El alegato para expulsar a Cuba de la OEA y la defensa del mismo, al margen de lo que el gobierno de la isla piense al respecto, no es más que un gesto simplista o hipócrita que no se sostiene ante la menor crítica,
Cuando la OEA expulsó a Cuba de su seno, con el apoyo de Rómulo Betancourt, se alegó como justificación, que el Sistema Interamericano era respetuoso de “la libertad de la persona humana, la preservación de sus derechos y el pleno ejercicio de la democracia representativa”. Como en la isla antillana, se habían definido como marxistas leninistas, se creyó procedente y justa aquella medida.
No tomaremos como alegato principal la situación venezolana de entonces, cuando las cárceles estaban llenas de presos políticos, la tortura era una práctica habitual, “se disparaba primero y averiguaba después”, el derecho a la vida no era observado por el gobierno y las garantías constitucionales estaban suspendidas.
Se parte de una falsa premisa al considerar los pensamientos de Marx y Lenin, contrarios “al respeto de la libertad de la persona humana” y los derechos de ésta. No se requiere ser marxista o leninista, es suficiente con haberles leído, para saber que esos argumentos de la OEA, no tienen sentido alguno.
Retamos a cualquiera que exhiba una oración, escrita por esos pensadores, que le dé sustento a esa declaración de la OEA.
Cualquiera que alegue, ya los estamos escuchando, que en algún país, presuntamente marxista leninista, se violan los derechos humanos, es suficiente recordarle, que los regímenes del capitalismo, amparados o no tras la careta democrática, son los campeones del atropello e irrespeto a la condición humana y sus correspondientes derechos.
Lo único cierto de lo dicho en la resolución del organismo interamericano, es que el régimen cubano y los principios inspirados en Marx y Lenin, están distanciados de la “democracia representativa”. En Venezuela bien sabemos que esa fórmula, que excluía la participación popular y dejaba todo en manos de un cogollo o una cúpula, está muy lejos de ser verdaderamente democrática. Y porque un régimen sustituya dentro de la democracia, lo representativo por otra forma más abierta y nada excluyente, no constituye una negación de ella.
Y también es verdadera la oposición de esos pensadores al sistema capitalista, al cual la resolución de la OEA no menciona. Porque es una arraigada conducta que los adoradores del capitalismo, sienten como vergüenza admitirlo y se amparan en la palabra democracia. Pero una democracia que por principios y fundamentos materiales, está llena de injusticias y desigualdades antidemocráticas.
Pero hagamos historia. En la OEA, se condenó al régimen democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala y se dio luz verde a la invasión gringa de aquel país. Recuerden lectores, que esa reunión, impúdicamente, se realizó en Caracas, cuando aquí estaba instalada la dictadura de Pérez Jiménez, contrario a esos principios que enarboló la OEA para sancionar a Cuba.
Cuando se produjo esta sanción, más de la mitad de los gobiernos representados en el Cónclave continental, eran dictaduras. ¿Siendo así como atribuirle a aquella medida un ápice de dignidad y respeto?
Veamos, ¿si los argumentos de la OEA tuvieron validez y merecen se les siga admitiendo, por qué nunca expulsaron a Argentina, República Dominicana, Chile, Perú, Bolivia, Nicaragua, Guatemala y paremos de contar, cuando en esos países se instalaron dictaduras atroces como las de Pinochet, Videla, Somoza, Castillo Armas o Trujillo? ¿Y Guantánamo qué es? ¿Y la Cuba de Batista?
La respuesta es sencilla. Al Departamento de Estado Americano, que ha controlado la OEA, su “Secretaría de Colonias”, aquellos gobiernos le satisficieron. No tocaron las bases del capital “salvaje” nacional e internacional, sobre todo los intereses del norte.
Lo demás es hipocresía.
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