A propósito de la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria el pasado 8 de diciembre, se han instalado binariamente dos grandes relatos para explicar lo sucedido en aquel país.
Por un lado, están quienes plantean que la caída de Bashar al-Assad responde meramente a un levantamiento de rebeldes por la libertad contra un régimen criminal, lo que sería un triunfo para la democracia siria y sólo habría que celebrar.
Por otro lado, están quienes plantean que la caída de Bashar al-Assad responde a un plan orquestado por Estados Unidos e Israel para apropiarse del medio oriente e instalar un gobierno subordinado a los intereses imperiales occidentales.
La verdad es que ambos relatos solo simplifican un conflicto que es mucho más complejo que eso y que reproduce lo sucedido con lo ocurrido en Ucrania, luego de la invasión de Vladimir Putin a aquel país, en donde también se instalaron discursos dicotómicos entre buenos y malos.
Lo menciono, ya que detrás de estos discursos se esconde una enorme hipocresía imperial y subimperial de sectores de derecha e izquierda, que no les interesa en lo más mínimo el sufrimiento de pueblos como el sirio, ucraniano o palestino, sino defender a Estados que solo buscan imponer su dominio.
Es lo planteado por el pensamiento crítico sirio, como por ejemplo Joseph Daher, Al-Haj Saleh y Leila Al-Shami, quienes si bien celebran la caída de Bashar al-Assad, entienden que la democratización de Siria está en disputa y de la existencia de intereses en juego de parte de potencias imperiales y subimperiales (Estados Unidos, Rusia, China, Israel, Turquía, Irán).
De ahí lo hipócrita que sectores liberales aplaudan la llegada de yihadistas como Hayat Tahrir al- Sham (HTS) y su líder Abu Mohammed al Jawlani, herederos de Al Qaeda y considerados como una organización terrorista a nivel internacional, más allá de que se disfracen ahora de moderados y dialogantes
Pero también la hipocresía de sectores de izquierda que se dicen antiimperialistas, cómplices de tiranos como Bashar al-Assad y Vladimir Putin, que con el argumento de apoyar al llamado Eje de la Resistencia contra Estados Unidos e Israel, les da lo mismo las masacres realizadas contra el pueblo sirio y ucraniano.
Un ejemplo muy claro de lo dañino de estas narrativas criminales, es lo ocurrido con el pueblo palestino, en donde los sectores liberales siguen avalando el colonialismo, aperthheid y genocidio israeli, mientras los supuestos antiimperialistas avalan el nefasto rol de Irán, que solo usa a los palestinos a su beneficio propio.
Para qué hablar de lo ocurrido con el pueblo kurdo, totalmente abandonado por todas las potencias imperiales y subimperiales existentes, mientras el Estado turco a través del Ejército Nacional Sirio (SNA), hace todo lo posible por seguir desplazando y negando a un pueblo completo.
Por último, no se puede no mencionar el patético rol que ha jugado ahora y desde siempre el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a través del veto imperial de Rusia, China y Estados Unidos en conflictos y en distintas masacres ocurridas, como ha pasado en Palestina, Ucrania, Siria como en tantos otros lugares en el mundo.
En definitiva, la hipocresía es transversal a distintos Estados y de quienes los apoyan, ya que más allá que hablen en nombre de la libertad, la democracia, la liberación, el socialismo, la revolución o la descolonización, finalmente es sólo retórica para seguir apoyando a tiranos como Bashar al-Assad, Recep Tayyip Erdogan, Vladimir Putin o Benjamín Netanyahu.