos recursos. La derrota de Lula significaba el fin de la integración para la solidaridad y el desarrollo de economías complementarias, en lugar del añejo concepto de integración, sólo con fines económicos, para realizar negocios de empresarios entre sí y con las transnacionales del capital, a espaldas de las mayorías nacionales. La derrota de Lula significaba para el pueblo pobre de Brasil renunciar a lo que han sido políticas sociales de distribución de tierras, lucha contra la pobreza, mayor educación y salud, para continuarlas y profundizarlas.
Brasil está en el centro de ese gran arco formado por sus fronteras desde Surinam a Venezuela, Bolivia y Uruguay. Geográficamente Brasil ocupa el centro de la extensa periferia de naciones que lo circunda, es como el crupier (cortador o tallador de cartas) que desde el centro de la mesa, distribuye el juego. Periferia de países que nunca se habían detenido a mirar hacia Brasil y muy poco a mirarse entre sí, porque su único polo ha sido el Norte opresor y violento. Pero, con el nuevo concepto de integración, nuestros países descubren haber vivido de espaldas a Brasil y ahora es necesario tenerlo de frente: ¡el vuelvan caras! A excepción de Chile, todos los países sudamericanos tienen frontera con Brasil. Su ubicación geográfica lo convierte en polo de provechosas relaciones de todo tipo. Brasil es el imán que atrae por su magnetismo económico, extensión territorial, inmensa red fluvial, pujante economía, extraordinaria riqueza amazónica, el fútbol, el carnaval y la samba.
Los procesos de integración comienzan por el vecino y luego saltan a la escala geográfica de países distantes. Allí radica la racionalidad de la integración entre iguales, para la solidaridad, la complementariedad económica, la cooperación leal y sincera como la que existe entre Cuba y Venezuela y entre ésta y Bolivia, sin los fines bastardos de la ganancia capitalista. Bolivia, “hija predilecta del Libertador”, debe recibir la cooperación en todo y para todo. Debe enterrar 500 años de dominio oligárquico e imperialista. El triunfo de Lula favorece esa cooperación e integración.
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