De nueva cuenta el Estado terrorista de Israel ha masacrado palestinos (mayo de 2021), sin importar que fueran niños, mujeres, ancianos y discapacitados. Una nueva arremetida del sionismo en plena pandemia de COVID-19, avanzando en sus perversos planes de controlar progresivamente el territorio palestino y profundizar el ‘apartheid’ socioterritorial. Y tristemente no hay quien pueda o quiera detener a los asesinos israelíes, más allá de las innumerables críticas por parte de la dirigencia de muchos países y de organismos de derechos humanos, tal como Human Rights Watch. Más aún, la mismísima ONU ha emitido en varias ocasiones sendas resoluciones condenando la violencia ejercida por el Estado de Israel contra los palestinos y la ocupación de sus territorios, pero bien sabemos que es letra muerta en la realidad; esta organización se encuentra evidentemente al servicio de Estados Unidos y sus aliados, entre los que por supuesto se incluye Israel.
En verdad el sionismo ha sido una de las peores aberraciones de la historia, responsable directa e indirectamente de millones de muertes en todos los rincones del planeta con su participación de una u otra forma en numerosos conflictos militares, defendiendo sus intereses económicos (sobre todo financieros) y geopolíticos en el mundo, de la mano con Estados Unidos y otros aliados de todos los continentes. Está claro, por ejemplo, que el lobby sionista-estadounidense ha estado metido hasta los tuétanos en cuanta guerra ha habido en el Cercano y Medio Oriente en las últimas siete décadas, generando una enorme destrucción material y un trágico saldo humano, supuestamente como respuesta a la hostilidad de diversas naciones vecinas contra Israel.
Hostilidad que, si bien ha existido en cierta medida, no ha sido el verdadero motor de la violencia del sionismo y del país “judío” contra las naciones a su alrededor, sino la lucha por el control de recursos energéticos, minerales y combustibles, y por mantener el dominio geoestratégico de la región junto con Estados Unidos y algunos de sus socios, buscando en parte contener la creciente influencia allí de China, Rusia, Irán y Turquía. Es importante considerar aquí el caso de las reservas de gas, abundantes en el mar a lo largo de la franja de Gaza, razón de peso para las masacres sistemáticas de palestinos por parte del Estado terrorista de Israel y la ocupación progresiva de las tierras de los primeros: “Gaza Marine gas field is located 30km off the coast of the Gaza Strip, in the eastern Mediterranean Sea. It lies at a water depth of 603m. The development of the Gaza field has been on hold for several years due to disputes between Israel and the Palestinians” https://www.offshore-technology.com/projects/gaza-marine-gas-field/
El Estado sionista de Israel, así como otras entidades político-territoriales poderosas durante la historia, no ha derramado sangre por motivos románticos como la defensa de la paz, de la libertad y de otros principios y valores, sino por razones pragmáticas y egoístas, básicamente económicas. Por desgracia, los palestinos “se cruzaron” en el camino de la élite israelí, que cada vez que lo ha considerado necesario, ha ordenado el empleo de la fuerza extrema, sin tener consideración para con niños, mujeres, ancianos y discapacitados, asesinados a menudo. De manera que las lacras sionistas actúan con total saña e impunidad contra los palestinos, ahora más empobrecidos gracias a la pandemia, y lo continuarán haciendo (a menos que ocurra algo extraordinario que lo evite), importándoles un comino las críticas y condenas internacionales, en parte porque cuentan con aliados que cubren sus espaldas por cuestiones económicas, geopolíticas y geoestratégicas, para quienes la vida de las personas comunes vale prácticamente nada en comparación con los intereses materiales en juego.
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