El madurismo más que en sistema político aberrante se ha convertido en una especie de secta satánica, que no solamente destruye a su antojo la biodiversidad más rica del planeta, sino que con la explotación de la minería ilegal en donde también son masacrados seres humanos por parte de mafias, semejantes grupos irregulares se conforman en la estructura del poder en Miraflores y legalizan la "exportación" del oro en un oscuro "convenio bilateral" con Turquía, sin conocimiento de la Asamblea Nacional, y menos sin consultarle al pueblo sobre tales acciones "comerciales" y económicas.
En tal sentido, es irónico escuchar al presidente turco al estilo de los más conspicuos comerciantes extranjeros decirle a un pueblo azotado por el hambre: "Nosotros vamos a cubrir la mayoría de las necesidades de Venezuela. Tenemos esta fuerza, tenemos esta oportunidad" ¹, mientras Maduro lo invita a impulsar inversiones en el oro. O sea, que tenemos por analogía, el encuentro de dos hombres que por razones de conveniencia se hacen amigos, uno de ellos es muy rico en propiedades, pero no puede vender tales activos porque se encuentra desprestigiado y sancionado por mala paga, mientras que el otro es un perverso capitalista que sólo se aprovecha de las "oportunidades" en donde pueda explotar a quien se le subyugue por necesidad extrema.
Verbigracia, en este caso la cabeza de familia del madurismo le dice al comerciante turco que le entregará a su hermosa hija, que además es virgen para que la viole y explote sexualmente, con plena autorización de convertir los espacios donde vive, en una suerte de prostíbulo sin control alguno, sólo a cambio de recibir una mínima porción de su valor que le permita seguir llevando una vida de derroche y malversación de fondos, aunque sus miembros por consanguinidad y afinidad mueran de inanición, o por falta de medicinas.
Ante tal realidad, no es nuevo tal "convenio" entre Turquía y Venezuela, sólo que en éste contexto, la visita del presidente turco a nuestro país, comprueba que se han convertido en los únicos manipuladores del oro que de manera irracional es explotado desde el sur de Guayana, donde curiosamente, el madurismo evita que los destinatarios de tal recurso minero – aunque también lo explotan - sean China o Rusia por razones obvias de que si el régimen no les paga sus deudas con petróleo, tales naciones les puedan terminar embargando el precioso metal.
En otras palabras, lo que el madurismo ha firmado con el represente político de los turcos es la entrega absoluta de la minería en Venezuela, a cambio del único postor que se presentó en semejante subasta antes de que fuera declarada desierta, con el aval de no generarle ninguna demanda internacional por los posibles daños que las contrataciones derivadas del presidente turco pudieran causar sobre Canaima y nuestros pueblos indígenas, o comunidades aledañas.
En definitiva el programa de una cucharada de lentejas como "alimentación" escolar y hospitalaria que reciben nuestros niños y adolescentes en sus escuelas y liceos, o los propios infantes, mujeres u hombres que yacen en los hospitales, y en unas dizque "cajas de comida", es lo que Erdogan asegura satisface las necesidades de los venezolanos, mientras sus turcos se llevan el lomito, que en esta "oportunidad" es oro puro.
En síntesis, el negocio del turco Erdogan con Maduro queda expresada en la construcción lingüística: "Dame oro y te envío lentejas". A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
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Nota: En mi anterior artículo cometí el error, que por lo general siempre repito con el nombre del presidente de México, al llamarlo Antonio en vez de Andrés. Prometo en lo sucesivo ser más cuidadoso, y no volver a repetir semejante equivocación. Pido excusas a mis lectores(as) y al propio presidente de la nación azteca.