Guido Picelli: ¡El hombre que derrotaba a los fascistas!

Al menos durante el período de entreguerras, cuando hubo un enfrentamiento entre la izquierda y los fascistas, siempre fueron los fascistas los que ganaron. Y, desafortunadamente, la mayoría de las veces sin encontrar ninguna resistencia real. Sin embargo, hubo una gran excepción. La del revolucionario italiano Guido Picelli, quien —el primero y mucho antes que nadie— entendió qué es y qué quiere el fascismo, así como cómo hay que combatirlo. Guido Picelli venció a los fascistas cuando los encontró en su camino. Barricadas en Parma en 1922. Y en España durante la Guerra Civil en 1937. Entonces, ¿quién fue y qué hizo el hombre que derrotaba a los fascistas?…

Primera imagen: Comienzos de agosto de 1922 en Parma, la única gran ciudad italiana que persiste en resistir a los escuadrones de Mussolini, ya marchando hacia el poder. La huelga general proclamada tras el sangriento ataque de los fascistas contra la ciudad de Rávena, termina antes de comenzar, por las burocracias sindicales en desorden ante las amenazas de represalias de los fascistas. Pero los trabajadores y el pueblo de Parma no obedecen y se declaran en huelga. Mussolini ordena a su brazo derecho Italo Balbo que aplaste a los rebeldes de este “Bastión Proletario” que es la ciudad de Parma. Al menos 10.000-15.000 fascistas armados de todo el norte y centro de Italia se precipitan hacia la ciudad listos para el asalto final y el derramamiento de sangre que prometen a sus defensores.

En Parma, Guido Picelli organiza la defensa, asigna tareas específicas a todos y cada uno, e implementa un minucioso plan de guerrilla urbana sin precedentes, con sucesivas filas de trincheras, zanjas, barricadas, alambre de púas, cables eléctricos y hasta improvisados campos de minas, defendidos por la población de los barrios obreros y los trabajadores de la ciudad bajo la dirección de 400 Arditi del Popolo más o menos armados, veteranos de la Primera Guerra Mundial, a quienes Picelli prepara para el combate desde entonces ¡14 meses! Los que tienen armas disparan balas o lanzan granadas. Los demás, viejos, jóvenes, niños y sobre todo mujeres, resisten con picos, fierros, piedras, traviesas, ladrillos, aceite hirviendo y... vitriolo.

Aprovechando la benévola pasividad del ejército y la gendarmería, los fascistas atacaron en sucesivas oleadas durante 5 días, pero siempre fueron repelidos, dejando decenas de muertos y heridos. Y mientras Balbo intenta exorcizar el mal escribiendo en su diario «Si Picelli logra vencer, los subversivos de toda Italia volverán a levantar la cabeza», los fascistas retroceden en un desorden indescriptible y sus líderes deciden poner fin a su campaña, aceptando su aplastante derrota y humillación. Pero Picelli apeló en vano a los líderes socialdemócratas, comunistas y sindicales para aprovechar la victoria de los antifascistas en Parma y generalizar el ejemplo de sus valientes defensores en toda Italia. Todos le hacen oídos sordos y le dan la espalda. Tres meses después, Mussolini se convierte en primer ministro, el fascismo llega al poder por primera vez y comienza a inspirar a una gran cantidad de imitadores en toda Europa, incluido un tal Adolf Hitler. La secuela trágica es bien conocida... y ¡ay, un siglo después aún no ha terminado!

Segunda imagen: España, primeros días de enero de 1937, en el pueblo de Mirabueno en la provincia de Guadalajara. Picelli asume, sólo por un día (!), el mando del batallón «Garibaldi» de voluntarios antifascistas italianos, y logra la única victoria de los antifascistas en el frente de defensa de Madrid: al frente de sus hombres, lanza un relámpago de ataque, rompe las líneas fascistas, entra en Mirabueno, hace prisioneros a decenas de franquistas y libera gran parte de la carretera que une Madrid con Zaragoza. Pero, tres días después, Guido Picelli murió alcanzado por una bala... «en la espalda a la altura del corazón». Una bala disparada con un arma que no pertenecía a los fascistas de Franco.

