El Caguairán cubano sigue de pie

“Cada gran hombre es un iniciador porque ve más allá que los otros seres humanos y anhela sus propósitos con más vehemencia, fuerza y convención que otros hombres” —Georgy Plekhanov.
El dos de diciembre, Cuba entera, igual que todos los seres humanos en nuestro planeta que no creen en las recetas “milagrosas” del neoliberalismo globalizado, esperábamos con ansiedad la aparición de Fidel Castro Ruz en el desfile militar en honor del 50 aniversario del desembarco del yate Granma que cambió la historia del país y abrió el camino hacia el futuro para América Latina. Los presentes en la Plaza de la Revolución creíamos que en cualquier momento aparecería el barbudo comandante que ha guiado a Cuba durante estos difíciles cincuenta años, contra viento y marea y para preservar su país del ensañamiento del gigante norteamericano, hacia la construcción de una sociedad nueva donde nadie se acuesta pensando como sobrevivir mañana.

Pero Fidel no apareció y la certeza se hizo evidencia. Está enfermo el cagauirán cubano. Tanta tempestad ha soportado en los últimos cincuenta años este magnifico árbol tropical que se debilitó su resistencia y lo achacó la enfermedad. Ahora necesita reposo, esperando que las nuevas generaciones tomen el camino que él ha trazado. El comandante sabía que un día de estos tenía que pasar. Ya en el 2001, cuando cumplió 75 años, contestó a la pregunta de Quique Pesoa durante el receso del Congreso de Periodistas Latinoamericanos y Caribeños sobre qué pasará con la revolución cubana cuando Fidel “brillara en la montaña”. Dijo el comandante, como lo describió Miguel Bonasso: “ yo te digo que cuando este caballero, que tiene el honor de hablar contigo, estire el pie, entonces… no pasa nada. ¿Qué somos nosotros dentro de este planeta, y qué es este planeta dentro del Universo? ¿Qué va a pasar? Que la revolución nuestra se va a fortalecer, como se ha ido fortaleciendo desde el primer día hasta ahora”.

Es cierto que todos los seres humanos somos producto de nuestro tiempo y espacio y representamos simplemente unos momentos que desaparecen en un instante mientras que la vida sigue su curso inalterable. Tuvimos momentos de Cristo, Mahoma, Buda, Confucio, Platón Aristóteles, Descartes, Newton, Pascal, Leonardo, Tupac Amaru, Bolivar, Martí, Mariátegui, Sandino, Che Guevara etc. Todos ellos desaparecieron y no pasó aparentemente nada.

Sin embargo, todos estos hombres a diferencia de nosotros simples mortales, como dice Francisco Rebolledo en su novela “Rasero”, eran “inmortales” porque “eran rebeldes como los ángeles de Dios que no se resignaron a su triste destino de seres mortales y, osados, desafiaron a los mismísimos cielos para robarles un pedazo de su Gloria”. Fidel Castro Ruz pertenece a este grupo de rebeldes. Igual como ellos, con su inteligencia, disciplina, empuje, vehemencia, su persistente, terca y heroica lucha logró convencer a su pueblo y ganar su apoyo en la lucha por una Cuba soberana y nueva. Así los insurgentes vencieron al ejército de Batista con su armamento, mercenarios y asesores norteamericanos. Pero la lucha no terminó allí.

El Gran Patrón jamás le perdonó a Fidel su desafío. Durante estos cincuenta años los nueve presidentes norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, hicieron todo lo posible e imposible para poner fin a la revolución cubana. Invasiones, terrorismo, sabotaje, provocaciones, propaganda, asesinatos selectivos y siempre atentados contra la vida de Fidel, en total mucho más de cien. No lograron doblegar a Cuba socialista ni con la fuerza ni con el beso del futuro millonario y representante de Pizza Hut, Michael Gorbachev.

No entienden los globalizadores neoconservadores o neoliberales las enseñanzas de Plekhanov que dice en su ensayo “El rol de la personalidad en la historia”, que “algunos seres humanos tienen la capacidad de influir el destino de la sociedad. Pero esta influencia está determinada por las estructuras de la sociedad y sus relaciones con otras sociedades”. Desde este punto de vista, Fidel ha sido un iniciador pero su obra no termina con él sino sigue su curso siguiendo su orientación general que es determinada por otras fuerzas y entre ellas la voluntad y la sabiduría de su pueblo.

Mientras tanto Fidel Castro ya es un hombre inmortal. Es el hombre que inspiró y mostró el fértil camino de la verdad a otros iniciadores. Y así siempre será porque en esto consiste la dialéctica de la vida.

vicky.pelaez@eldiariony.com



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Vicky Peláez. El Diario Nueva York


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