¿A qué ha venido Milei?

Para las derechas radicalizadas, la presencia del presidente argentino es importante porque les permite reforzar su propio discurso

Javier Milei es el último revulsivo de la nueva ola reaccionaria que recorre el mundo. No es un nacional católico ni un neofranquista tradicional como Abascal o Aznar. Tampoco es un Bolsonaro o un Trump, aunque se les parezca. Es violento y disruptivo en las formas. Insulta a sus adversarios mientras agita una motosierra como símbolo de su programa y asume las formas de un groupie de los Rolling Stones o los Sex Pistols. No es un militar, como Bolsonaro. Tampoco un multimillonario como Trump. Y precisamente por eso, su mensaje, supuestamente “libertario”, es capaz de calar en sectores medios y bajos a los que otras ultraderechas no llegan con facilidad. Gente con miedo que se siente sola en medio de un capitalismo voraz que solo ofrece precarización e incertidumbre. Gente con un resentimiento creciente hacia la política “tradicional”, “progresista” o pretendidamente “popular”, que no le ha resuelto sus problemas más acuciantes.

En el caso de Milei, lo llamativo es que estas formas disruptivas, aparentemente “anticasta”, canalizan un programa económico descarnadamente elitista al servicio de las castas capitalistas más extractivistas y rentistas. Y es que Milei representa eso. Un neoliberalismo que promete liquidar lo público y laminar sin contemplaciones los derechos de las clases trabajadoras, formales o informales. La “libertad”, en ese esquema, es la exaltación del individuo que prescinde de los vínculos comunitarios, que está dispuesto antes a vender sus órganos que a sindicalizarse para defender sus derechos como trabajador. Una fase superior, fanatizada, del thatcherismo, lanzada desde un país semiperiférico de la economía mundial.

Esta radicalidad de Milei lo hace especialmente atractivo a ojos de la extrema derecha occidental. De la extrema derecha y de ciertas derechas que presumen de liberales pero que no hacen ascos al desenlace neofascista que podría tener un discurso y un proyecto como el suyo. No en vano, Milei es el hombre de la ultraderecha argentina, pero también es un hombre del supuestamente más “liberal” Mauricio Macri, que le está suministrando cuadros técnicos, además de apoyo político y empresarial. Y no en vano, tampoco, tiene vínculos estrechos con Abascal, pero también con José María Aznar, que no dudó en visitarlo en Argentina.

En realidad, tanto Abascal como Aznar son conscientes del papel clave que alguien como Milei puede tener en la internacional reaccionaria que une a las derechas occidentales radicalizadas. Por la radicalidad de su neotatcherismo. Por su anticomunismo, por su antisocialismo y por su anticomunitarismo visceral. Y también por las posibilidades de negocio que un presidente como Milei puede ofrecer a los capitales más extractivistas y rentistas con los que las derechas españolas tienen un vínculo privilegiado.

Paradójicamente, este neoliberalismo desaforado defendido por Milei resulta algo anacrónico en un mundo desglobalizado donde las grandes potencias vuelven a defender formas de proteccionismo y de intervención en la economía. Cuesta, de  hecho, imaginar a Trump, a Marine Le Pen o a Giorgia Meloni suscribiendo muchos de los desvaríos “libertarios” de Milei que ya han conducido en Argentina a un desplome de la industria y a un colapso de centenares de pequeñas y medianas empresas.

No ocurre lo mismo ni con Vox ni con el PP. Unos y otros forman parte de las derechas europeas más sumisas al capital financiero y especulativo extranjero, razón no menor para lanzar vivas entusiastas a cada rugido de la motosierra mileista.

