En días pasados se corrió desde el diario cubano Granma la especie de que Barack Obama podría ser asesinado del mismo modo como ocurriera con los Kennedy en la década de los sesenta. Para el director editorial del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, Gabriel Molina (quien es el firmante del artículo), la similitud histórica entre el Kennedy contrario a la guerra de Vietnam y el Obama contrario a la guerra de Irak, podría fundamentar una repetición de los hechos, más si se considera que ya el negrito ha confrontado "a la mafia de Miami y al poder militar-industrial que patrocina (George W.) Bush" (1).
"Pero -como dice el autor- no estamos en 1963 ni en 1968, cuando fueron asesinados los Kennedy”. Gran verdad que más bien da pie −en mi criterio− para asentar la especie contraria, esto es, que Barack Obama no corre riesgo alguno más allá que el propio del hecho de ser candidato. Como es harto sabido respecto de cualquier parte del mundo, y con más fuerza en un país como los EEUU, donde tanto desquiciado "se lanza a la fama" ordinariamente, matando a cuanto niño o mayor cantidad de gente pueda; cualquier psicopatología ambulante le puede descerrajar un tiro a un candidato presidencial o figura pública, valorando en extremo el hecho de que su víctima sea una personalidad muy conocida.
Fuera de ese peligro, me parece que el candidato presidencial, Barack Obama, está más seguro que nunca, además de ser el casi seguro flamante presidente de los EEUU para el próximo período. La razón de tal parecer es simple como luminosa −y en este sentido subscribo las apreciaciones del periodista francés Thierry Meyssan (2)−: la "blanca" oligarquía estadounidense ya tomó la decisión de llevar a la Casa Blanca al candidato de color contrario al de sus paredes porque le da rentabilidad en dos aspectos, apuntando siempre a su sobrevivencia como aparato atornillado en el poder de los EEUU, hoy en crisis después de los dislates de George W. Bush, del que hay que recordar que es el presidente más impopular en la historia del país y el que ha evidenciado más groseramente el interesado comportamiento de la maquinaria belicista comercial.
Uno: el carisma de Obama, similar al de Kennedy en su tiempo, es la ocasión de oro para aprovechar lavarle el rostro a la política colonialista del gobierno norteamericano, proponiendo "volver a una forma de imperialismo más presentable" (3). Dada las condiciones actuales de descrédito gubernamental, proseguir con la línea descaradamente republicana, esto es, aventurera, podría conducir a una severa crisis de sostenibilidad. Dos: el eventual presidente Obama ofrecería también la no desaprovechable ocasión de dejar en manos de un negro la responsabilidad de declarar la bancarrota del país y de enfrentar la segura convulsión social aparejada.´
Como sintomático de que esta oligarquía ha tomado la decisión de reacomodar su estilo −arguye el periodista francés− está el hecho de haber renunciado al tan mentado “choque de civilizaciones” y disponerse al rediseño de su política en el Medio Oriente, según evidencian sus acuerdos y negociaciones de paz en Pakistán, Irak, Líbano, Siria y Palestina. Respecto del punto dos, relativo a la crisis económica, resalta el analista la desgracia contenida en la caída del dólar, que antes compraba un barril a tenor de ocho unidades y ahora lo hace a tenor de casi 150 ó 200. El hecho de que próximo presidente tenga que afrontar la difícil situación de no poder pagar el gasto de salario y de servicios públicos de varios estados de la Unión, hace parar los pelos a más de uno y más apetecible la imagen de que la corona luzca sobre la cabeza de un negro. ¿Triste, no?; pero posibilidad al fin, y ardorosamente maquiavélica, por cierto.