A Guido Picelli se le organizan tres funerales de Estado, en Madrid, Valencia y Barcelona. Según los periódicos de la época, 100.000 personas asistieron al funeral en la capital catalana, incluido el cónsul soviético en Barcelona Antonov-Ovseenko, el legendario bolchevique que lideró la toma del Palacio de Invierno durante la Revolución de Octubre. Un año después, el viejo bolchevique fue fusilado en Moscú...

Picelli y su “Frente Único Antifascista”

La grandeza pero también la tragedia de Guido Picelli consiste en el hecho de que, al menos a principios de la década de 1920, se encontró prácticamente solo en la batalla contra el fascismo triunfante. La razón profunda de esta soledad política era que casi nadie en Italia, pero también en todas partes, era capaz de comprender qué era, qué quería y qué representaba la absoluta novedad política que era en ese momento el fascismo de Mussolini y su movimiento. Así es como el Partido Socialista Italiano, mostrando sus ilusiones legalistas, tuvo la brillante idea de concluir un Pacto de Pacificación con... Mussolini en 1921 (!) En cuanto al jovencísimo Partido Comunista que acababa de nacer, prefirió excomulgar a los llamados «pequeños burgueses» que advertían del peligro fascista y combatían -muchas veces con las armas en la mano- a los escuadristas, optando por el aislamiento sectario y el extremo izquierdismo de su entonces líder Amadeo Bordiga. El desenlace lógico de las políticas criminales tanto del Partido Socialista como del Partido Comunista fue que ambos se distanciaran primero y luego denunciaran a las milicias populares antifascistas en que tendían a convertirse los Arditi del Popolo, que sólo para Picelli eran el embrión del “Ejército Rojo Revolucionario”, que él mismo quería con todas sus fuerzas porque correspondía a las necesidades de la lucha antifascista y del movimiento obrero de la época.

La enorme contribución de Guido Picelli a la teoría y la práctica del antifascismo consiste, por tanto, en que comprendió, antes que nadie, lo que era y buscaba el fascismo de Mussolini. Es decir, el fascismo tenía como razón de ser, y también como único programa, destruir -con la más extrema violencia- todas, sin la menor excepción, las organizaciones de los trabajadores, para atomizarlos de modo que ya no pudieran resistir contra la patronal y el estado burgués. Esto es lo que escribió antes de los “días gloriosos de Parma”:

“El fascismo, aunque muchos creían en él, no tiene ni contenido espiritual ni programa. El propio Mussolini, el líder de los matones, admitió en un artículo del «Popolo d’Italia» del 23 de marzo de 1921, que el fascismo «no es un partido, es un movimiento». Su único objetivo es, por tanto, defender los intereses materiales: Buenos estómagos alimentados por los burgueses, sus bolsas llenas con todo lo que robaron de los trabajadores, los pobres.

Pero tiene un método: la violencia ciega, feroz y bárbara. Que usa contra las organizaciones proletarias, contra los partidos subversivos con el único objetivo de someter a los trabajadores a la voluntad de los patrones, de aumentar la jornada laboral y bajar los salarios, de destruir los contratos colectivos y volver al sistema medieval de oferta y demanda y convertir al campesino en un ser bruto y al trabajador a un esclavo”.

Entendiendo que las hordas de matones fascistas de Mussolini no hacían distinción entre las organizaciones políticas, sindicales o culturales rojas (comunistas), blancas (católicas) y rosadas (socialdemócratas y republicanas) de trabajadores urbanos y rurales, Picelli trazó la única posible conclusión política: ¡Unidad de los trabajadores y víctimas del fascismo, más allá de sus diferencias partidistas y otras! Es decir, lo que él mismo llamó ¡“Frente Único Proletario”! Entonces, escuchémoslo por una razón más: porque lo que dice sigue siendo cierto y no siempre es bien entendido por la izquierda de prácticamente todos los colores.

« Al frente único de la burguesía hay que oponerle el del proletariado. Solo con la unidad podemos vencer, ya que es obvio que somos una fuerza, una fuerza que hoy solo no se impone porque está dividida en varias pequeñas agrupaciones enfrentadas entre sí.

Sin embargo, la verdadera unidad ciertamente no se obtiene en el campo político, y no se puede pretender que quienes siguen una línea precisa renuncien a sus ideas. No. Que cada uno siga siendo lo que es, fiel a sus propios principios.

(…) La burguesía no divide y no discute, mata sin piedad. El fascismo tiene como primer mandamiento: matar.

