Vargas Llosa: Coloso y enano a la vez

Los titulares de la prensa hispanoparlante dan cuenta de la desaparición física del coloso de las letras Mario Vargas Llosa rindiéndole un cálido homenaje, merecido para muchos y para otros no tanto. El renombrado escritor peruano destacó como figura esencial del llamado "boom latinoamericano" en las décadas de los 60 y 70 junto a otros gigantes de la literatura como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.

Haciendo una breve sinopsis (valga la redundancia) de sus obras literarias, encontramos que el trabajo de Mario Vargas Llosa se distingue por su profundidad en la exploración de temas políticos, sociales y humanos. Su narrativa se caracteriza por una estructura compleja, el uso de múltiples voces narrativas y una fuerte crítica a las estructuras de poder.

Desde sus primeras novelas, como La ciudad y los perros (1963) y Conversación en La Catedral (1969), Vargas Llosa ha abordado la opresión, la corrupción política y la lucha por la libertad. Su estilo narrativo incluye técnicas como el monólogo interior y la fragmentación temporal, lo que permite una visión multifacética de los personajes y los eventos.

Además, su obra refleja un compromiso con la realidad latinoamericana, explorando la relación entre el individuo y el poder en novelas como La guerra del fin del mundo (1981) y El sueño del celta (2010).

En este contexto, nadie pone en duda la estatura intelectual del mayúsculo escritor y premio Nobel de Literatura fallecido en Lima a los 89 años. Sin embargo, no deja de asombrarnos el viraje político de Vargas Llosa signado por su metamorfosis que lo llevó de la izquierda radical a la derecha dura. Cambió radicalmente hasta liderar la vanguardia neoliberal en la política de América Latina. A este fenómeno lo hemos denominado "Síndrome Vargas Llosa": alcanzar notoriedad como escritor de izquierda y terminar como ideólogo de la derecha.

Vargas Llosa pasó de sus inicios como ferviente seguidor de la Revolución Cubana a convertirse en un defensor del liberalismo económico. En sus últimos años no dudó en respaldar a figuras políticas que representaban la antítesis de sus primeros ideales. Un ejemplo claro de ello fue su apoyo a Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori, quien había sido su adversario político en los años 90. Sin ánimo de enlodar su epitafio y respetando el llamado libre albedrio que permite a los seres humanos ubicarse y abrazar a voluntad visiones y posiciones antípodas, nos referiremos a su obra política.

El monstruo literario peruano apostó políticamente por ciertos discursos, personajes y proyectos de corte fascista, convirtiéndose en un ‘think tank’ de la ultraderecha y la reacción internacional. Opinó en favor de nefastos personajes como el brasileño Jair Bolsonaro y la española Isabel Diaz Ayuso. Desplegó un perverso racismo y clasismo no solo contra sus coetáneos peruanos sino a nivel internacional. Califico de analfabeta al depuesto presidente inca Pedro Castillo, legitimó la dictadura de Dina Boluarte quien lo premió con una condecoración. Así mismo, descalificó la obra literaria dell escritor, poeta, profesor y antropólogo peruano José María Arguedas afirmando que «El esfuerzo intelectual de Arguedas se concentró en la etnología, la historia, la antropología, el folclore, más que en la literatura» Todos estos exabruptos también forman parte de su legado, el cual no solo reposará en los anaqueles de las bibliotecas, sino en la memoria colectiva de los excluidos.



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Ismael Noé


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