Ya lo hemos dicho que el FMI está al borde del irreversible colapso, a propósito de manifestar en este mismo medio nuestro regocijo porque en los próximos meses ocurrirá el nacimiento del Banco del Sur, uno de esos tantos sueños de nuestros pueblos que dejará de serlo gracias el impulso que a tan formidable idea le ha dado el presidente Chávez y a la aceptación que a la misma le han otorgado los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador y Paraguay, esperando que pronto hagan lo propio, como al parecer deberá ocurrir en los días venideros, el de Brasil y el de Nicaragua.
¿Y de cual mal padece esa institución capitalista como para presagiar su pronta muerte? Simplemente a que hasta países con mayores problemas de caja, como Argentina y muchos otros allende del Atlántico y más allá, ya ni siquiera acuden a sus arcas para resolverlos, pues han comprendido que pueden seguir avante sin caer en sus usureros mecanismos financieros y que, además, han encontrado fórmulas varias para saldar sus añejas deudas, por cierto bien sospechosas en muchos casos de haber sido contraídas en el marco de las mayores corruptelas.
Ante la huída de una clientela que no está dispuesta a seguir cayendo en sus expoliadoras y aberrantes condiciones, sus ingresos se han mermado a tal punto que ya no tiene capacidad ni siquiera para afrontar sus compromisos operativos ineludibles: De tal magnitud es la crisis, que ya anunció la venta de sus reservas estimadas en 6,6 mil millones de dólares para ver si logra prolongar un poco más su existencia.
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