El peor gobierno de la historia

En Guatemala cada vez que termina un gobierno decimos desahuciados después de la aporreada de cuatro años: que se va el peor de la historia del país, como si con eso les diéramos donde más les duele a los pícaros, pero a ellos ni cuillo. Y también decimos con el nuevo y sus primeras tranzas que ése es peor que el anterior y terminamos con la cola entre las patas casi canonizando criminales de gobiernos pasados con tal de darle en el ego al presidente de turno y, en ésas llevamos décadas acumulando rosarios de gobiernos malogrados y de patadas de ahogados, pero hasta ahí.

Porque en Guatemala ni el genocidio fue para tanto, se sigue negando y se habla de este como un rumor, como un chisme viejo con el que se le quisiera dañar la reputación a alguien, como el juego del teléfono descompuesto que pasa de generación en generación cada vez en una versión distinta y muy pero muy distorsionada. El dolor no es dolor sino es propio, el de lo otros que se lo soplen ellos.

Así se nos va la vida a los guatemaltecos, en aperchar remilgos de reprimendas de boca en boca y pavonadas en redes sociales, no nos da para más ni la dignidad, ni la memoria, ni las ganas, ni nada; cada cambio de gobierno es un desahucio en un país en ruinas lleno de ruines.

Porque es así, los ruines somos nosotros que permitimos todo y que preferimos hacer chistes de la tragedia para escabullirnos o nos hacemos las momias para irnos caminando de puntitas sin hacer ruido, porque muy salsas tampoco somos, no para lo que corresponde; el pellejo no nos da para tanto, ese lomo que lo pongan otros a nosotros nos encanta ir por la vida con el reuma de los cuatro años de aporreadas como grandes mártires después de una chamusca perdida en penales, arrastrando el ánimo pero con el orgullo intacto, esperando la revancha en la siguiente.

En Guatemala, la violencia gubernamental, la violencia de género, el racismo, la homofobia, la exclusión, la pobreza, la migración forzada, el ecocidio, son temas del realismo mágico, nada tan grave que atente a nuestra comodidad de sociedad pasiva que solo se alborota cuando le conviene.

Por esa razón gobiernos van y gobiernos vienen, llevándose la sangre de niños tiernos, la pureza de las flores en botón, la transparencia de los ríos despiertos, los cogollos de las cepas frondosas y las raíces que obliga a emigrar. Porque para nosotros es suficiente tener de qué hablar entre los reumas de las aporreadas cada cuatro años. Somos tan mediocres que el día que compongan el teléfono lo volvemos a descomponer para seguir negando el genocidio y si perdemos la chamusca la volvemos a echar la culpa al árbitro.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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