En un nuevo escrito de H. Dieterich de 15 párrafos, 1322 palabras sin incluir el título “Estrategia militar-mediática estadounidense amenaza con derrumbar al proyecto bolivariano” publicado en aporrea en fecha 16/08/09, adivinen con qué nos encontramos.
El “avance militar” en Latinoamérica del imperialismo norteamericano asociado con la oligarquía colombiana es consecuencia, según el mencionado autor, de “la notable falta de inteligencia y capacidad operativa estratégica de los gobiernos bolivarianos”, qué tal. Vuelve nuestro autor a apelar a los simplismos y a la retórica para llegar a conclusiones como las anteriores con las que además vuelve por sus fueros al plantear de manera tajante, absoluta y definitiva la incapacidad de dirigentes como Chávez, Evo, Correa, Ortega y el propio Fidel Castro junto a su hermano Raúl.
El autor plantea como premisa que el imperio “instrumentó su ofensiva en los dos campos de poder donde no puede ser vencido: el militar y el mediático”, pero termina concluyendo que era posible enfrentar políticamente a Washington con lo que se afectaría económicamente a Colombia y se evitaría su supuesto avance, no tengo ni la décima de los estudios de este señor, pero creo que lo que plantea más retórico no podría ser.
Más adelante señala este “sesudo analista” que el problema fue que los bolivarianos debieron recurrir a una corte después de la violación de la soberanía y la masacre del ejército colombiano en Ecuador y apelar a un tal “tainted evidence” con lo cual se evitarían “las campañas mediáticas chantajistas que Washington desata cuando le conviene”. La verdad es que este erudito debe leer un poco más de la historia de los imperios y del imperio estadounidense para que entienda cómo funcionan, a propósito, deberíamos preguntarle dónde queda esa supuesta corte de ley que según él nos hubiese solucionado este problemón del chantaje mediático, según creo estamos a tiempo aún. Según mi inteligencia me lo permite entiender el problema debió haberse tratado desde la vertiente jurídica apelando a una supuesta “doctrina judicial universal”, ya que al no haberlo hecho condujo al Presidente Chávez a imponer una política “oportunista” que impidió que Bush y Uribe pagaran el costo político y económico por la agresión a Ecuador, que vaina parece que tantos estudios confunden a este “catedrático”, que amenaza en sus análisis con arrastrarnos a sus confusiones.
Dieterich es tajante al afirmar que el “miedo e irresolución política” de los dirigentes del bolivarianismo explican porque la situación de golpe de estado en Honduras como la consolidación de Colombia como frente antibolivariano se han mantenido con el riesgo de que se consoliden. Resulta que el problema es que, según el autor, se debe ejercer una “presión pública y colectiva” a Obama, para que la situación del golpe de estado de Honduras se resuelva, así como es necesario explicarle “a él (Uribe) y a la sociedad civil colombiana los costos políticos y económicos de la sumisión santanderista ante el imperio” que bromas, con tanta edad que tiene este señor y todavía creyendo en pendejadas, como decían en mi pueblo.
Finaliza el autor su escrito desarrollando las presuntas respuestas a la pregunta ¿cómo salvar el proyecto bolivariano?. Volviendo a afirmar en parte de esta argumentación que no existe “liderazgo ni vanguardia latinoamericana” para el reto que tenemos al enfrentar al imperio en Latinoamérica. Dejando de lado el reconocimiento que hace el autor del papel que juega el liderazgo de Fidel Castro en este contexto, lo cual no parece más que un saludo a la bandera de su parte, vuelve a soslayar el papel que en escenarios recientes han jugado Chávez, Evo, Correa y Daniel para mencionar sólo a los indudablemente definidos.
El autor plantea que “es necesario que se reactiven en forma autónoma los grandes movimientos sociales, como el MST en Brasil, y los intelectuales de Estado, como la red “En Defensa de la Humanidad”, para que se auto-asuman como sujetos estratégicos del cambio, abandonando su papel subordinado ante los gobiernos de centroizquierda, de cuya simbiosis se benefician con sus agendas particulares”, sacando, cuan mago de su sombrero, unos actores que nunca antes mencionó en las más de 1300 palabras que deberíamos llamar más bien pendejadas contenidas en su artículo.
Cierro estas notas suplicando que no dejemos pasar estos “sesudos análisis” sin la debida refutación y confrontación necesaria, contamos con intelectuales que deben ocuparse de dar respuestas inmediatas y contundentes a las sartas de pendejadas que pueden confundir a muchos entre nuestras filas. Es importante además que desenmascaremos a quienes los promueven.
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