Son incalculables los esfuerzos y recursos que la oposición ha invertido para maquillar la naturaleza de sus planteamientos de corte neoliberal y privatizante, que aspiran derrumbar la institucionalidad bolivariana y reemplazarla por un Estado manumiso y enclenque. Este macabro proyecto pasa también por el desmonte de la audaz y exitosa política exterior desarrollada en el gobierno del Presidente Chávez desde 1999.
Son preocupantes algunos de los aspectos que pueden identificarse en este plan para desajustar la apuesta firme y soberana que el gobierno bolivariano ha desplegado en la defensa internacional de los intereses del Estado venezolano: el rechazo expresado por la MUD y su candidato a la concepción de un nuevo orden mundial pluripolar y su silencio cómplice frente al nefasto intervencionismo de las potencias en el norte de África y en Medio Oriente; la negación al uso razonado y estratégico del recurso petrolero como herramienta de negociación y de cooperación en la diplomacia venezolana; el desprecio a las alianzas estratégicas con países emergentes como China y Rusia; la deliberada indiferencia con la que asumen el régimen punitivo que algunos factores del congreso estadounidense y del departamento de estado han promovido contra Venezuela y sus instituciones mediante sanciones comerciales y financieras injustas; la subestimación y la abierta oposición de la MUD y sus voceros en contra los procesos de integración regional de carácter político y social en los cuales Venezuela ha participado activamente como la creación del ALBA y la CELAC; la incorporación de Venezuela al Mercosur y su abierta inclinación por revivir aquellos esquemas de integración economicistas en los cuales solamente ganaba el gran empresariado; y su falsa y acomodaticia concepción sobre la defensa de la libertad de expresión y los derechos humanos. Estos son sólo algunos de los preceptos que demuestras la auténtica naturaleza de la propuesta opositora.
Sin duda hoy más que nunca, un Estado que aspire a desarrollar una política exterior soberana, debe asumir riesgos y costos por mantener posiciones valientes y autónomas frente a los grandes poderes mundiales, y más aún cuando las instituciones propias del Derecho Internacional lucen cada vez más, como apéndices de dichos poderes que como garantes del equilibrio del sistema internacional. Por ello, la actual política exterior venezolana, constituye un claro obstáculo para el proyecto neoliberal de la MUD, que aspira a que Venezuela regrese a su antigua condición de aislado “satélite” de un bloque hegemónico de poder mundial, a expensas de someter nuestro petróleo a la depredación de las grandes trasnacionales.
Más allá de la evidente amenaza que significa para nuestra patria el proyecto de Capriles, existe otro factor más preocupante respecto al viraje que anhela dar la derecha venezolana a la política exterior; Este factor tiene que ver con la franca ignorancia desplegada por el Señor Capriles en lo que se refiere a política exterior y política internacional. Sus posiciones sobre temas de interés geopolítico e histórico son lamentables. No es posible por razones de espacio, profundizar en estos desatinos, sin embargo vale la pena subrayar las posiciones que Capriles ha sostenido frente a dos actores fundamentales en el tablero de la política exterior venezolana, como son Estados Unidos y Colombia.
Respecto a Estados Unidos, Capriles ha mantenido una conveniente distancia. Sin embargo el día 01 de octubre, a escasos seis día del proceso electoral, el candidato de la MUD ha señalado que Estados Unidos “debe cambiar su relacionamiento con la región”; este triste comentario refleja lo poco informado que está el candidato sobre la región; Capriles no ha entrado en cuenta que gracias a las victorias populares de los gobiernos progresistas y a sus posiciones de dignidad y soberanía, Estados Unidos se ha visto obligado a cambiar su relación con la región desde hace ya un buen tiempo, así quedo demostrado en la pasada Cumbre de las Américas en Cartagena y más atrás en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata de 2005, en la cual la administración Bush observó con impotencia como se hundía el proyecto bandera estadounidense para la región: el ALCA. Capriles desconoce esto porque sencillamente trata de emular un discurso, que ya no es discurso sino que es acción.
Más grave aún resulta las posiciones de Capriles frente al vecino país. Con Colombia nos une una cruda realidad fronteriza que obliga a Venezuela a asumir un costo social y político indeseado por cuenta de un conflicto ajeno. Además, con Colombia, nos queda pendiente una agenda territorial, en la cual el Golfo de Venezuela sigue presente. En este punto, nuevamente la ignorancia de Capriles es colosal. En su afán por unir las fuerzas antichavistas más comprometidas del continente, el candidato de la MUD y sus más coloridos agentes han estrechado abiertamente y tras bastidores nexos con los factores más oscuros de la parapolítica colombiana. Por otra parte, el candidato de la MUD ha reprochado la supuesta complacencia venezolana con los grupos irregulares en la frontera, fortaleciendo con ello la tesis según la cual Venezuela es la responsable de la violencia colombiana (Uribe Dixit). Capriles obvia por completo la responsabilidad del estado colombiano en dicha frontera, y se coloca al servicio del discurso bélico de algunos sectores de la élite neogranadina y de los perros de guerra.
La guinda de la torta del señor Capriles, fueron sus declaraciones del 09 de mayo de 2012 al periodista colombiano Yamid Amad, en las cuales afirma que en su eventual gobierno someterá el tema del Golfo de Venezuela a las instancias internacionales; con esta afirmación Capriles prácticamente dobla el brazo frente a Colombia, favoreciendo así la posición del vecino país de someter el diferendo a la Corte Internacional de Justicia y rompe con la posición histórica de Venezuela de mantener el diferendo en un estricto plano de negociación bilateral y sin intermediarios. Al mismo tiempo Capriles guarda silencio cómplice sobre los grandes planes de Colombia para la expansión de su frontera agrícola y la explotación de los recursos naturales en la Orinoquia y otras regiones de frontera que tendrían un gran impacto ambiental para ambos países. Proyectos que tienen como meta posicionar a Colombia como un país modelo y potencia, que haga claro contrapeso al proyecto bolivariano de Venezuela. En resumen: como dice mi tío, la ignorancia es atrevida, pero en este caso no solo que es atrevida sino también osada.
Robinson Zapata Taborda
Internacionalista y Abogado
zapatarobinson@yahoo.com