Por eso debemos, por el momento, dejar de lado las críticas y controversias que no conducen a nada, olvidar los viejos resentimientos, descender al terreno común de la defensa y actuar.

Las controversias nos dividen, pero la causa común nos une.

¡Trabajadores de la tierra y de los talleres, vosotros que sufrís y sois perseguidos, todos de acuerdo, y unidos para el esfuerzo supremo!

¡La Unión hace la fuerza!

Los que hoy dividen a las masas son hombrecitos, que quieren llegar a ser alguien para tener el prestigio que no tienen. Son egoístas y especuladores, anteponiendo sus intereses personales a los de la comunidad. Juegan el juego de los adversarios y son traidores.

La salvación del proletariado se realiza sólo por el aumento de sus propias fuerzas efectivas, por la unidad.

(…) En las reuniones privadas y públicas, en los cabildos, en los congresos, en los medios de comunicación, debemos pedir la unidad por todos los medios. Mañana puede ser demasiado tarde. Los que ocupan puestos de responsabilidad en las organizaciones y que por un sectarismo nefasto y estúpido obstruyen la unidad del proletariado, deben ser reemplazados. Deben retirarse y volver a las filas como simples militantes. Ya hemos tenido suficiente con asuntos personales. La reacción es furiosa y la gente está muriendo por todas partes».

Pero Guido Picelli no se conformó con analizar correctamente —siendo él el primero— la naturaleza y características del “fenómeno” fascista hasta entonces totalmente desconocido. Hizo más que eso: como la crítica situación no permitía demora alguna, se apresuró a aplicar sus conclusiones teóricas. Así fue cómo hizo realidad su «Frente Único Proletario», designando como brazo derecho al ferroviario anarquista y vicecomandante de la Arditi del Popolo Antonio Cieri, quien resultó ser un estratega brillante tanto durante los «Journées de Parm » y 15 años después, durante la guerra civil en España donde también perdió la vida.

Pero Picelli no reclutó sólo anarquistas. Preparó el terreno e hizo todo lo posible para que los militantes de los partidos socialista, comunista y republicano, e incluso los católicos del Partido Popular, antepasado de la Democracia Cristiana de la posguerra, encontrarán su lugar en la primera línea de su “Frente Único”. Además, varios de ellos murieron como héroes defendiendo las barricadas, como el concejal de Parma Ulisse Corraza...

Para comprender mejor la enorme importancia de la implementación del «Frente Único» por parte de Picelli, basta recordar un hecho indiscutible, cuyas nefastas consecuencias continúan influyendo en nuestras vidas: como había tantos socialistas los comunistas alemanes se negaron a formar su propio frente unido antifascista, lo que Hitler supo aprovechar para tomar el poder con las trágicas consecuencias que conocemos: la Segunda carnicería mundial, el Holocausto, e incluso la persistente debilidad e impotencia de la clase obrera alemana para dejar atrás su histórica derrota de 1933, para defenderse mejor y reclamar sus derechos.

En realidad, en el momento en que Picelli logró el «frente único» en Parma, solo había otro líder comunista que proponía lo mismo en su país. Fue el compañero más cercano de Rosa Luxemburgo y primer secretario general del Partido Comunista Alemán (KPD) Paul Levi[i]. Pero, como Picelli, Paul Levi no contó ni con el apoyo de su partido ni con el de la Tercera Internacional, que se negó a lanzar todo su (enorme) peso contra los ultrasectarios e izquierdistas italianos y alemanes y a favor de dos brillantes pero solitarios defensores del «Frente Único Antifascista». En el caso de Paul Levi, el resultado fue igualmente trágico: derrotas consecutivas y «oportunidades perdidas» que vieron al KPD hacer cada vez lo que era diametralmente opuesto a lo que tenía que hacer. Es decir, insurrecciones cercanas al golpismo cuando las condiciones eran desfavorables (1921), y negativas a intentar el asalto final al poder cuando las condiciones lo imponían (1923)...

Le quedaba a Picelli sacar la última conclusión de su análisis del fascismo, la que concierne a las prácticas y los medios empleados para combatir la peste parda. Teniendo en cuenta los acontecimientos que siguieron y las experiencias adquiridas en Alemania, España y otros lugares hasta el día de hoy, la perspicacia y la previsión de Picelli no pueden dejar de impresionar aún más. Escuchémoslo de nuevo:

« El fascismo sólo se puede combatir con la acción directa y en las calles, porque es solo la consecuencia lógica de la lucha de clases, que, asumiendo una forma violenta, se convierte en guerra de clases.