De forma que Barack Obama, según tal razonamiento, luce poco más que inmortal. Vale oro. Es vida. Es posibilidad de perpetuación de los grupos de poder en los EEUU, quienes no ahorran recursos ni vidas a la hora de sostener el coroto político. Fueron los mismos que asesinaron a Kennedy porque les arruinaba el negocio de la venta de armamento cuando pretendió detener la guerra en Vietnam; han sido los que han gobernado, realmente, desde siempre en el país, utilizando periódicamente para medrar del poder a payasos con mascaradas de presidentes popularmente electos. Insistir con la tradición abiertamente militarista, como comporta la figura de McCain (una criatura desahuciada del análisis histórico), es invitar a que, a la crisis presente, se le sume la suspicacia del electorado estadounidense en el sentido de que empiece a cuestionarse la legitimidad de elección de sus gobernantes.
Porque detrás de la complicadísima mecánica de elección presidencia hay de todo menos que el pueblo elije a sus gobernantes, como es el mandato de la democracia y como ellos mismos, los dirigentes gringos, se llenan la boca cuando se creen en potestad moral para criticar a otros países y recomendarles "derechos civiles". Una aberración aproximada a esto: el pueblo vota por un "gran elector" (delegados), que a su vez votará para elegir al presidente (elección indirecta, como se ve); pero con la gran salvedad de que los delegados en muchísimas situaciones son puestos allí por el gran poder económico, amparado tras el bastidor del complicado procedimiento, hecho que ya borra del todo la poquita democracia que se pueda contener en la elección indirecta. Como si se dijera que la gente vota, pero no elige. Así es en los EEUU.
Son llagas de la "democracia" norteamericana que se han de soslayar a cómo de lugar, manteniendo a la opinión pública complacida y distraída. Obama es un gran espectáculo de circo, con estigmatizado color incluido, cuyo inocultable carisma se perfila como salvador de la patria. Poco importa que a cada rato, en aras de acumular fervor de pueblo, diga y desdiga que parará o no la guerra, que hablará o no con nadie, que invadirá o no a nadie; su rol está prefijado, desde el momento en que se sabe que un presidente no manda en los EEUU. Si no, que se lo pregunten a hombres como Dick Cheney, el vicepresidente gringo.
Luce menor la cuota a sacrificar por parte de aquellas mafias o perros de la guerra que le ha tocado enfrentar hasta el momento por causa de sus declaraciones tocantes a la guerra, si se compara con la posibilidad fatal y total de arruinar la salud enquistada del aparataje global del poder oligárquico gringo. Temprano se habrán de acomodar a lo que se impone como mandato: conservar el poder para no perder la capacidad de ejecución, aunque sea a través de un imperialismo maquillado, como el se apresta a implementar con el descendiente de kenianos.
Finalmente, para citar a un columnista nuestro, Roberto Hernández Montoya, culmino con la jocosa apreciación de que ahora sí es verdad que se fregaron los opositores al "rrégimen" de Hugo Chávez, quienes llevan años deplorando que un zambo gobierne en Venezuela, moreno él, con los labios gruesos, puestos ahora en situación de obedecer los lineamientos de un mulato en la Casa Blanca, de origen keniano, para más pesar de tan ridículo sentimiento de superioridad oligárquico, racista por los cuatro costados, esta vez venezolano (3).
Notas:
(1) "Granma: como Robert Kennedy, podría ser asesinado Obama" en La Jornada [en línea]. 14 jun 2008. Págs.: 3 pantallas. - http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/06/14/obama-podria-ser-asesinado-como-kennedy-granma. - (Consulta: 18 jun 2008).
(2) Thierry Meyssan: "Presidencia USA 2008: un show antidemocrático" / entrevista por Sandro Cruz. En Voltairenet.org [en línea]. 26 mayo 2008. Págs.: 17 pantallas. - http://www.voltairenet.org/article157134.html. - (Consulta: 2 jun 2008).
(3) Loc. cit.
(4) "El fin del racismo feliz" en Aporrea.org [en línea]. 5 mayo 2008. Págs.: pantalla. - http://www.aporrea.org/tiburon/a58289.html. - (Consulta: 18 jun 2008).
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