En las últimas décadas del siglo XX hubiera sido impensable vislumbrar una integración latinoamericana. Nuevas experiencias políticas han surgido en muchos países del Continente, que apuestan a nuevas formas de intercambio comercial, en el marco de experiencias como el MERCOSUR o el ALBA. Esta nueva visión política, quedo claramente expresada en la crisis militar entre Colombia, Ecuador y Venezuela, donde los acuerdos de consenso del Grupo de Río y la reunión de ministro de la OEA, corroboraban un acuerdo de paz, condenado la acción militar de Colombia a Ecuador, dejando aislado por primera vez a EEUU, en la historia del continente.
Los avances alcanzados en la integración, no están predeterminados por un común denominador político o ideológico. Las naciones que convergen en el MERCOSUR o el ALBA tienen disímiles visiones políticas, que van desde el populismo, la social democracia o socialismo. Pero sí comulgan con un misma idea, la necesidad de un modelo alternativo al neoliberalismo que pueda generar una salida económica a las naciones de América Latina, concebida en nuevas formas de intercambios mas solidarias y con un acento en el tema social.
La historia de Latinoamérica refleja siglos de explotación internacional y la traición a las ideas de independencia.
La dependencia económica de América latina a Europa, signó varios siglos de la historia desde la conquista de América. Varias guerras entre países del continente fueron auspiciadas por intereses trasnacionales, la guerra de la triple alianza (Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay), fue el crimen mas atroz entre ellas, devastando a una nación que intentaba un desarrollo independiente.
Otras guerras como la del salitre, entre Chile, Paraguay y Bolivia, enfrentaban a pueblos hermanos en las luchas independentistas contra el colonialismo español. La guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, auspiciada por las petroleras internacionales llevaba a una división o balcanización, bajo la vieja égida de “divides y reinaras”. Las ideas libertadores de Bolívar, Artigas, San Martín, Sucre, Martí quedaban en los libros, y sus idearios sepultados por la apología de poderosas oligarquías, que vendieron a intereses trasnacionales los recursos naturales de la región.
La presencia de EEUU a finales del Siglo XIX y la su hegemonía en el siglo XX.
Las aspiraciones expansionistas de EEUU se abatieron sobre América Latina, luego de consolidar su nación en la guerra civil, olvidaron los principios originarios de su constitución inspirados en la revolución francesa, de igualdad, libertad y fraternidad, para asumir el papel de nuevo imperio, caracterización que siempre niegan, pero su doctrina geopolítica se confirma con mas de un siglo de intervenciones en el Continente latinoamericano.
La usurpación de más del 40% del territorio de México, la intervención en la independencia de Cuba en 1905, la separación y la creación de Panamá para obtener el control del mayor canal interoceánico, las intervenciones, con sus marines en Centroamérica (Nicaragua y Guatemala), para imponer dinastías de dictadores. La agresiones y el bloqueo criminal económico a Cuba, la invasión a Grenada, el secuestro al presidente de Haití Arístide; fueron parte de la vieja doctrina del presidente Monroe, “América para los americanos”, un concepto manipulado, que solo expresaba los intereses expansionistas de EEUU.
La nuevas concepciones intervencionistas del imperialismo estadounidense, se comenzaron a aplicar en la últimas cinco décadas del Siglo XX, con la teoría de la desestabilización. Las acciones de la CIA (central de inteligencia) substituyeron a los marines, aparece la nueva doctrina militar de las Américas, con la que se adiestraban a militares latinoamericanos, como nueva forma de intervención. Nuestros ejércitos, nuestros soldados, se transformaron en el brazo armado de EEUU, el trabajo sucio lo ejecutaron ellos, en décadas de dictaduras militares. Ningún país del Continente, estuvo exento de gobiernos militares.
Seria muy largo desarrollar en este artículo las innumerables intervenciones y planes desestabilizadores de las distintas administraciones estadounidenses, la mas trágicas fueron en Chile, contra el presidente Allende, lo miles de muertos y desaparecidos en Argentina, Brasil, Bolivia, los miles de torturados en Uruguay, el secuestro de Noriega en Panamá y el asesinato de decenas de panameños. El apoyo a regímenes en Centroamérica que costaron miles de muertos, el apoyo a atentados terroristas contra Cuba, con criminales como Posadas Carriles, que dirigió la voladura de un avión venezolano, con decenas de muertos.
Hechos como estos son irrefutables, demuestran que las famosas banderas del presidente George Bush, contra el terrorismo y a favor de la democracia, son una mentira flagrante, porque EEUU ha sido el principal terrorista internacional. Nuevos piratas sin bandera asolan América Latina y el Mundo. Una nueva fase colonialista que intenta EEUU imponer al planeta. Para ellos solo hay una verdad, la de sus intereses trasnacionales, la de sus monopolios empresariales, la de su maquinaria de guerra. Las víctimas de esta estrategia son las naciones que tienen importantes recursos, petróleo, minerales, agua, metales, etc., ellas son objeto de intereses geopolíticos y por tanto plausibles de ser intervenidas.
El fracaso de las propuestas de integración estadounidense de ALAC, ALADI y los TLC, y el surgimiento de voluntades de integración.
Dentro de la retórica integracionista EEUU ha desarrollado múltiples instrumentos de mercados comerciales, con distintos nombres y planes, pero bajo un misma idea, la presencia de los intereses estadounidenses y su empresas trasnacionales. Un comercio predestinado por el proteccionismo del mercado estadounidense, con aranceles diferenciados y una infinidad de normas, aplicadas en los acuerdos del GAT. Los organismos financieros que aportan créditos, el FMI y el Banco Mundial, son también instrumentos del estatus quo. Su política de usura ha condenado a los países latinoamericanos con deudas impagables, de altos intereses, para cada día endeudar más a estas naciones.
En casi cuatro décadas pasaron la Alianza Para el Progreso, la ALAC, ALADI y ahora los Tratados de Libre Comercio (TLC). Variados nombres con un solo objetivo, acrecentar y controlar económicamente a los países latinoamericanos, ofrecer nueva baratijas y enriquecer a desnacionalizadas oligarquías. Ninguna de estas propuestas generó desarrollo en América Latina, solo décadas perdidas de subdesarrollo, con altos costos políticos y sociales. Nuestras economías fungían el papel de abastecedores de materia prima barata y compradores cautivos de las mercancías estadounidenses, europeas o de las maquilas de ASIA (con capitales de EEUU).
Hoy nuevas ideas de integración enfrentan a los TLC, los países del MERCOSUR asumieron el compromiso de no adoptarlos. Para lograr una salida a sus exportaciones con dificultades de comercialización, producto de la disparidad de sus integrantes, pero con una clara idea: la necesidad de lograr acuerdos regionales, obtener apertura de mercados entre sus socios, romper las barreras impuestas por la atomización geopolítica. La conciencia de que en el continente existen todos los recursos, petróleo, minería, siderurgia, alimentos, agua, industrialización, maquinaria pesada, tecnología, etc., se esta transformando en el motor del cambio regional.
El ALBA surge como una idea mas profunda, una interrelación entre varios países que ven el intercambio comercial de una manera solidaria, ventajosa para todos sus integrantes. Valoran no solo el pago monetario, también el intercambio de mercaderías o servicios (ciencia, tecnología, informática, personal médico, etc.), aplicando una noción del comercio mas justa y equitativa. Esta integración ha sido satanizada por EEUU, porque demuestra que si existe un comercio a favor de la integración y el desarrollo regional, y esto es un pecado intolerable para los intereses trasnacionales.
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