1.- Cuando el espurio y fondomonetarista Salinas privatizó la minería, particularmente la de cobre de Cananea, en beneficio de Industrial Minera México, se pactó que un cierto porcentaje del capital accionario de la empresa quedaría en propiedad del Sindicato Minero, en representación de los trabajadores de esa mina. El nuevo dueño, Germán Larrea, hizo circo, maroma y teatro para anular la prestación pactada. El sindicato litigó el asunto y obtuvo la resolución judicial que obligó a Larrea a entregar 55 millones de dólares, no sin dejar sembrado de embrollos el camino de su aplicación. Aquí nace el encono con que este sedicente empresario ha combatido al sindicato minero y, con especial rudeza, a su dirigente Napoleón Gómez Urrutia. El conflicto se agudizó al imbricarse con el criminal siniestro de la mina de Pasta de Conchos, también propiedad de Larrea, en el que murieron sepultados bajo una montaña de carbón sesenta y tres mineros, al quedar de manifiesto que el accidente ocurrió por la negligencia y las omisiones de la empresa en materia de seguridad, solapada y protegida por el propio secretario del trabajo del gobierno de Fox.
2.- En otra vertiente, la del conflicto con los gobiernos de Fox y de Calderón, sucedió que el recién fallecido Carlos Abascal, a la sazón secretario del trabajo de Fox, favoreció la ilegal reelección del presidente del Congreso del Trabajo, aquel nefasto y abyecto dirigente ferrocarrilero de apellido Flores, al efecto de contar con su aquiescencia para el proyecto de reformas a la legislación laboral, conocido como ley Abascal, mediante el cual se flexibiliza la relación contractual en beneficio de los patrones y que dejaría en total indefensión al trabajador. El caso es que el sindicato minero se opuso a la referida maniobra y encabezó un movimiento depurador, el cual se vio frustrado por el contubernio de la autoridad con la vieja guardia del charrismo sindical.
3.- Sumados ambos asuntos, conformaron una vergonzosa alianza entre el patrón y la autoridad para forzar la defenestración del dirigente sindical y, con ello, destroncar al sindicato que se les salió del huacal. Comenzaron con el armado de una trama por la que se acusó de fraude a Gómez Urrutia por el manejo del dinero rescatado de la privatización, continuó con el intento de destitución mediante el reconocimiento de una nueva directiva que, por cierto, se amparó en documentos probadamente falsificados. Gómez Urrutia se asiló en Canadá en previsión de un nada extraño y muy posible encarcelamiento. Ni la denuncia de fraude ni la intentona de destitución han podido progresar en el litigio, ambas por carecer de sustento legal.
3.- Conviene anotar aquí que, el de los mineros, ha sido un sindicato de lucha, cuyos contratos se han pactado siempre por arriba de los topes salariales impuestos por el régimen neoliberal y propatronal, lo que explica una bien lograda animadversión oficial, por una parte, y la denodada defensa que los trabajadores hacen de su líder. Igualmente, ha sido público el rechazo del sindicato al intento legaloide de regresar el reloj de la historia y anular el estatus de protección al trabajador consignado en la Ley Federal del Trabajo vigente.
4.- Ya se cumplen más de dos años de este conflicto que ha mantenido seriamente afectada a la industria minera, con paros permanentes en varias minas importantes en varios estados de la república, así como suspensiones de labores parciales en otros, en virtud de la resistencia de los trabajadores ante el embate y el acoso patronal y gubernamental, en defensa de su autonomía interna y de sus condiciones de trabajo. En su desesperación, la patronal y el gobierno espurio a su servicio, optaron por la obcecación y procedieron a congelar las cuentas bancarias del sindicato y al encarcelamiento de dos de sus principales dirigentes. El colmo de la estulticia y la irresponsabilidad: emplear gasolina para apagar el fuego.
Solidaridad obliga. Independientemente de lo simpática o antipática que sea la figura de Napoleón Gómez Urrutia que, en todo caso, sólo compete a los propios mineros juzgar, es preciso tomar conciencia de que la lucha que hoy están dando los mineros es también la lucha de todos los agraviados del país, sean maestros, burócratas, campesinos, proletarios y pequeños y medianos industriales y comerciantes, estudiantes rechazados, y tantos otros que sufrimos los efectos del pésimo gobierno ilegítimo.
Espero que me leas, Andrés Manuel. Esta es también nuestra lucha.
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