Cuando apareció el fascismo, los ingenuos y los de mala fe dijeron a las masas: no se muevan, es un fenómeno transitorio, una tormenta pasajera. Las masas obedecieron y se quedaron quietas, y así fue como la burguesía pudo continuar con la movilización armada de sus fuerzas. El fascismo declaró la guerra y al no encontrar obstáculos avanzó, ocupando y destruyendo nuestras posiciones.

Cuanto más permanecía inmóvil el proletariado, más se mostraba dispuesto a sufrir y soportarlo todo con estoica resignación, más cedía y más furiosa se ponía la reacción. Porras y garrotes no tenían escrúpulos. Mataron continuamente.

Hoy contamos las terribles consecuencias de los errores cometidos por los ingenuos y los que, en perfecta mala fe, contribuyeron a crear una situación insostenible en Italia, actuando como traidores.

Siempre hemos sostenido que el fascismo, desde su nacimiento, debe ser derrotado. Descender al campo de la violencia, ya que fue él quien descendió allí primero, adoptar los mismos métodos y combatirlo hasta que lo deje inofensivo.

Y en cambio, incluso a aquellos que habían sido golpeados se les impidió defenderse.

Cuando el proletariado, ya cansado de sufrir y de verse desposeído de todo, creó esta magnífica organización de defensa que es la Arditi del Popolo, los jefes de las Confederaciones y los líderes de las diversas tendencias políticas reformistas se apresuraron a desautorizar lo que era el espontáneo movimiento proletario, determinado por la imperiosa necesidad de salvar al menos la vida.

(…) ¿Qué esperan para movilizarse por todos lados? Los Arditi del Popolo, o hijos del pueblo, que forman las patrullas de vanguardia del movimiento revolucionario, del Ejército Rojo, ya están en contacto con el enemigo. Ahora depende de la mayor parte de nuestras fuerzas alinearse y prepararse para luchar".

Guido Picelli concluye su llamado antifascista a la resistencia y la lucha con las siguientes exhortaciones dramáticas:

“¡Arditi del Popolo, grita tu terrible Basta! ¡Todos de pie como uno solo y listos para ayudar! ¡Obreros de diversas tendencias políticas, todos levantados contra la ley de la porra! ¡Viva el Frente Único! ¡Viva el Ejército Proletario de Liberación!"

Sin embargo, Picelli no se contenta con lanzar consignas y exhortaciones. Tampoco confía ciegamente en las improvisaciones y espontaneidades de las masas, por combativas y conscientes que sean. Sabe muy bien que todo esto no es suficiente para enfrentarse a los bien armados y bien organizados fascistas de Mussolini. Y por eso explica y divulga las lecciones del victorioso combate de Parma, destacando lo que él mismo llama «organización técnico-militar proletaria». Esto es lo que escribe:

““Para atacarnos, la burguesía no creó un partido, que no bastaría, sino un organismo armado, su ejército: el fascismo. Debemos hacer lo mismo. Crear nuestro propio ejército de tal forma que nos permita resistir y defendernos. No hay otra manera. La defensa desordenada e inconexa realizada hasta ahora ha sido en vano. Para citar un ejemplo y probar cómo sólo con la supervisión de fuerzas disciplinadas y acciones concertadas se puede hacer frente al adversario, basta pensar en Parma que fue la única ciudad que supo repeler a las tropas fascistas después de cinco días (… )

Pero, en Parma, los Arditi del Popolo se formaron hace 14 meses, organizados militarmente y disciplinados. En Parma hubo mucho trabajo paciente de preparación moral y material. Por eso, cuando el ejército fascista atacó la ciudad, se encontró, por primera vez en Italia, frente a otro ejército organizado y dirigido, dispuesto a luchar en sus trincheras y detrás de las barricadas.

Por eso Parma no cayó en agosto. Así es como se prueba que el fascismo, cuando encuentra un «fuerte obstáculo» frente a él, se detiene y cede.

Hoy nos encontramos en medio de una guerra civil y la guerra se libra así.

Somos una fuerza enorme, pero desorganizada. Una vez organizada y disciplinada, se volvería tan poderosa que podría destruir el fascismo no una, sino mil veces. Esto es lo que tienes que entender.

