—"El verbo, la Razón viva, es Salud y Paz. En aquella sociedad de aventureros de guerra que se doblegaban al temor de la ley externa, aborrecía el maestro León la guerra y mal encubría su animadversión a la ley, lex. De natural medroso, veía en Cristo la guarida de los pobrecitos amedrentados, el amparo seguro en que se acogen ‘los afligidos y acosados del mundo’. Su dios no es el de las batallas. Cristo, Brazo de Dios, ‘no es fortaleza militar ni coraje de soldado… Los hechos hazañosos de un cordero tan humilde y tan manso… no son hechos de guerra… Las armas con que hiere la tierra son vivas y ardientes palabras… Vino a dar buena nueva a los mansos, no asaltó a los muros…, a predicar, que no a guerrear.
"En hablando de esto dice que se metía en calor, y al parar mientes en que las Escrituras emplean términos militares, encogíase en sí, pareciéndole uno de los abismos profundos de los secretos de Dios. En aquella sociedad de nuestra edad del oro que corriendo tras la presa movía guerras con color religioso, consideraba el maestro León como el pecado enorme y originario de los judíos su adoración al becerro de oro, que despeñándoles de pecado en pecado les llevó a esperar un Mesías guerrero.
"Esclavos de la letra muerta, esperan batallas y triunfos y señoríos de la tierra…, no quieren creer la victoria secreta y espiritual", sino "las armas que fantasea su desatino… ¿Dónde están agora los que engañándose a sí mismos se prometen fortaleza de armas, prometiendo declaradamente Dios fortaleza de virtud y de justicia?"
¡Qué de cosas se le ocurrieron en condenación de la guerra en el seno de aquel pueblo cuya callada idea denunciaba el indiscreto Sepúlveda al tratar de Convenientia disciplinae militaris cum chistiana religione!
Repugnaba el estado de guerra y el de lex que de él brota. Sometíase a ésta como a dura necesidad en nuestra imperfecta condición, más sintiendo en vivo, con Platón, que "no es la mejor gobernación la de leyes escritas", que "el tratar con sola ley escrita es como tratar con un hombre cabezudo por una parte y que "no admite razón, y, por otra, poderoso para hacer lo que dice, que es trabajoso y fuerte caso".
"En aquel reino del siglo futuro, en que los buenos, posesores del Cielo y de la Tierra, sentirán, entenderán y se moverán por Dios, será el gobierno pastoril, ‘que no consiste en dar leyes, ni en poner mandamientos, sino en apacentar y alimentar a los que gobierna’; que ‘no guarda una regla generalmente con todos, y en todos los tiempos; sino en tiempo y en cada ocasión ordena su gobierno conforme al caso particular del que rige…, que no es gobierno que se reparte y ejercita por muchos ministros".
Su Rey ideal es manso y no belicoso; llano, hecho a padecer, prudente y no absoluto. Sobre todo, ni guerrero ni absoluto.
¡Cuán lejos de esto la realidad en que vivía! Los gobernantes de entonces apenas imitaban ni conocían tal imagen, y "como siempre vemos altivez y severidad, y soberbia en los dirigentes, juzgamos que la humildad y llaneza es virtud de los hombres".
¡Cuán extrañas sonarían las doctrinas del maestro León a oídos atontados por el estruendo de tambores y mosquetes! Penetró en lo más hondo de la paz cósmica, en la solidaridad universal, en el concierto universal, en la Razón hecha Humanidad, Amor y Salud.
¡La Lucha sigue!