1. El Éxito de Rusia
La Agencia Federal Medica-Biológica de Rusia (FMBA) acaba de anunciar un "esquema de tratamiento efectivo y seguro" contra el coronavirus COVID-19, capaz de superar la pandemia (peak of incidence) y controlarla efectivamente "en el futuro". El tratamiento se basa en la combinación del fármaco anti-palúdico "Mefloquine" con determinados antibióticos. El principio activo de este fármaco anti-malaria es la hidroxicloroquina, conocida desde hace medio siglo.
En palabras de la eminente neuróloga Veronika Skvortsova, ex ministra de salud y directora de la FMBA, la combinación de ambos medicamentos permite aumentar la concentración de agentes antivirales en el plasma sanguíneo y los pulmones. Esto "garantiza el tratamiento eficaz de pacientes con diferentes grados de infección del coronavirus", porque al inhibir su replicación se bloquea el proceso inflamatorio y el daño celular (efecto citopático) en el paciente. Vale enfatizar, que el tratamiento ruso fue desarrollado dentro de las normas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sobre experiencias científicas chinas y francesas que, mediante autopsias determinaron los daños pulmonares y de otros órganos internos, que produce el patógeno.
2. Medicina tradicional y avanzada en China
En las investigaciones chinas, además de las ciencias más avanzadas del Siglo 21, como la nanotecnología, la genómica, etc., juega un papel importante otro anti-palúdico, llamado Qinghaosu (artemisia annua), que fue descrito hace 2360 años por el médico Ge Hong en el Tratado de Emergencias Zhou Hou Bei Ji Fang (肘后备急方). Durante la guerra de Vietnam, en los años sesenta, cuando el presidente vietnamita Ho Chi Minh pidió al presidente Mao Zedong ayuda contra la malaria, una experta de medicina china tradicional, Tu Youyou, identificó el principio activo de la planta y desarrolló la artemisinina: un medicamento que salvó millones de vidas y le ganó el Premio Nobel de Medicina en 2015.
3. México: Desapareció el Medicamento del Mercado
En México, la hidroxicloroquina ha sido vendida cara por la transnacional francesa Sanofi bajo el nombre de "Plaquenil" y, a menos de la mitad del precio como "genérico", por Farmacias Simi. Cuando China mostró la eficacia de fármacos anti-palúdicos contra el COVID-19, y Estados Unidos, Canadá, Rusia y Francia comenzaron a investigarlos, se generó un doble efecto: subieron las acciones de Sanofi y desapareció el medicamento del mercado. A pregunta expresa al SIMICHAT, la empresa informa que "lamentablemente tenemos agotado este medicamento… El área correspondiente ya está trabajando en la situación para que, a la brevedad posible, se pueda tener disponible nuevamente".
La tendencia se hizo literalmente "viral", cuando Donald Trump twitteó, que ese fármaco podría convertirse en uno de los más grandes "game changers" en la historia de la medicina y urgió a la Food and Drug Administration (FDA) a "moverse rápidamente" para aprobar la combinación de hydroxychloroquina con el antibiótico azithromycin, como un tratamiento potencial contra el COVID-19. Advirtió también, que reduciría dramáticamente los "estatutos burocráticos" que dificultan potenciales terapias contra el coronavirus. Poco después, la FDA aprobó su uso limitado.
4. La Santa Alianza dice: No hay Terapia
Una Santa Alianza de lobbyistas de la industria farmacéutica, de médicos burócratas y de políticos inoperantes, ha entonado un gran canto mundial, cuya partitura repite incesantemente: "No hay cura". El argumento es que no hay suficiente evidencia clínica para usar el tratamiento experimental ruso, chino o francés, en la salud pública. En buen romance, hasta que las burocracias de los Ministerios de Salud nacionales no hayan aceptado las evidencias actualmente disponibles, no van a autorizar el uso del principio activo en cuestión, aunque el número de enfermos y muertos siga dramáticamente. En abstracto, este argumento canónico de los tecnócratas es correcto. En concreto --en el contexto pandémico actual-- es falso e irresponsable.
5. ¿Qué dice el método científico?