Momentáneamente nos encontramos en condiciones de inferioridad porque nuestro frente está demasiado dividido y estrechado. Desde un punto de vista táctico y estratégico, sabemos que cuanto más estrecho es un frente, más fácilmente el enemigo puede concentrar allí sus fuerzas y derribarlo. Es por eso que nuestro frente debe expandirse, unificarse, para mantener al adversario ocupado en una línea más amplia.

Necesitamos hombres con las habilidades necesarias, capaces, con voluntad de hierro y que, sin prejuicios de ningún tipo, procedan lo más rápido posible, en las ciudades grandes y pequeñas y en el campo donde sea posible, al marco de todos aquellos que, conscientes de la hora trágica y del período histórico que atraviesa la clase obrera, se sienten soldados conscientes de la gran causa proletaria. En todas partes, según las posibilidades, deben formarse grupos, equipos y batallones orgánicamente perfectos, dirigidos por los mejores elementos y en contacto entre sí por un sistema de enlace simple y ordenado.

Sólo así y después de la formación de nuestro disciplinado y poderoso ejército, podremos resistir al fascismo y dejarlo impotente.

Cualquiera que todavía crea hoy o quiera creer que puede encontrar la solución en la simple acción moral o se engaña o se traiciona.

Que el proletariado italiano sepa comprender la necesidad de la organización militar roja, al margen de las bolsas de trabajo y de los partidos políticos. Es esencial para la defensa y conquista de la libertad.

Guido Picelli

L’Ardito del Popolo, domingo 1 de octubre de 1922”

Picelli y la unidad de teoría y acción

Lo que impresiona en la vida de Guido Picelli es su constante e inquebrantable búsqueda de la Unidad de teoría y acción. Y su igualmente constante rechazo al fatalismo y conservadurismo que caracteriza a las burocracias de todo tipo. Sin duda, son estos rasgos principales de la vida y la acción de Picelli los que explican por qué nunca ha sido citado durante 80 años, por qué permanece desconocido o casi desconocido incluso para quienes están muy familiarizados con la historia del movimiento obrero y revolucionario del siglo XX. Obviamente, los burócratas saben cómo vengarse…

Hijo de los barrios obreros de Parma e hijo de un cocinero, Picelli estaba destinado a convertirse... en relojero. Pero tenía otros proyectos ya que desde muy joven amó las artes, y en particular el teatro. Así que se convirtió en actor y viajó por Italia con sus compañías de teatro itinerantes, cuando no estaba representando las 2-3 películas mudas que nos han llegado. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial iba a cambiar radicalmente su vida, como de hecho la vida de millones de jóvenes en todos los países europeos. Pacifista y antimilitarista como era, optó por ir al frente como enfermero de la Cruz Roja, lo que no impidió que fuera condecorado y ascendido a oficial.

Habiendo vivido la increíble carnicería de esta guerra, Picelli se radicalizó como millones de otros jóvenes, pero optó por reaccionar de otra manera: ingresó a la academia militar para estudiar el arte de la guerra y prepararse para los próximos enfrentamientos de clase, pues ya creía firmemente que “Una sola guerra es legítima y sagrada: la guerra de los explotados contra sus explotadores”.

Al final de la guerra, Picelli asumió, por tanto, tareas que, por otro lado, las organizaciones de izquierda rechazaron, a diferencia de los fascistas que las asumieron voluntariamente: primero, organizó a los jóvenes veteranos de guerra, que fueron mutilados física y psicológicamente, prematuramente envejecidos hasta los veinte años, enfermos, desempleados, pobres y despreciados. Así creó la «Liga Proletaria de Minusválidos, Enfermos, Veteranos, Huérfanos y Viudas de Guerra», que no sólo promueve la ayuda mutua sino también la «autodefensa revolucionaria». Y luego, en febrero de 1920, creó en Parma, sus “Guardias Rojas” como embrión del “Ejército Rojo Proletario” que quería ver la luz del día, apoyado solo por unos pocos camaradas, incluido su amigo Antonio Gramsci. Es por tanto con estos «Guardias Rojos» que Picelli logra bloquear en la estación de Parma, y después de enfrentamientos armados que causan heridos, trenes llenos de soldados italianos que parten hacia Albania para servir a la política imperialista y colonial de Italia.

