El imperialismo, al mantener a estos países en una situación desigual, carga sobre ellos las consecuencias de las distorsiones operadas en la economía propia. A ello se debe que los precios de las materias primas sean los más bajos en estos quince años, a ello se debe la caída de los precios del petróleo y la falta de alimentos. El imperialismo, al explotar a los Estados emergentes, se lucra y enriquece. En gran medida, por medio de estos países, financia él la carrera de armamentos. Que por una parte está la deuda de billones de dólares de los países en desarrollo, y por la otra, las superganancias de las transnacionales y los Bancos.
La capacidad de interrumpir súbitamente el orden social está dada y hemos perdido el control político y moral para que no descarrilen principios básicos como la igualdad y la democracia. Hemos vivido en un paréntesis de prosperidad, pero los poderosos del mundo están empeñados en que no se repita. Sin embargo, si alguien consigue hacer algo en la Historia, esto sucede cuando se ofrece la posibilidad de expresar demandas, cuando se toma conciencia de lo que hay en la vida y ha madurado en el pueblo.
Y si en el mundo existen tales realidades, si sabemos que en este mundo los países, tienen el mismo destino, que vivimos en un planeta único, si aprovechamos sus recursos, si los intercambiamos y vemos que estos recursos no son inagotables, si comprendemos que es necesario utilizarlos de manera ahorrativa, que es necesario proteger la Natuleza y el medio ambiente, habremos comprendido que se trata de una realidad para todos nosotros, sin excepción alguna.
Cuando entiendes que los seres humanos son, todos y todas, sujetos de dignidad, entiendes que la risa, que desafía los marcos creados por los poderosos, es revolucionaria. Cuando te ríes con alguien bien puedes ir a asaltar con ella el Palacio de gobierno porque esa persona te va a cuidar. No se trata de un optimismo tonto, pero tampoco de un pesimismo paralizante. El pesimismo, al igual que los discursos apocalípticos que no dejan salida de ningún tipo, terminan siendo profundamente conservadores.
El liberalismo siempre ha querido presentar las reclamaciones de igualdad como la expresión de envidia de los pobres para con los ricos. Como si los ricos no se hubieran enriquecido sobre las espaldas de los pobres y al precio, casi siempre, de matar la dignidad. El motor de la historia son las desigualdades. Porque el conflicto, consustancial a la política, nace de las desigualdades, Por otro lado, las sequías, que son una constantes de la hambrunas ni las migraciones. La responsabilidad está en un modelo económico que ha convertido la tierra en una mercancía ficticia a la que no respeta y devasta. No podemos ser indiferentes en cuanto a los intereses de Nuestra América, y si ella piensa y estudia con atención, comprenderá que éstas responden a lo que arraigan los gérmenes del pensamiento y donde se incrementa la responsabilidad por preservar y consolidar nuestro hogar del nuestro continente.
—La derecha tiene la fuerza de lo que hay. La izquierda, la debilidad de lo que no es.
¡La Lucha sigue!