Después de casi cuatro largos años, al fin la "Brexit" se ha consumado este 31 de enero de 2020. El 23 de junio de 2016, y tal como lo pronosticamos, el Reino Unido votó de forma mayoritaria por su salida de la Unión Europea: 52% del electorado optó por irse y 48% favoreció la estadía en el Club de Bruselas (*). Inglaterra (53,4%) y Gales (52,5%) se decantaron por el adverbio afirmativo al "divorcio" y Escocia (62%) e Irlanda del Norte (55,8%) propinaron un espaldarazo a la UE. Por ende, Londres debía invocar el Artículo 50 de Tratado de Lisboa y se abriría un período de desacoplamiento que culminaría el 29 de marzo de 2019 (**). A pesar de los resultados tan contundentes de esa histórica jornada del 23 de junio de 2016, una considerable porción de los legisladores del Parlamento británico boicoteó -desde el minuto uno- cualquier acuerdo de separación "amistosa" con la Unión Europea, lo cual provocó inestabilidad gubernamental en Londres y ha costado el puesto a la antigua inquilina del 10 de Downing Street, Theresa May, quien en reiteradas oportunidades sometió a votación los convenios rubricados con Bruselas y estos fueron rechazados por Westminster. No podemos olvidar que el primer ministro conservador, David Cameron, tuvo que renunciar en 2016 ante el rotundo revés que significó el perder el referéndum del 23 de junio. En un acto de eminente soberbia, Cameron se embarcó en una consulta que estaba seguro de ganar -acerca de la permanencia o no en la UE- y se llevó la sorpresa de su vida. El nuevo primer ministro del Reino Unido, el también conservador Boris Johnson, quien arribó al poder el 24 de julio de 2019 (tras la dimisión de Theresa May) y arrasó en las elecciones generales del 12 de noviembre de ese mismo año, ha obtenido la aprobación legislativa de un pacto final con la UE y la entrada en vigor de la esperada "Brexit" a partir del 31 de enero de 2020.
Ahora bien, ¿por qué los habitantes del Reino Unido abrazaron -en vasta medida- la idea de la "Brexit"? ¿Cómo era posible que -contra todo pronóstico- dijeran que "no" a la UE? Simple. El pueblo británico, desde hace años, ha palpado el deterioro de su calidad de vida y en ello ha jugado un papel fundamental la ola de privatizaciones que empezó durante el mandato de Margaret Thatcher, a finales del decenio de 1970. Durante ese período se vendieron empresas estatales emblemáticas como British Telecom (telecomunicaciones), British Airports Authority (servicios aeroportuarios) y British Airways (aeronáutica civil). Para más inri, el cierre de las minas de carbón dejó a 20 mil trabajadores en la calle, diezmó los sindicatos y forzó una reforma laboral que precarizó el empleo en las islas británicas. La liberalización de la City de Londres, otro "logro" de Thatcher, provocó un incremento desmesurado del peso del sector financiero en la economía del Reino Unido, lo que tuvo consecuencias graves durante la crisis de 2008. La privatización de las viviendas sociales, en 1980, disparó el endeudamiento de las capas medias debido a las hipotecas solicitadas con el fin de adquirir dichas propiedades y esto aún tiene repercusiones en la actualidad. El abultamiento desmedido de los alquileres y los importes de los inmuebles, en urbes como Londres, tiene su génesis en esa medida ya cuarentona de los "tories". Thatcher gobernó hasta 1990, mas la fiebre de las privatizaciones no se detuvo allí: se concretó la venta de British Coal (carbón) y de las generadoras de electricidad Powergen y National Power. También se subastó British Rail (ferrocarriles) en el decenio de 1990 (***) y se comenzó la privatización paulatina del Royal Mail (correos) que se finiquitó en octubre 2015, lo cual hizo que por primera vez -en 500 años- el servicio postal no estuviese en manos públicas. O sea, en un lapso de cuatro décadas se ha desmontado el Estado inglés bajo la tutela y mirada complaciente de Bruselas, con todo lo que eso implica: despidos masivos, flexibilización del mercado laboral, aumento de tarifas, encarecimiento de la vivienda y consecuente empobrecimiento de la masa proletaria.
El Reino Unido entró a la Comunidad Económica Europea (CEE) [predecesora de la UE] en 1973 y fue su séptimo miembro. Antes, en 1951, se había creado la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), el germen de lo que es hoy la UE, con la participación de seis naciones fundadoras: Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Alemania Occidental, Francia e Italia. La integración económica era el preludio a la fusión política, algo que perseguía limar asperezas entre Alemania Federal y Francia, por ejemplo, cuyas heridas de las dos conflagraciones globales previas aún estaban frescas. El proyecto de la Europa comunitaria, que lucía muy lindo en el papel, fue secuestrado -poco a poco- por los banqueros del Viejo Continente y EEUU, sobre todo después de la muerte de Charles De Gaulle -en 1970- quien era acérrimo adversario de los poderes fácticos, del "establishment" británico y del imperialismo yanqui. Es a partir de allí que se fue desdibujando la fase "romántica" y "comeflor" de la CEE y ésta se convirtió en instrumento para el desmantelamiento de los Estados que la conforman. En algunos ha podido más que en otros, sobre todo dependiendo de la resistencia obrera en tales territorios y nos remitimos a los hechos: en el Reino Unido los sindicatos quedaron despedazados durante la regencia de Thatcher y por ello se ha alcanzado a privatizar casi todo allí, por el contrario, el aguante de los trabajadores en Francia ha sido clave para frenar la voracidad de las herramientas depredadoras de la abyecta economía neoclásica.