Cualquiera que lea con atención el comunicado oficial emitido por la presidencia argentina como respuesta a la frívola provocación del ministro del PSOE, Óscar Puente, podría atribuirlo, sin ánimo conspirativo alguno, a algún escriba de Vox o de la FAES presidida por Aznar. El documento, en efecto, es un compendio literal de los grandes tópicos de las derechas radicalizadas españolas. El recurso a la mentira descarnada y al insulto abierto en las acusaciones contra sus adversarios progresistas o republicanos. La criminalización de los migrantes pobres, con el objetivo de dividir y enfrentar a las clases trabajadores. La estigmatización de los miles de vascos, catalanes, gallegos, que no los votan ni comparten su nacionalismo español rancio y uniformista. La caracterización de cualquier medida redistributiva, por tímida que sea, como políticas “socialistas que solo traen promesa y muerte”.

Y frente a eso, la puerta abierta a la reacción violenta. Que puede servirse de metáforas como la motosierra, pero que también se expresa en la misoginia de Milei, en sus ataques a las conquistas del movimiento feminista o LGTBI o en el elogio descarado de experiencias dictatoriales como la de Videla y sus secuaces. Aquí, el negacionismo de Milei respecto de los crímenes de la dictadura argentina conecta claramente con la negativa de Vox y del PP a condenar al franquismo. Entre otras razones, como una muestra de que no están dispuestos a renunciar a sus métodos represivos porque no descartan utilizarlos si las circunstancias les obligaran a ello.

Es verdad que la cercanía con alguien como Milei en vísperas de unas elecciones europeas resulta incómoda para ciertos sectores del PP que querrían aparecer como “liberales” o “europeístas”. Pero son muchos los que, de forma abierta o velada, valoran los beneficios de vincularse a un dirigente con el que comparten afinidades clave en el ámbito geopolítico.

Una de las primeras decisiones de Milei al llegar a la presidencia fue alejar a Argentina del grupo de los BRICS, integrados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. A diferencia de otros gobiernos latinoamericanos como los de Gustavo Petro, Lula o Manuel López Obrador, Milei asumió un alineamiento absoluto con los Estados Unidos. No solo eso. Para reforzar ciertas alianzas empresariales en Argentina, Milei sobreactuó un acercamiento al judaísmo y decidió avalar sin fisuras la política criminal de Netanyahu en Gaza.

También aquí, las afinidades con Abascal y con el PP más aznarista son evidentes. Formalmente, Milei es firmante de la Carta de Madrid impulsada por la Fundación Disenso, de Vox en 2020. Allí comparece junto a personajes como el ultraderechista chileno José Kast, Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente, o la propia Meloni. No obstante, eso no le ha impedido mantener buenos vínculos con la Fundación para la Libertad, presidida desde 2002 por el Marqués de Vargas Llosa y de la que forman parte Aznar, Macri, y otros expresidentes latinoamericanos como Felipe Calderón, de México, o Iván Duque, de Colombia.

Estas redes internacionales de la extrema derecha y de la derecha extrema tienen en Madrid y Miami dos “capitales políticas” de referencia. De hecho, buena parte de su financiación está vinculada a redes estadounidenses como Atlas –Atlas Network, en inglés– dedicada a “la promoción de políticas económicas de libre mercado en todo el mundo”.

Esta es otra de las claves de la visita de Milei a Madrid. Y es que su thatcherismo radical y su predisposición a liquidar lo público no solo entusiasman a las derechas políticas. También son vistos por algunas grandes empresas del IBEX con capital español o estadounidense como una oportunidad de negocio única.

La propia reunión reciente de Aznar con Milei en Buenos Aires se explica desde esta perspectiva. Además de presidir la FAES y de integrar la Fundación Internacional para la Libertad presidida por Vargas Llosa, Aznar es representante de un centenar de empresas que tienen mucho interés en el Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones que el Gobierno Milei está impulsando.

Aznar ya fue lobista en la crisis argentina de 2001. En aquel entonces operó para salvaguardar los intereses de empresas y entidades financieras españolas, como el BBVA. Muchas de ellas, de hecho, se habían beneficiado con las privatizaciones de los años 90 impulsadas por el Gobierno del peronista Carlos Menem y que podían verse perjudicadas por el “corralito” de los depósitos bancarios.

Actualmente, Aznar mantiene relación con corporaciones energéticas y mineras. De hecho, también intercedió en su momento para que se subieran las tarifas de Endesa, entonces dueña de Edesur, o para pedir a Macri que favoreciera las inversiones de la Barrick Gold. 

