Es al gobierno a quien le corresponde dirigir en cada tiempo la capacidad coactiva del Estado. La multiplicidad de estructuras, lógicas, instituciones y objetivos que llamamos Estado está constantemente escuchando para tomar decisiones. Conviene hacer un fugaz repaso, sin orden de importancia y con múltiples variaciones y relaciones entre sí en su concreción real, a las lógicas y actores que influyen en las decisiones que afectan al Estado.
El gobierno de Hitler fue capaz de cambiar el Estado alemán, de la misma manera, aunque en otra dirección, que el gobierno laborista de Lloyd George cambió el Estado británico. En el vaciamiento del Estado social en España, tan responsables son los gobiernos de Felipe González y Aznar como los de Zapatero y Rajoy. Los grupos que se hacen con las riendas del Estado, salvo que salgan de una situación revolucionaria y mantengan un sólido apoyo popular, suelen crear las condiciones favorables para la expansión de ese grupo —que hoy suele ser una mezcla de los intereses del partido con los de aquellos que los financian y sus medios de comunicación—, si bien, esto es otra constante, siempre anunciarán que sus decisiones se hacen en nombre del interés general.
Al mismo tiempo que un gobierno puede aprobar el rescate bancario con dinero público y endurecer los requisitos para acceder a una pensión, otro puede cambiar las leyes para aumentar las ayudas públicas en vivienda o educación. Al igual que un gobierno puede cambiar una constitución para eliminar la autorización judicial de las escuchas telefónicas, endurecer los requisitos para obtener la nacionalidad o garantizar el pago de la deuda por encima de los derechos sociales, otro puede impulsar políticas públicas redistributivas participadas 0popularmente, vincular al Estado a unas formas u otras de integración regional, gravar las viviendas o renacionalizar servicios públicos antaño privatiza dos también por un gobierno.
Saber a quién escucha el Estado nos ayuda a entender que su condición de relación social lo hace un instrumento muy peligroso para esa misma transformación social y un instrumento determinante, cuando estás en otras manos, para alcanzar la transformación social. Para entender la complejidad estatal, atendamos a todas las instancias a las que "escucha" el Estado.
Es importante entender que el Estado real, el concreto de cada país, es selectivo en sus políticas, tiene predisposición a inclinarse, por esa herencia anclada en sus estructuras, defender lo que ya existe, a escuchar más unos intereses que otros, a reproducir más una lógica que otra. Históricamente, los intereses más escuchados no han sido los de las masas sino los de las clases minoritarias que, sin embargo, lograron hacerse con la hegemonía social, e hicieron pasar como interés general sus intereses particulares y afianzados mediante la obediencia.
Si bien es verdad que el Estado está predispuesto en una dirección determinada, no existe, por el contrario, ninguna predeterminación "necesaria" para que una u otra dirección sea destino inexorable. El Estado no es una persona que pueda hacer lo que quiera. Tiene una autonomía marcada por todos los sectores a los que escucha y por las luchas sociales pasadas y presentes, y está condicionado, en las sociedades capitalistas, por una lógica metabólica central: garantizar la propiedad privada y la tasa de ganancia que permite la reproducción del sistema. Esa autonomía le permite trabajar para aquellos que consigan hacerse hegemónicos en una sociedad.
Cuando el pueblo se relaja, la estructura estatal, como cualquier estructura, puede dedicar más tiempo y recursos a su propia reproducción. Pero eso sólo será consecuencia de esa relajación social. No es posible, como plantea el liberalismo, que sean los representantes los que se encarguen de la cosa pública sin que se vean lesionados, tarde o temprano, los intereses de la mayoría.
—¡Cuán difícil es el desprenderse de la sucia y pecadora riqueza!, "pues, con todas sus garras la burguesía se ha prendido a ella".
¡La Lucha sigue!