‘Slow Donald’

Trump se ha quedado de golpe sin campaña. Ahora el viejo es él y todo cuanto ha dicho contra Biden se puede aplicar a su persona sin cambiar una sola coma

Todas las dificultades que parecían volver imposible, temerario o imprudente cambiar de caballo a cuatro meses de la recta final de la carrera presidencial USA se han evaporado en apenas dos días. Ni Jill Biden era la versión moderna de la madrastra de Blancanieves, ni el Partido Demócrata se ha sumido en el caos y la pelea fratricida, ni los donantes han cogido el dinero y han salido corriendo, ni andaba tan corto el stock de candidatos capaces de mejorar los dígitos de Joe Biden. Otra demostración más de que, en política, como en la vida, la realidad siempre se acaba abriendo paso.

Conviene recordar que éste era el plan original hace cuatro años, cuando el tándem formado por Joe Biden y Kamala Harris logró congregar a la amplia y diversa coalición que tumbó a la administración Trump. La edad del presidente Biden hacía presuponer que no aspiraría a un segundo mandato –incluso se había llegado a verbalizar de manera indirecta– y la elección de la vicepresidenta se ligaba al objetivo de retener una mayoría construida principalmente sobre el voto femenino, el voto joven y el apoyo de las minorías. La lógica política se empeñó en llevarle la contraria a la biología y perdió.

El presidente Biden propuso un poco frecuente debate presidencial antes del verano para acallar todas las dudas sobre sus habilidades y tratar de bloquear una campaña republicana basada en su edad y los deseos de venganza de Donald Trump. Fracasó en el empeño. Sus prestaciones confirmaron exactamente lo contrario de lo que se buscaba demostrar. La misma lógica política que le había llevado a optar a la reelección, basándose en los notables resultados económicos de su presidencia y la debilidad de la figura pública de su vicepresidenta, no le dejaba más opción que ceder la candidatura.

En apenas una semana la opción de Kamala Harris ha ocupado con naturalidad biológica la candidatura presidencial en un Partido Demócrata que la ha acogido no solo con alivio, sino con entusiasmo. El dinero que iba a apoyar la reelección de Biden se ha pasado a las cuentas de Harris con el mismo sencillo clic con el que ahora hacemos una transferencia online desde nuestra cuenta. Las encuestas publicadas hasta la fecha –CNN, The New York Times– indican que la aún no designada candidata del burro ha devuelto la carrera al empate técnico con un candidato del elefante recién nominado, tras una convención que recordó más a una extraña mezcla entre una pelea de lucha libre de la World Wrestling Entertainment y el cónclave para la elección de nuevo Papa.

Esas mismas encuestas reflejan algo más: la candidata Harris ha recuperado el claro liderazgo demócrata entre las electoras, los votantes jóvenes y los electores de todas las minorías y ha devuelto a Donald Trump a su hábitat natural: el hombre blanco y mayor. La retirada del presidente Biden ha abierto la posibilidad de reenganche a todos aquellos votantes y colectivos que se habían ido descolgando de la mayoría demócrata, hasta llegar al voto de castigo recibido en las elecciones de medio mandato. 

Paradójicamente, el perfil bajo de la vicepresidenta Harris juega ahora a favor de la candidata Harris facilitándole marcar distancias e imprimir su sello propio sin cuestionar gravemente el legado de Biden en asuntos tan delicados como el genocidio israelí en Gaza, la guerra de Ucrania o las políticas migratorias. La generosidad del gesto de Biden, en contraste con el discurso de odio que Trump no ha dejado de producir incluso tras su intento de asesinato, hacen el resto para marcar la diferencia.

Aunque de todos los cambios que ha introducido el efecto Harris, sin duda, el más relevante podría ser que Donald Trump se ha quedado de golpe sin campaña. Sólo le queda su ánimo de venganza como motor para volver al despacho oval. Ahora el viejo es él y todo cuanto ha dicho contra “Slow Joe” Biden se puede aplicar a su persona sin cambiar una sola coma.

La colección de mensajes de Trump en su red social, lamentando el cambio de rival y casi exigiendo que le vuelvan a poner a “crooked Joe” enfrente, constituye la mejor prueba de que él también lo sabe pero le fallan los reflejos para reaccionar. Kamala Harris lo tiene francamente difícil. Se comprobará la dificultad del desafío que afronta cuando empiece a bajar el entusiasmo de la novedad y sus cifras se normalicen. Aunque tiene a su favor una gran ventaja: Donald Trump es el mejor contrincante que podía haberle tocado.

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*Profesor Titular de Ciencia política y de la administración en la USC. Doctor europeo en Derecho por la USC. Máster en Gestión pública por la UAB. Escritor y analista político.



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