La muerte repentina de Manuel Marulanda Vélez, alias “Tiro Fijo” y quien tenía por nombre de pila Pedro Antonio Marín Marín, líder histórico militar y político de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-Ep), ocurrida hace dos meses (26/03) y dada a conocer apenas ayer (25/05) pone de manifiesto un aspecto sumamente importante, tanto para quienes ardorosamente sustentan la tesis de que esa guerrilla es imbatible y que el éxito de su lucha es la única garantía de solución para sacar a Colombia de la injusticia atroz que agobia a más del 80% de sus habitantes, y para quienes consideran que ella significa una tragedia y que su aniquilación es perfectamente posible, además de que afirman es la respuesta necesaria para “salvar a la patria de la hecatombe y la dictadura del castro comunismo”. Ese aspecto es nada menos que el alto nivel de seguridad que impera en su seno, pues no otra cosa indica que su muerte se haya mantenido en el más absoluto hermetismo durante tanto tiempo.
Ese nivel de seguridad no es casual, ni gratuito, es producto de una larga experiencia de 42 años de lucha y de valiente resistencia ante la ferocidad de un régimen que no solamente invierte el 6% de PIB en sus fuerzas armadas (equiparable al gasto militar de cualquier país del llamado primer mundo y en algunos casos muy superior), para enfrentar a ese ejército del pueblo, sino que recibe del norte una ayuda fabulosa que ya va por el orden de los seis mil millones de dólares desde que se inició el llamado Plan Colombia o Plan Patriota en el 2000, en sus esfuerzos dizque para acabar con el narcotráfico, pero que todo el mundo lo sabe es una formidable ayuda financiera para derrotar a la guerrilla.
De manera que cuando observamos que ocurre dentro de las Farc esta muy lamentable baja por causas naturales, lo cual para nada debe extrañar a nadie que un hombre como Marulanda, con 80 años a cuestas (1.928/2.008), haya sido víctima de un infarto fulminante, cuando es por todos sabido que esa causa de muerte ocupa el primer lugar de las estadísticas en casi todos los países del mundo y que, además, la información se haya mantenido en la mayor reserva por tantas semanas, mientras el Secretariado de la organización le rendía los honores correspondientes a su alta jerarquía y a su entrega absoluta por la liberación de Colombia de las garras de una oligarquía voraz y criminal, como pocas y se procedía luego a llevar adelante los actos de la inhumación de su cuerpo en algún lugar de esa inmensa selva del hermano país, tenemos que llegar a la conclusión de que hay Farc-Ep para largo rato.
Por otra parte, como refuerzo a dicha tesis, debemos tomar nota de que asume la vacante dejada por Marulanda, el miembro del Secretariado, Comandante Alfonso Cano (1.948), cuyo verdadero nombre es Guillermo León Sáenz Vargas, un extraordinario combatiente que ingresó a sus filas a finales de la década del setenta y en quien confluyen todas las calidades y virtudes de un revolucionario integral: valiente soldado, hombre ilustrado, antropólogo de profesión, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de derecho por diez semestres en esa misma casa de estudios, miembro activo y muy dinámico de la juventud comunista, lector incansable e ideólogo marxista de primeras línea, quien ha sido una de las voces dentro de la organización guerrillera que ha jugado papel de primera línea en los procesos de negociación de la paz por parte de las FARC en 1991, en Caracas y Tlaxcala (México) en 1992, lo cual pone de relieve que la resistencia y la voluntad de lucha del grupo guerrillero bajo su conducción, no podrá ser quebrada tan fácilmente, como lo augura un sujeto como el ministro de Defensa Santos, quien tiene por misión de sus amos del norte impedir a toda costa cualquier vía hacia la paz y, por el contrario, atizar cuanto más pueda los fuegos del enfrentamiento y la guerra fratricida y su extensión regional, todo ello dentro de la estrategia de torpedear los esfuerzos de integración exitosos que adelantan hoy nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños.
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