Muy popular entre la gente de Parma, Picelli fue elegido diputado por el Partido Socialista pero muy rápidamente se unió al Partido Comunista por el que nuevamente fue votado a favor. Tenía 33 años cuando derrotó a los fascistas en Parma, y durante los siguientes años hasta la prohibición total del sistema parlamentario por parte del régimen fascista (1926), Picelli escapó -a veces milagrosamente- de muchos intentos de asesinato, incluso dentro del Parlamento (!), fue arrestado y encarcelado en varias ocasiones aunque diputado, viajó por Italia tratando de reorganizar el partido en dificultades, y continuó sus esfuerzos para crear grupos armados antifascistas. Y el 1 de mayo de 1924, para protestar contra la prohibición de Mussolini del Día Internacional del Trabajo, Picelli inventó otro «loco» acto ejemplar de resistencia: izó una enorme bandera roja en el tocino del Parlamento en Roma, provocando una crisis de nervios a fascistas y elevando la moral de los antifascistas en todo el país. Finalmente, en octubre de 1926, fue arrestado, condenado y deportado primero a Lampedusa y luego a Lipari, y sólo logró escapar y refugiarse en Francia a principios de 1932...

¡Entre la estalinista Scylla y la fascista Charybde!

Picelli viaja por toda Francia, multiplica las reuniones, organiza a los trabajadores inmigrantes ya los refugiados políticos italianos, hasta que es arrestado y expulsado. Se refugia en Bélgica donde hace lo mismo y de donde también es expulsado. Tras una breve estancia en Berlín, justo antes de la toma del poder por parte de Hitler, Picelli se refugió finalmente en la Unión Soviética, seguro de que allí podría retomar sus funciones dentro de la dirección en el exilio del partido, e ingresar, como había prometido, en la academia militar.

Tampoco ocurre. En lugar de la Academia Militar Frounzé, lo enviaron a trabajar como “aprendiz” en una fábrica de rodamientos, y el hombre fuerte del PCI, Palmiro Togliatti, ignoró deliberadamente sus súplicas. Picelli y su mujer viven en la miseria, pero él no protesta. Está claro que Picelli del “Frente Único Antifascista” es al menos “sospechoso” a los ojos de los estalinistas que, en ese momento, implementan la criminal política del “socialfascismo”. Finalmente, en 1936, fue despedido de su trabajo después de que la célula del partido de la fábrica lo sometiera a un “juicio” por la descabellada acusación de que durante la Primera Guerra Mundial había sido… un “oficial monárquico”…

Mientras tanto, en España ha comenzado la guerra civil y Picelli ahora solo quiere una cosa: luchar en primera línea contra los fascistas de Franco. Durante meses pidió en vano que le permitieran salir para España. Después de muchas aventuras se lo permitieron y provisto de un pasaporte falso, Picelli abandona la URSS y, tras haber atravesado la Alemania nazi, llega a París donde se encuentra con viejos camaradas de la época de las barricadas de Parma, que no le ocultan su antiestalinismo.

Por tanto, es gracias a ellos que Picelli conoce a Julián Gorkin, fundador y líder del POUM, del muy antiestalinista «Partido Obrero de Unificación Marxista» que lucha en primera línea en España con sus milicias armadas contra Franco. Unos días después, Picelli llegó a Barcelona y se reunió con el revolucionario catalán y dirigente del POUM Andreu Nin[ii], exlíder en Moscú de la “Internacional Sindical Roja” (Profitern) y excolaborador de Trotsky. Nin le ofrece el mando de un batallón del POUM y Picelli está de acuerdo. Pero, como era de esperar, la noticia de que el legendario antifascista Picelli se disponía a colaborar con trotskistas y antiestalinistas movilizó a los centros estalinistas que decidieron hacer todo lo posible para impedirlo. Amigos y compañeros de Picelli le transmitieron la propuesta de tomar el mando de una unidad de las Brigadas Internacionales, y él, aunque consciente de los riesgos tras conocerse sus relaciones con el POUM, aceptó. Los antifascistas italianos de la Brigada Garibaldi lo reciben con entusiasmo, pero luego de una intervención de los estalinistas, Picelli es privado del mando de la brigada, que retomará más tarde y sólo por un día, para la batalla de Mirabueno.

