No debería ser un secreto para ningún venezolano la posición que, durante su estadía en la Casa Blanca, entre 2017 y 2021, mantuvo Donald Trump frente a Venezuela y el gobierno del Presidente Nicolas Maduro.
Fue público y notorio que durante la gestión de Donald Trump se incrementaron sanciones financieras al país, pero fue el reconocimiento del Diputado Juan Guaidó autoproclamado como “presidente interino” en enero 2020, la gota que derramo el vaso, para decirlo en jerga criolla, en la tensión entre Venezuela EE UU. La tensión llego al punto que hasta se llegaron a hacer afirmaciones, por parte de voceros calificados de la Casa Blanca, de la posibilidad de materializar una acción militar contra el país.
La realidad geopolítica ha variado de los tiempos en que Trump ejerció la presidencia al día de hoy. Indudablemente que el inicio de la guerra en Ucrania tuvo su impacto en el sector energético, a nivel mundial, y fue un factor determinante en los cambios en las relaciones de EE UU y el gobierno del Presidente Maduro, conduciendo a lo que se ha denominado la “flexibilización de las sanciones a Venezuela”.
Los resultados de la guerra en Rusia- Ucrania, claramente desfavorables al polo EE UU-Europa, parece imponer al imperio estadounidense la necesidad de volcarse hacia America Latina, región que históricamente han considerado su “patio trasero”.
Como meses atrás dijo el sociólogo boricua R. Grosfoguel “No vienen tiempos felices para Venezuela”. En el razonamiento del citado sociólogo es claro que los resultados de la guerra en Ucrania imponen al imperio estadounidense una nueva escalada en América Latina, en su necesidad de control de recursos, riquezas y territorios.
Es claro que en la pugna del imperio estadounidense con China, por el dominio geopolítico mundial, los del norte no se cruzaran de brazos mientras China y sus aliados imponen un mundo multipolar que se contrapone al modelo geopolítico que resulto del fin de la Segunda Guerra Mundial y en el que los Estados Unidos impuso su hegemonía en este lado del Atlántico.
Mientras en Europa, los desastrosos resultados de la guerra entre Rusia y Ucrania, parecen condenar a los europeos, conducidos por EE UU a una carrera guerrerista, la tesis de una guerra de mayores proporciones parece imponerse en un continente que en el siglo pasado padeció consecutivamente las dos guerras modernas que empinaron a los EE UU a la hegemonía occidental que hoy se ve amenazada por una arrolladora y avasallante China convertida en una incuestionable potencia económica.
En este mundo globalizado de hoy, en el que la pandemia por covid 19 dejo claro que lo que puede ocurrir a cientos de miles de kilómetros de cualquier país termina influyéndolo y condicionándolo, los vientos de guerra que vienen de Europa deben dejarnos claro que no estaremos exentos de sus efectos y consecuencias.