Hace poco, Aznar acudió a ver a Milei acompañado por Germán Alcayde Fort. Alcayde fue su jefe de gabinete y actualmente preside el Instituto Atlántico de Gobierno, una escuela que facilita el trabajo de empresas lobistas en sectores como el hidrógeno verde o el litio. Muchas de estas empresas esperan ansiosas a que Milei desregule a fondo el mercado laboral y les garantice un régimen impositivo favorable, ya que, con su habitual insaciabilidad, consideran que los últimos gobiernos de coalición han tenido una mirada en exceso proclive a los intereses de los trabajadores.

Como puede verse, la visita de Milei a Madrid no es un hecho menor, ni para Vox, ni para el PP, ni para sectores significativos de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales del IBEX 35. Para las derechas radicalizadas, la presencia de Milei es importante porque les permite reforzar su propio discurso neoliberal, clasista, racista y antifeminista. También porque les permite apuntalar sus vínculos con un socio del sur con el que comparten una mirada geopolítica común, basada en la subordinación al bloque occidental dirigido por Estados Unidos y en el apoyo sin fisuras al genocidio que Israel está perpetuando en Gaza. Y muy especialmente, porque saben que Milei podría favorecer los negocios de grandes corporaciones españolas o multinacionales con las que tienen una relación estrecha.

Sería un error enorme de las fuerzas progresistas o de izquierdas subestimar el trasfondo de esta visita y de las alianzas reaccionarias que viene a reforzar. También sería un error limitarse a ridiculizar a Milei como un personaje extravagante y desquiciado condenado a desaparecer de escena de manera inminente. Por el contrario, es fundamental que las fuerzas progresistas entiendan que Milei es una figura emergente, disruptiva, de una nueva ola reaccionaria, con gran presencia en las redes, capaz de reclutar para sí no solo a los grandes millonarios sino a sectores medios y populares empobrecidos que bien podrían rendirse a su retórica resentida, violenta e insolidaria.

Los primeros en detectar esta amenaza fueron en Argentina las y los trabajadores que organizaron ya varios paros para frenar las versiones más draconianas de la Ley de Bases impulsadas por Milei. También los estudiantes universitarios que, de manera muy transversal, llenaron las calles en defensa de un bien muy preciado en el país como es la educación pública. Y por supuesto, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que, junto a diversas organizaciones de derechos humanos, salieron a reafirmar el Nunca Más a la barbarie de la dictadura cívico-militar el último 24 de marzo.

De este lado del océano, la conciencia del peligro ha sido más débil. No es casual que las primeras en detectar la relevancia de la cumbre reaccionaria hayan sido iniciativas feministas como Mi Voz, mi Decisión, que llevan días denunciando los asesinatos lesbófobos en Argentina mientras defienden el reconocimiento europeo del derecho al aborto gratuito, o colectivos migrantes, sindicales y de defensa de los servicios públicos. Son estos grupos, junto a otras entidades antifascistas, los que están convocando concentraciones de repudio a la presencia de Milei y a la cumbre reaccionaria como la que tendrá lugar este domingo a las 11:00 en la Plaza de Colón de Madrid. Y es que el actual contexto de crisis capitalista, emergencia climática, y belicismo rampante, es el caldo de cultivo ideal para el crecimiento de unas derechas cada vez más radicalizadas y violentas en su clasismo, su racismo y su sexismo. Este neofascismo de rostros múltiples debe ser combatido en el terreno cultural y de las ideas. Pero también debe ser desafiado materialmente, con actuaciones institucionales valientes y mediante la movilización en las calles. Ni la indiferencia ni la inhibición son una opción. Hay un aviso de incendio cada vez más urgente, para decirlo en términos benjaminianos, y es mucho lo que nos jugamos en términos democráticos y de pervivencia de los derechos humanos más elementales.   

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*Diputado de En Comú Podem. Profesor de Derecho Constitucional de la UB.

 

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