Hoy, casi 80 años después, la versión «oficial» de la muerte de Picelli sigue siendo que el revolucionario italiano fue asesinado por una bala disparada por los fascistas. Sin embargo, las inconsistencias y contradicciones de los llamados «testigos oculares» de su muerte siempre han sido reveladoras. Si hoy por fin sabemos la verdad, se lo debemos al historiador y director italiano Giancarlo Bocchi[iii] y a la extraordinaria y perseverante investigación que realizó durante años, haciendo hablar los archivos de los servicios secretos soviéticos en Moscú, y también a los últimos compañeros de Picelli que lo vieron morir asesinado el 5 de enero de 1937, tras haber recibido «un balazo por la espalda a la altura del corazón».

Tres, entre muchos otros, elocuentes «detalles» que arrojan luz sobre este magnicidio: pocos días antes de la muerte de Picelli, aviones de combate soviéticos habían atacado al batallón Garibaldi, matando a 6 de sus milicianos, y los estalinistas se habían apresurado a rumorear que el responsable de este «error» fue... Picelli. Por otra parte, los archivos de Moscú consultados por Bocchi, arrojaron que los llamados “testigos oculares” de la muerte de Picelli, a quienes se debe la versión “oficial” de su muerte, estaban vinculados a la notoria NKVD. Finalmente, los mismos archivos revelaron que todas las propuestas de los altos oficiales, incluso soviéticos, de las Brigadas Internacionales para honrar póstumamente a Picelli, con la medalla de la Orden de Lenin, encontraron la fuerte oposición de los estalinistas y más específicamente, de quien no sólo era la mano derecha de Togliatti y el enemigo jurado de Picelli, pero también colaborador de la NKVD en cuyo nombre delató a los comunistas italianos refugiados en Moscú. Su nombre era Antonio Roasio y un informe secreto suyo recordaba los tratos de Picelli con los líderes del POUM, antes de desaconsejar que se le otorgara la más alta condecoración honorífica soviética. ¡Por «pura coincidencia», este Roasio era comisario político del Batallón Garibaldi el día de la muerte de Picelli!…

Epílogo

Hoy, cuando la extrema derecha y los neofascistas levantan la cabeza y hacen sentir cada vez más su peligrosa presencia en Europa, Estados Unidos y otros lugares, creemos que nadie está en condiciones de expresar mejor que Guido Picelli el puro y revolucionario antifascismo y, sobre todo, ¡eficaz y victorioso! Es por ello que el “redescubrimiento” de Picelli y su obra constituye más que un simple acto de justicia rendido a un gran revolucionario, que ha permanecido escandalosamente olvidado y desconocido durante 8 décadas. Sobre todo, constituye un aporte importante a la lucha antifascista de hoy y de mañana, porque Picelli tiene mucho que decirnos y enseñarnos sobre qué es la peste parda, qué quiere y cómo se debe combatir. Este año, un siglo después de los históricos “Hechos de Parma” de agosto de 1922, que podrían haber cambiado radicalmente el curso de la historia contemporánea, y también de nuestras vidas, si los rumbos de la izquierda hubieran seguido en entreguerras el ejemplo de Picelli; tenemos una oportunidad de oro para conocer el “Frente Único Antifascista” del pueblo de Parma y aprender de él. No desperdiciemos esta oportunidad por enésima vez. Este pasado seguramente tiene un futuro.

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[i] Aunque Lenin declaró que Paul Levi tenía toda la razón, no se opuso a su expulsión del partido cuando Levi renunció al cargo de Secretario General tras descubrir que le era imposible seguir la política desastrosa de la gran mayoría de sus miembros.

[ii] Andreu Nin fue asesinado en 1937 tras ser salvajemente torturado por sus verdugos estalinistas. Según los registros de la KGB en Moscú inaugurados en 1990, los asesinos de Nin actuaron por orden de Alexander Orlov, jefe de la NKVD en España, quien cumplió una orden personal de Stalin.

[iii] El libro de Giancarlo Bocchi «Il Ribelle» y su documental del mismo título son el fruto de un largo trabajo de investigación sobre la vida y obra de Picelli. Tanto su libro como su documental son fascinantes y, por supuesto, valiosos para la verdadera historia del movimiento obrero contemporáneo.

Yorgos Mitralias 

Periodista, Giorgos Mitralias es uno de los fundadores y animadores del Comité griego contra la deuda, mie



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