Somos buenos cuando se trata de romper las cosas, pero construir nada

—Ewen Cameron, un norteamericano de origen escocés. En 1945 fue uno de los tres psiquiatras norteamericanos que testificó acerca de la salud mental de Rudolf Hess en los juicios de Nuremberg.

Cameron llevaba ya un tiempo muerto, pero había dejado un legado de docenas de artículos académicos y conferencias. También se habían publicado una gran cantidad de libros sobre el papel de la CIA en la financiación de los experimentos de control mental, obras que incluían muchos detalles acerca de la relación entre Cameron y la agencia. A principios de los años cincuenta, Cameron se había apartado del enfoque estándar freudiano, la "terapia conversacional", que se empleaba para deducir las "causas arraigadas" de las enfermedades mentales de los pacientes. Su ambición era recrear la mente de sus pacientes, en lugar de curarles o arreglar lo que fuera disfuncional, y para ello utilizaba un método de su invención, llamada "impulso psíquico".

Según sus publicaciones de la época, Cameron creía que la única forma de enseñar a sus pacientes a comportarse de forma sana y estable era meterse dentro de sus mentes y "quebrar las viejas pautas y modelos de comportamiento patológico". El primer paso consistía en "erradicar las pautas", cuyo objeto era asombroso: devolver la mente al estado en que Aristóteles describió como "una tabla vacía sobre la cual aún no hay nada escrito", una "tabula rasa". Cameron creía que se podía alcanzar dicho estado atacando el cerebro con todos los elementos que interfieren en su funcionamiento normal. Todos a la vez. Eran las tácticas militare de "shock y conmoción" desplegadas en el campo de batalla de la mente humana.

A finales de los cuarenta, la técnica del "electroshock" se estaba popularizando entre la clase psiquiátrica de Europa y América del Norte, Causaba un daño permanente menor que la lobotomía, y parecía que funcionaba los pacientes histéricos a menudo se calmaban, y en algunos casos las descargas eléctricas devolvían una cierta lucidez a las personas. Pero se trataba solamente de datos observados, y ni siquiera los médicos que habían desarrollado la técnica podían ofrecer una explicación científica de su funcionamiento.

Sin embargo, conocían bien sus efectos secundarios. No había ninguna duda de que el "electroshock podía causar amnesia en el paciente. Se trata del principal problema asociado con el tratamiento. Estrechamente relacionado con la pérdida de memoria. El otro efecto secundario del que había constancia era la represión. Los médicos indicaron que en docenas de estudios clínicos, en los momentos inmediatamente posteriores al tratamiento, los pacientes se chupaban el dedo, adoptaban la posición fetal, había que alimentarles como a bebes, y lloraban reclamando a sus madres (a menudo confundían a enfermeras y médicos con sus padres y madres). Esta etapa de comportamientos solía desaparecer rápidamente, pero en algunos casos, cuando las sesiones de "electroshock" eran numerosas, los médicos informaban de casos en los que la regresión de los pacientes era completa, llegando éstos a olvidarse de andar y de hablar. Marilyn Rice, una economista que a mediados de los años setenta encabezó el movimiento de los pacientes en defensa de sus derechos, en contra del "electroshock", describía vívidamente lo que significaba perder sus recuerdos, y gran parte de su educación, a causa de los tratamientos. "Ahora sé cómo debió de sentirse Eva después de ser creada a partir de la costilla de otro, sin ningún pasado ni historia propia. Me sentía tan vacía como Eva".

A mediados de los años cincuenta, varios investigadores de la CIA se interesaron por los métodos de Cameron. Era el principio de la historia de la Guerra Fría, y la agencia acababa de lanzar un programa de operaciones encubiertas para investigar lo que llamaban "técnicas especiales de interrogación". Un memorando desclasificado de la CIA explica que el programa "examinaba y analizaba numerosas técnicas de interrogación poco habituales, incluyendo el acoso psicológico y otros métodos como el aislamiento total, así como el uso de drogas y sustancias químicas". El proyecto conoció el primer nombre en código de Bluebird, luego Proyecto Alcachofa y finalmente fue bautizado como MKUltra en 1953. Durante la siguiente década, MKUltra gastó más de veinticinco millones de dólares en busca de formas nuevas de romper la voluntad de un prisionero sospechoso de comunismo o de ser agente doble. Más de ochenta instituciones participaron en el programa, incluyendo cuarenta y cuatro universidades y doce hospitales.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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