Para saber, si un fármaco es eficaz contra un patógeno, se comprueban experimentalmente dos parámetros empíricamente verificables: la eficacia y la seguridad. La eficacia mide si hay un efecto neutralizante o paliativo del fármaco. La seguridad, en cambio, evalúa si produce efectos negativos (daños colaterales) para el organismo del paciente. En una escala de complejidad creciente se busca demostrar ambos efectos en simulaciones computacionales, pruebas in vitro, "modelos animales" y, finalmente, seres humanos: primero, personas sanas y después enfermos. Los estudios serios deben ser aleatorios (randomized), al doble ciego (double blind) y usando grupos experimentales y de control. En su totalidad, este proceso puede tomar hasta diez años. La gran mayoría de candidatos químicos teóricamente posibles fallan en la etapa final de ensayos clínicos con el homo sapiens. ¿Por qué, entonces, es falso e irresponsable el argumento de los canónigos de la Santa Alianza en el contexto de la pandemia actual?
6. Pontífices en Bata Blanca
El sulfato de hidroxicloroquina es un inmunomodulador que se ha usado desde hace décadas en muchos países y contra varias enfermedades, tales como el paludismo, el lupus y la artritis reumatoidea. De ahí, que existe una evidencia empírica abrumadora sobre sus posibles efectos dañinos al organismo, es decir, la seguridad de su aplicación. El "Paquenil" de Sanofi, por ejemplo, fue autorizado por el Ministerio de Salud de Argentina, el 14 de septiembre de 2015. En las diez páginas del certificado de autorización estatal, alrededor de siete se refieren a contraindicaciones, reacciones adversas y precauciones. Su aplicación, como la de tantos otros medicamentos, debe realizarse, en consecuencia, bajo control médico y su venta debe ser por receta médica. Toda persona de sentido común estará de acuerdo con este procedimiento, al igual que en el caso de los antibióticos y psicotrópicos.
Sin embargo, a partir de esta situación decir, que no se tienen datos clínicos sobre la seguridad del fármaco en el combate al COVID-19, es simplemente irresponsable y cínico. Es irresponsable, porque es altamente improbable que los efectos toxicológicos del químico contra el coronavirus sean muy diferentes a aquellos efectos conocidos de su empleo contra las otras patologías mencionadas. Y es cínico frente a las víctimas, que pronto se contarán por millones en la India, África y otras partes del Tercer Mundo, que carecen de sistemas de salud pública básicos, incluso del agua. Ante la eficacia probada en Rusia, China y Francia y conocidos los riesgos toxicológicos del fármaco, la decisión sobre la vida y muerte de los seres humanos en peligro no puede quedar en manos de unos tecnócratas médicos, que no logran liberarse de sus dogmas metodológicos ante una catástrofe humanitaria mundial.
7. Emergencia sanitaria y Cura del COVID-19
"Se declara la emergencia sanitaria por causas de fuerza mayor", anunció el canciller mexicano Marcelo Ebrard el 30 de marzo, tras leer un decreto respectivo en representación del presidente. De esta forma, el gobierno de la 4ta Transformación intensifica sus acciones contra la pandemia. Ya el 27 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador había firmado un Decreto Ejecutivo, que tenía por objeto declarar "diversas acciones extraordinarias…en materia de salubridad general, para combatir la enfermedad grave de atención prioritaria generada por el virus SARS-CoV2 (COVID-19)". El decreto faculta la importación "libre", la adquisición sin licitación pública y el control de la especulación de precios y el acopio ilícito de insumos, necesarios para afrontar la contingencia actual.
8. Los enfermos tienen la última palabra
Sobre este decreto, el Estado mexicano debería asumir un papel más protagónico frente a la pandemia, impulsando, entre otras actividades, la producción, distribución y aplicación controlada de la hidroxicloroquina. Y debe dejar la última decisión de su uso a los adultos enfermos. Al fin y al cabo, son ellos los que se juegan la vida.
¡No necesitan tecnócratas y curas en bata blanca que decidan por ellos!
PD: A Maduro y Tarek William Saab los hacemos responsables a nivel mundial de la detención-desaparición del Profesor Javier Vivas Santana, realizada en la noche del 25 de marzo por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), a su cargo.