Cuando se hace referencia al golpe de Estado en Honduras, es inevitable retrotraernos a la experiencia vivida en Venezuela el 11, 12 y 13 de abril de 2002, pues el reciente alzamiento militar del país centroamericano donde se depone al presidente José Manuel Zelaya, tiene una similitud impresionante, con matices y detalles novedosos en la forma de consumarse y la rapidez de la acción fascista. Lo acontecido en el año 2002 en nuestro país fue precedido de una serie de movilizaciones y paros planificados desde el pentágono y la CIA, con la orden expresa del presidente George Bush, conocido por su posición imperialista e intervencionista en los territorios donde se construyen y fortalecen gobiernos soberanos y libres de todo tutelaje extranjero. También fueron brazos ejecutores de la desestabilización y el golpe de Estado de ese año en la República Bolivariana de Venezuela, los empresarios concentrados en FEDECAMARAS, la CTV traidora y vendida a los patronos y como arma poderosa: los medios de comunicación privados de prensa, radio y televisión.
En la República de Honduras, el golpe de estado aparenta ser un complot militar, simple y grotesco, sin la movilización de ciudadanos en las calles en contra o a favor de las políticas del presidente Zelaya. Una vez derrocado, secuestrado y enviado a otro país, los organismos internacionales comenzando por la ALBA, luego OEA, ONU, grupo de Río y otras, condenaron la subversión y exigieron la restitución del presidente hondureño con el “ultimátum” de expulsar esa nación de la Organización de Estados Americanos si no deponían su actitud los golpistas. ¿Qué ha pasado? Han transcurrido más de 12 días del golpe de estado y el gobierno de facto está intacto, reprimiendo y matando al pueblo. El pronunciamiento de Zelaya de convertir la base militar norteamericana enclavada en Honduras en un aeropuerto civil y el aumento del miserable salario mínimo a los trabajadores en tiempos de gran depresión, no lo soportó ni el gobierno estadounidense y mucho menos la oligarquía servil que disfruta de las riquezas en esa pequeña nación de Centro América. Al presidente Zelaya, no lo dejaron llegar a su país, el avión donde viajaba fue interceptado y obstaculizada la pista de aterrizaje por los militares. El Presidente norteamericano declaró en contra del golpe, pero no condenó la asonada. La base militar Yanki pudo convertirse en la pista donde aterrizara el avión del ALBA. Parece que la sonrisa de Obama se torna macabra con las acciones de control y sometimiento, utilizando fuerzas locales de los países que intenta mantener como neocolonias. La máscara del presidente Obama se está cayendo, y su rostro se parece cada vez más al del miserable asesino ex presidente George Bush. La manía de quitar y poner gobiernos con la sonrisa, es la misma en Honduras que la utilizada en Irak, Afganistán o Palestina. El golpe de estado en Honduras no debe consolidarse, porque significa poner en peligro la revolución Bolivariana que es a fin de cuentas el objetivo central de la acción golpista. La oligarquía no se dejará quitar el poder fácilmente. Lo de Honduras no es cuestión de negociar, el pueblo debe tomar las armas y actuar para retomar el hilo constitucional e ir hacia la construcción del poder popular, una vanguardia integrada también por militares patriotas. Aquí en Venezuela la guerra tiene diez años, es mediática y armada. La violencia la desataron los que dominan la economía, son ellos los guerreristas. Los defensores del socialismo y la justicia tenemos la obligación de tomar conciencia de ello; y llevar el lenguaje de la solidaridad y la hermandad, pero también el de defender la revolución como una prioridad nacional. Los hermanos de Honduras hoy necesitan nuestro apoyo, pues la unidad latinoamericana tiene que convertirse en realidad. Es de vital importancia mantener la línea mancomunada de los pueblos suramericanos, como base fundamental de la transformación de la sociedad en Democracia Socialista.
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