No soy amigo de las comparaciones ni de los paralelismos históricos, pero quizás hacer metáforas con la historia y sus hitos, nos permite entender como avanzan los fenómenos políticos y sociales de nuestro tiempo y más en este subcontinente que arrastra males estructurales de grandes similitudes entre sus países, pero a su vez, con marcadas especificidades entre sus sociedades. Este ejercicio imaginario es curiosamente acertado a la luz de los recientes resultados electorales en Perú y Ecuador, países en los cuales el Presidente Hugo Chávez fue empujado a la arena del debate político electoral por la mano de los aspirantes presidenciales que se declararon así mismos como enemigos ideológicos del Presidente venezolano. La finalidad de esta acción era neutralizar o contener el avance de las candidaturas de gran contenido popular y nacionalistas, afines (pero no necesariamente equiparables) a la Revolución Bolivariana, tal como fueron los casos de Ollanta Humala en el Perú y de Rafael Correa en Ecuador.
En el caso peruano, el entonces candidato socialdemócrata Alan García llamó al Presidente Hugo Chávez “sinvergüenza”, por haber propuesto a Colombia y a Perú congelar el proceso de ratificación de sus respectivos TLC con EEUU y así evitar la salida de Venezuela de la CAN y lo emplazó a que "interrumpiera su venta de petróleo a Estados Unidos", esto motivó una dura respuesta por parte del Presidente Chávez, quien públicamente ha dicho que no callará ante ataques personalizados. Inmediatamente “La Internacional de los Medios” tomó las declaraciones del Presidente Chávez y asumió que Chávez intervenía en el proceso electoral peruano, sin acotar que Chávez sencillamente respondía a una agresión directa y personalizada del ahora Presidente peruano. Esto fue hábilmente manejado por García que hizo de Chávez un monotema en su campaña, con ello logró tocar la enraizada fibra nacionalista de los peruanos y finalmente presentar a Ollanta como un candidato sin personalidad propia, manejado por una fuerza extranjera, que haría del Perú un país peón de Chávez. Es así, como lo impensable pasó, un Alan García que apenas se situaba de tercero en lo sondeos iniciales y desprestigiado por su pasado, logró remontar en las encuestas y hacerse de la presidencia, montado en una estrategia de discurso nacionalista y atemorizante, la cual le rindió frutos en una nación marcada lamentablemente por un anti-venezolanismo, cultivado desde tiempos de la independencia, cuando intelectuales y posteriormente historiadores peruanos atacaron y criticaron ferozmente el papel de Simón Bolívar y de los venezolanos en el proceso de independencia del Perú, acusándolos de expansionistas, divisionistas e intervencionistas.
Ollanta hizo intentos desperados por parecer desligado de todo referente a Chávez, lo cual melló paulatinamente su credibilidad (nadie creía que tanta similitud en sus discurso con Chávez no implicará por lo menos una mínima afinidad ideológica), sus negativas no eran aceptadas como de buena fe y se desplomó en las encuestas, mientras que García “el encantador de serpientes” encontró en Chávez su mejor arma electoral y un chivo expiatorio para explotar las más bajas pasiones de su electorado.
En el caso ecuatoriano, Álvaro Noboa, alentado por un sorpresivo resultado favorable a su candidatura en la primera vuelta, echó mano del tema “Chávez” con la intención de sepultar las aspiraciones del descollante Rafael Correa. El empresario olvidó una lección básica que nos da la historia, cada pueblo es una realidad distinta y se mueve en función de aspiraciones y necesidades distintas. Noboa tomó como muletilla la aseveración que el Presidente de Venezuela era "comunista" y su "amigo" Correa, era su seguidor, que además era su financista e hizo la promesa de que al llegar al Palacio de Carondelet suspendería relaciones diplomáticas con Venezuela y Cuba. El Empresario confiado en el precedente peruano no vaciló en perpetuar esta estrategia en la segunda vuelta. Nuevamente Chávez emplazado, pero esta vez por Noboa, rompe el silencio y le responde con su habitual contundencia, sin embargo las consecuencias serían muy distintas.
Si bien Correa criticó el pronunciamiento de Chávez, avaló su contenido y al mismo tiempo reiteró su amistad y su empatía ideológica con el venezolano. Correa tampoco tuvo inhibiciones al momento de señalar que “Perú y Colombia le habían dado una puñalada a la CAN al suscribir pactos bilaterales” con EEUU, lo cual en cierto modo lo acercaba al planteamiento de Chávez en contra de los TLC. Ya en la recta final la candidatura de Noboa entra en un espiral descendente y Correa echa el resto con su slogan “La Patria Vuelve”, Correa experimenta entonces un alza consistente en las encuestas. Noboa torpemente no supo medir que ni él era Alan García ni Correa era Ollanta, pero lo esencial es que Ecuador no es Perú. Los ecuatorianos históricamente han sentido respeto y consideración por Venezuela, el rol protagónico de Sucre en la batalla de Pichincha (la cual selló la independencia de ese país) y la enérgica voluntad de Bolívar de llevar la independencia hacia el Sur, marcaron hondamente a ese noble pueblo que aún hoy en día venera con auténtico respeto al cumanés Antonio José de Sucre. Por si esto no bastase, Chávez “per se” no es asunto de conflicto para los ecuatorianos, por el contrario, es admirado por muchos y le recuerdan con agradecimiento el gesto de su ofrecimiento de apoyar a Ecuador en la extracción y refinación de crudo, luego de la súbita salida de la trasnacional petrolera OXY.
Fue tan fatal el error de Noboa que en los últimos días de la contienda y ante el avance de Correa en las encuestas, evitó toda alusión al tema Chávez, metiendo la diatriba en el congelador, pese a que había sido unos de sus puntales de batalla. Ahora los resultados hablan por sí solos, el pueblo ecuatoriano decidió por una opción antiimperialista, nacionalista pero a la vez con un profundo sentimiento latinoamericano de integración. Correa hasta hace seis meses un desconocido en el escenario internacional y con sólo el cuarto lugar en las encuestas, alcanza hoy la presidencia del Ecuador, hasta ahora con más del 67.86% (32.14% de las mesas escrutadas) frente al 32.14% de Noboa, una diferencia lapidaria que difícilmente podrá remontar.
Ecuador nos hace recordar de nuevo la enseñanza que nos ha dejado la Historia. Para los patriotas de la independencia no era posible derrotar al último bastión del poder español en la memorable batalla de Ayacucho, sin primero haber consolidado lo logrado en las determinantes victorias de Bomboná y Pichincha, en este caso me arriesgo a decir que si los defensores de la Patria Grande aspiramos llegar a un decisivo Ayacucho, era entonces fundamental primero triunfar en Pichincha. Son Metáforas, pero no por ello dejan de ser realidades.