Quizás muchos se dejaron convencer con las fotos tomadas por la canalla mediática internacional -donde se ven los personajes sonrientes y en algunos casos enternecidos viendo a los gringos-, en la cumbre supuestamente antiterrorista que se celebró en Bogotá, Colombia, en la que contrariamente al objetivo de un evento de esta naturaleza, asistieron reconocidos genocidas, narcotraficantes y paramilitares, ente otros criminales.
Pero la realidad es que en la tierra de Santander lo que hay es indignación por las acciones del subpresidente santandereano, Iván Duque que, por proteger y afianzar su entorno delictivo y su servilismo al imperio norteamericano, ha sido capaz de humillar y poner en ridículo a las Fuerzas Militares de ese país, recibiendo con honores castrenses a un delincuente como Juanito Alimaña Guaidó.
Hacerle ese acto a un paraco terrorista como ese, es como hacerle honores militares a Jhon Jairo Velásquez, "Popeye", uno de los bandoleros más destacados del legendario narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, o a Salvatore Mancuso, comandante del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia.
Recordemos que Guaidó es un integrante de otra banda paramilitar denominada Los Rastrojos. Hay pruebas irrefutables. Las fotos no mienten, además, están verificadas tanto por las autoridades colombianas como venezolanas.
Las Fuerzas Militares de Colombia son en su conjunto una institución elitesca, cuya educación es privada con un costo que solo pueden pagar los ricos oligarcas de ese país; siempre han estado de espaldas al pueblo y en defensa de los gobiernos de turno, con el agravante de que en el Palacio de Nariño se les enquistó un grupo de narcoparamilitares de alto calibre, con la asunción al poder del delincuente Alvaro Uribe Vélez, amigo personal del capo Pablo Escobar Gaviria. Por cierto, el gran ausente en la cumbre terrorista de Bogotá fue este connotado paraco, responsable de los asesinatos de líderes campesinos a través del subpresidente Duque.
Uribe Vélez es el comandante mayor de los paramilitares, conocido en los bajos fondos por ser el ideólogo de descuartizar a sus víctimas con una motosierra en las llamadas casa de pique. Y aún manda, de hecho, esa matanza de campesinos en Colombia la ejecutan asesinos afectos a él. Por eso, Duque hace silencio de manos atadas, no puede enfrentar la situación, estaría yendo contra su mentor contra él hampón que lo llevó de la mano al Palacio de Nariño.
De allí que, en la práctica, el presidente no es el narcoparaco Iván Duque, sino Alvaro Uribe Vélez. Es el que da las órdenes, decide. Duque es una especie de muchacho de mandado. Y eso lo saben todos los colombianos dentro y fuera de su país.
Tengo cualquier diferencia con el sector castrense neogranadino, sin embargo, me niego a creer que en las filas de esas fuerzas armadas no haya oficiales honestos que les duela su institución, que les duela la patria. Debe haber en todos los componentes hombres dignos que, por lo menos sienten náuseas viendo a sus militares haciéndoles honores a un pelele, a un figurín, a un títere, a un fracasado, a un hampón, porque en el fondo los altos oficiales de Colombia están al tanto de la situación y saben muy bien quién es Juan Guaidó.
Hasta los medios de comunicación de la oligarquía santandereana que, en un principio le dieron todo su apoyo, ya se percataron de que Guaidó es un imbécil, un tonto útil, que sólo hace un show erigiéndose como presidente de Venezuela apoyado por los gringos y sus países satélites, tal cual es actualmente la Colombia de Uribe Vélez e Iván Duque. Esa prensa ahora lo ridiculiza, así lo hizo la Cadena Caracol en una entrevista a propósito de la cumbre terrorista de Bogotá. Los comunicadores no son tontos, menos los colombianos.
Los periodistas de todo el mundo saben que la parafernalia que armaron con la llegada de Guaidó a suelo santandereano y la organización de su posterior viaje a Europa, solo tiene como objetivo reflotarlo. Fue muy dura la derrota que le propinaron sus propios compañeros de la oposición terrorista en el parlamento venezolano, quienes se le voltearon por ladrón, descubrieron que se queda con todo el botín de dólares que le envían los gringos, para que siga con el teatro macabro de hacerse pasar como presidente de Venezuela.
Lamentablemente, el gobierno norteamericano ha gastado mucho tiempo y dinero y van a luchar por mantener su proyecto golpista con ese hampón hasta el final. Sacarlo del juego les ameritaría comenzar de nuevo, y eso pasaría por apelar a otro siniestro personaje que de momento no tienen a la mano, y hacer una inversión económica mayor. Por eso, si usted, camarada lector, camarada lectora, pasa por un edificio y ve a un hombre pintando allá en lo alto y se le parece a Juanito Alimaña Guaidó, no se le parece, es él, en ese empeño de los gringos de oxigenarlo de alguna manera, pero este imbécil se desinfló y ya no lo infla nadie en Venezuela.
Allá el psicópata Donald Trump y sus secuaces como Mike Pompeo, Elliott Abrams, que no lo quieren entender. Por estos días encendieron una llamita con la gira internacional, pero esa llamita se apaga. Guaidó perdió la calle por ladrón, cuestión que saben muy bien los militares colombianos, que ven como ese delincuente se roba el dinero de Monómeros, se robó el dinero de la estancia de los militares venezolanos en Cúcuta que desertaron para apoyarlo, se robó Citgo en EEUU.
No es la primera vez que Duque le hace honores militares a Guaidó, se los hizo en febrero de 2019, cuando toda aquella revuelta que se originó en el Departamento Norte de Santander con la supuesta ayuda humanitaria que resultó un fiasco, una mentira, ahora, repite tales honores, pero esta vez el subpresidente colombiano Iván Duque llegó al límite, su propia oligarquía y muchos oficiales de las Fuerzas Militares están indignados y rechazan esas degradantes acciones.
No debe ser fácil para un alto oficial con dignidad mirar a los ojos a sus subalternos y enviarlos a hacerle honores a Guaidó. Eso es una deshonra, una humillación evidente que, sin duda, causa roncha entre los militares honestos y verdaderamente patriotas de Colombia.