Elecciones en Bolivia: Análisis no apto para reformistas (I)

A raíz del resultado en las elecciones del pasado 18 de octubre en Bolivia, en las que triunfó el «Movimiento al Socialismo - Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos» (MAS-IPSP), diversas personalidades y organizaciones del «progresismo» celebran con euforia lo que han denominado: el regreso –o la recuperación– de la democracia en el país sudamericano, alabando la indefectibilidad del voto y de las urnas electorales, y, por ende, pretendiendo legitimar una «democracia» sin adjetivos incómodos –como por ejemplo «burguesa»– y las «elecciones» tradicionales de partidos políticos –como la vía exclusiva y excluyente para que los pueblos alcancen sus objetivos y logren sus intereses–.

Algunos lo han llamado «día histórico para el progresismo»[1]; otros tomaron figuras retóricas que usualmente emplean sin problema voceros de instituciones del Estado burgués, como «esta gran fiesta democrática»[2], «pueden ver respetado el voto popular»[3] o «retomar la senda democrática»[4]; enfatizando que se «reconquistó la democracia en las urnas»[5] o que «un grave conflicto se resolvió por la vía pacífica y democrática»[6]; y no faltaron quienes incluso afirmaron que «ha recuperado en las urnas, el poder que le fue usurpado por la oligarquía»[7] y que «Mientras el Imperio arrebata el poder político al pueblo con golpes y masacres; el mismo pueblo lo recupera con resistencia pacífica y lucha democrática»[8].

Esta es la línea conceptual y discursiva del «progresismo».

Es cierto que en su momento aplicó diversas medidas gubernamentales de contenido social en beneficio de amplios sectores populares en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, El Salvador o Nicaragua. Pero, en lo fundamental, al creer que ganar el gobierno es sinónimo de tener el poder, al negar el carácter de clase del Estado, al no asumir una concepción clasista revolucionaria, al promocionar los gatopardianos «Socialismo del siglo XXI» o «Socialismo del Buen Vivir» y, en resumen, al no apuntalar una genuina ruptura con las características y los valores intrínsecos del sistema capitalista, el «progresismo» –como ocurre con todos los procesos reformistas– más tarde o más temprano se constituye en un muro de contención de las fuerzas y los planteamientos de transformación revolucionaria, es decir, en un factor conservador y reaccionario.

A los entusiasmados voceros del «progresismo» se les podrían hacer un par de preguntas –que también puede intentar responder cada lector–: Si la fórmula presidencial del MAS-IPSP no hubiese ganado en primera vuelta o si al final hubiese ganado Carlos Mesa ¿eso quisiera decir que sí hubo fraude en 2019 y/o que no se recuperó la democracia en Bolivia?

A estas alturas del presente texto ya habrá saltado más de uno a decir: «Ah, y entonces ¿hubieses preferido que no ganara el MAS-IPSP sino el candidato de la derecha y del imperialismo?». No, claro que no, pero los comunistas no debemos alimentar vanas ilusiones con superficialidades, sino clarificar conceptos y abonar la organización y movilización obrero-popular, para superar revolucionariamente el sistema burgués, incluyendo al «progresismo» –engañoso y reformista, aunque esté preñado de buenas intenciones–.

Engels, uno de los padres del socialismo científico, hace casi 150 años nos aleccionaba que «Las libertades políticas, el derecho de reunión y asociación, y la libertad de prensa; esas son nuestras armas. ¿Debemos sentarnos y abstenernos mientras alguien intenta quitárnoslas? Se dice que un acto político por nuestra parte implica que aceptamos el estado de cosas existente. Por el contrario, mientras este estado de cosas nos ofrezca los medios para protestar en su contra, sería absurdo por nuestra parte no usar tales medios.»[9]

Hace unos años, en entrevista para un medio español, puntualizaba algunos aspectos que tienen palpitante vigencia:

«Hay que tener claro que el problema del poder no se ha resuelto […]; la clase obrera no se ha hecho con el poder […], por lo que la estructura del sistema burgués no ha sido modificada […]. El carácter del Estado lo determina la clase que ejerce la hegemonía, no la persona que coyunturalmente ostente la presidencia de la República –por muy buena o revolucionaria que sea esta persona–.

»Lo que comúnmente se denomina "revolución bolivariana" –con el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998–, implementó políticas anti-neoliberales pero no tenía un programa anti-capitalista […]. Y, a partir del 2005, el planteamiento del "socialismo del siglo XXI", en su ansia de alejarse de las experiencias marxistas-leninistas en la URSS y demás países del campo socialista, se acercó más al "socialismo" socialdemócrata muy del gusto de los reformistas Partidos Socialistas de Europa y Latinoamérica, y al denominado "Estado de bienestar" europeo.

»[…] Como marxistas-leninistas, entendemos que hasta la más "democrática" de las democracias burguesas viene a significar siempre la dictadura de la burguesía, por lo que jamás podrá haber verdadera democracia –entendida como poder del pueblo– mientras sea la clase de los privilegiados y los explotadores la que ostente el poder.

»[…] Y esta realidad no solamente no ha sido modificada por los procesos reformistas-progresistas de los últimos tres lustros en Latinoamérica, sino que su devenir la ha corroborado. Varios de estos «procesos» se han autodenominado "revolución", como en el caso de Venezuela, implementando importantes reformas, programas y políticas sociales en beneficio de las grandes mayorías históricamente excluidas, pero van llegando a su techo, al límite que les permite el propio sistema, en la medida de que no se propusieron ni maduraron hacia el objetivo de cambiar revolucionariamente las relaciones de producción capitalistas, desaprovechando un tremendo acumulado de ansia popular que ya se está convirtiendo en decepción, frustración y desmotivación, además de –en casos como el venezolano– un gran desprestigio hacia términos como "revolución" y "socialismo" […].»[10]

 


 

[1] @MashiRafael, 19 de octubre de 2020.

[2] @lugo_py, 19 de octubre de 2020.

[3] @LulaOficial, 19 de octubre de 2020.

[4] @ProgresaLatam, 19 de octubre de 2020.

[5] @dilmabr, 19 de octubre de 2020.

[6] @lopezobrador_, 19 de octubre de 2020.

[7] @DiazCanelB, 19 de octubre de 2020.

[8] @evoespueblo, 20 de octubre de 2020.

[9] Friedrich Engels, «Sobre la acción política de la clase obrera», 21 de septiembre de 1871.

[10] «Hay que tener claro que el problema del poder no se ha resuelto en Venezuela», 31 de marzo de 2017.



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Carlos Aquino G.

Dirigente del Partido Comunista de Venezuela PCV. Analista político. Periodista de investigación.

 caquino1959@gmail.com

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