La abierta complicidad de Bruselas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en las draconianas medidas de ajuste ordenadas a los griegos, en años recientes, ha horadado la poca credibilidad que ostentaba la Unión Europea y ha hecho reflexionar a los habitantes de naciones como el Reino Unido, acerca de la pertinencia de quedarse o no en el bloque continental. El hecho de que la "Brexit" se haya consolidado después de tres años y siete meses de contratiempos, debe tener muy nerviosos y preocupados a los burócratas de Bruselas, así como a sus jefes supremos, los banqueros a ambos lados del Atlántico. El disparate de numerosos legisladores ingleses de desconocer la voluntad popular expresada en un referéndum público y notorio, es un papelón vergonzante que pasará a los anales de la Historia. Repugnante es el patético rol de Jeremy Corbyn, antiguo líder del Partido Laborista, quien proponía una segunda consulta al respecto. ¡Vaya locura! C'est-á-dire, las elecciones sólo son válidas si el resultado complace a la mafia de la UE, de lo contrario, hay que ignorarlas y hacer unas nuevas. ¡Qué descaro! Aunque sea difícil de creer, Corbyn, en 1975, votó a favor de que Londres abandonase la CEE (hoy UE). Hoy, sin tener moral para hacerlo, ataca a quienes respaldaron la "Brexit" en 2016 y posa como el más "europeísta" de todos.
Por lo pronto, uno de los valiosos pasos que ha dado el Reino Unido, como consecuencia de la "Brexit", es que no se aplicará en sus coordenadas la Directiva de Derechos de Autor de la UE, la cual limitaría -en el Viejo Continente- la publicación de contenidos en internet que estén sujetos a "copyright". Esto vulneraría la libertad de publicar en redes sociales o en otras plataformas digitales, piezas o fragmentos de material por los que deban amortizarse regalías. ¡Enhorabuena!
Lo cierto es que una "Brexit" exitosa es la sentencia de muerte para la UE: en otros países se atisbará el paradigma inglés y muchos seguirán el ejemplo de emancipación. La dictadura del capital que hay en Bruselas es lo más aberrante de este planeta y desaparecerá más temprano que tarde, puesto que el venidero colapso económico global acabará por hundir el buque sin rumbo de los 27. Antes de esa defunción definitiva, varios empezarán a saltar del navío escorado: Francia e Italia serían los primeros, entre otros como Austria o Países Bajos. La clase obrera del Reino Unido tiene una oportunidad histórica para reorganizarse con más ímpetu, frenar la venta del sistema público de salud (NHS) y cristalizar la renacionalización de ámbitos clave de la economía de esa nación. Es una deuda histórica. ¡Bienvenida sea la "Brexit"!
P.D. La "Brexit" será mucho más perjudicial para la UE que para el Reino Unido, aunque éste último deberá lidiar con la independencia de Escocia y la reunificación del Ulster con la República de Irlanda. No obstante, en el futuro, algo sí será una veracidad de las dimensiones de un templo: en dos lustros ya no habrá UE, mas sí Reino Unido (¿Proletario Unido?).
(*) Tirios y troyanos convalidaron el retiro de Londres de la UE. Partidarios de derecha e izquierda hallaron un punto de estridente consenso en este debate: Bruselas ha sido un "mal negocio" para los británicos y nadie lo puede negar. Por la salida votaron 17,4 millones y por la permanencia, 16,1 millones. Más de un millón de papeletas de diferencia. En Inglaterra, la brecha fue 1.921.410 votos a beneficio del "divorcio". Lo máximo de distancia que pudieron sacar los apologistas de la UE a la opción contraria, fueron 642.869 sufragios en Escocia. Voilá!
(**) Gracias al obstruccionismo parlamentario, no se pudo ejecutar la "Brexit" en ese instante. La cabeza de Theresa May rodó y la sustituyó en el cargo Boris Johnson, quien luego de prometer la "desconexión" para el 31 de octubre de 2019, tuvo que solicitar -a regañadientes- otra prórroga por culpa de Westminster. Son los comicios de noviembre de 2019, donde Johnson obtiene 365 escaños de 649, los que ratifican la "hoja de ruta" del primer ministro y confirman el último plazo para "desenchufarse" de la UE: el 31 de enero de 2020.
(***) La privatización de los ferrocarriles trajo consigo accidentes fatales en Southall (1997), Hatfield y Selby (2000), y Potters Bar (2002), los cuales arrojaron un saldo de 24 muertos y más de 93 heridos. El 29 de enero del presente año, el gobierno de Boris Johnson renacionalizó los ferrocarriles del norte de Inglaterra y así se ha cumplido -parcialmente- con un acariciado anhelo de los británicos.