Colombia, el pacto histórico de la entrega

Colombia es la encrucijada de la dignidad para América Latina y también, por lo que es deducible, de la senda contraria. Siempre parece haberlo sido, desde que hay memorias de historias republicanas en el continente.

En un principio, ya lo sabemos, su casta gobernante jugó al asesinato de Bolívar y a la aniquilación de su gesta. Entonces había empezado a resultarle incómodo el pequeño jinete de los ideales, a la hoy rancia casta de los poderes plutocráticos del país. Casualmente, entonces, los EEUU habían encontrado en ella, en la élite clasista que se formaba en el país, la vía para sus majaderías imperiales. No lo inventan estas líneas; lo apoyan los hechos, la historia, la Manuelita Sanz corriendo de una esquina a otra para evitar el asesinato de El Libertador. Usted lea.

Casualmente, también, era una hora en que había empezado la funesta sincronía: Francisco de Paula Santander, icono plutocrático de la incipiente Colombia de aquel entonces aspiraba a la erradicación física del Libertador, como los EEUU aspiraban a ”meter su cuchara” en el continente para evitar las consolidaciones nacionalistas o republicanas, frutos de su lucha.

Hoy, 180 años después, la historia continúa con su inicio y desarrollo, tentando un final. La Colombia de las élites, de las verriondas castas que sueñan con dejar de ser a lo que le obliga un territorio libre y soberano, sigue siendo la muletilla de las aspiraciones de los EEUU en América Latina, Central y norteña: dividir, evitar consolidaciones patrias, asegurar fuentes de energía y recursos para sostener su propio e insólito modelo desarrollista. Y no lo dicen estas líneas, sino la pretensión hoy de instalar siete bases militares sobre su territorio. Tanto interés de un país por erradicar un “problema” de otro (la producción de droga) confunde.

El territorio neogranadino es, pues, la cabeza de playa de los planes imperiales en el continente, como Honduras en Centroamérica. ¿Para qué repetirlo? Es ya lugar común. Pisar su territorio figura pisar un sendero armado de trampas. En el acto se te abre en el panorama la toma de una decisión, para que de una vez te decantes: o te vas con el pueblo o con sus opresores, bajo la oferta de que, si lo haces con el primero, te espera Gaitán en el infierno, y si con los segundos, te esperan los verdes pastos y el turismo sobre el territorio norteamericano. Esto es, visa, viaje, riqueza y “libertad”, con el añadido de esperanzarse en ser su delineada colonia en cualquier momento.

Ni más ni menos. Sin exageraciones. Porque Colombia es al sol de hoy la estructura social con el tinte colonial más original posible del continente, perdida en el tiempo, hecho que podría llevar a pensar a sus gobernantes que ya reúnen el recaudo principal para la final anexión de su territorio a los EEUU. El estado número cincuenta y tanto. Santander no habría nunca estado en desacuerdo, si con la medida conserva las descomunales riquezas heredadas de los tiempos de la Independencia. Colombia es el país de los blancos, de los dueños, de los señores, de las sangres azules pervivientes desde épocas primeras, tentaculizados sobre la gente sencilla, los dueños de nada, los paisas, los pobres de la Tierra.

En consecuencia, parece un país de fantasías, mundo enrarecido por el telarañaje de las épocas. Allá las cosas no cambian y jamás habrá la necesidad (de ficción) de colocarle cartelitos a los objetos para recordar su uso. Más de “cien años de soledad” e inacción perfilan los destinos. Polvo de los tiempos sobre los ojos del pueblo llano, quien seguramente habría sufrido el intento de que le colgasen un cartel con la leyenda “Para todo uso”.

Álvaro Uribe, su presidente, no es precisamente hombre de contabilizada sangre azul. No lo registra la alcurnia por ningún lado, y ello, en su delirante desprecio, lo mantiene pegado al diván de un connotado terapeuta ─éste sí─ de las clases gobernantes. Usted dirá que el comentario no pega por ningún lado, así como tampoco el hecho de que parezca un hombre arrasado por innumerables complejos, rechazado en los altos sitios que pisa la aristocracia, con todo y su título de presidente. Pero de un hombre con tal complejo de “baja estatura”, parecido a un niño cuando afronta con irracionalidad el tema de la guerrilla (porque le mató a su padre), pasado en consecuencia al bando contrario de los paracos y los narcos porque sí, dispuesto a hacerle tragar a la aristocracia el desprecio de clase que le dispensa; usted puede especular si tales linduras no han de afectar la sindéresis de un gobernante.

Nada aristócrata el hombre, pues, pero sí imbuido (y tal vez compensado) en el taimado modelo sembrado por su prócer, esto es, por Santander, el de sonreír para simular el juego de las dagas oculto detrás de las espaldas. Un modo traído por los pelos –se dirá- de parecerse a un aristócrata, de buscar la aceptación final. Y modelo ejercido una y otra vez contra sus “amigos” presidentes vecinos, Hugo Chávez en primer término, de quien aprovechó su buena fe hasta que obligó a la insostenibilidad de las relaciones diplomáticas.

De manera que las cosas, para efectos colombianos de pura casta y cepa, nada han cambiado: la Venezuela de las luchas revolucionarias es el objetivo, dado que Colombia no parecer pensar desde siempre por mente propia sino por el préstamo de intereses y preocupaciones extranjeras; y para ello promete convertirse en el país primero en el mundo en bases militares de otro, obligando a Venezuela a la compra también de pertrechos defensivos militares. Todo en aras de la ruptura de la unidad nacionalista en el continente y en su final segmentación territorial, como si los países se trataran nomás de una gigantesca mina de recursos y riquezas a ser conquistada, como en los viejos tiempos.

Considera la satrapía colombiana llegado su momento de reacción cuando una corriente de cambios revolucionarios, de toma de conciencia social, sacude al continente; y cuando, en consecuencia, la presencia imperial de los EEUU empieza a ser combatida y desalojada, militarmente de Manta, Ecuador, para mencionar el último capítulo; cuando un golpe de Estado arraiga en Honduras, dado por sus iguales castizos extrafronteras, sobre la base y compresión del mensaje simbólico enviado al resto de los mortales, quienes han de escarmentar al ver lo que ocurre cuando los poderes establecidos se amenazan; cuando hasta el Brasil inicial de las soberanías (promovido por Lula) se ha tenido que replegar a la presión norteña de preterir a Venezuela y sus lineamientos para con el MERCOSUR aceptar el tutelaje de Washington.

El que tenga conciencia propia que piense y tome sus arrestos de dignidad. EEUU y Colombia le han echado las cartas a la América de Bolívar, San Martín, O’Higgins y Martí, y no parecen sino perfilarla hacia un futuro de guerras, porque en medio de ellas, como el aprovechador sobre el árbol caído, es de donde sacan su leña los viejos poderes empeñados en permanecer sin mutar jamás, a efectos de domeñar a los pueblos y custodiar sus intereses (los suyos, el de los plutócratas), mismos que, si una vez son amenazados, los animan a empezar de nuevo el mismo esquema político, pero a jamás finalizarlo para dar forma a otro sistema de conciencia social. ¡Ni pensarlo! Se permanece o se empieza de nuevo en el mismo hábito, pero nunca se puede llegar a su final.

Si los EEUU ─que es como decir Colombia para lo que hablamos─ albergaran la sana intención de arreglo y retiro de su influencia traumática en la región, ya desde hace un rato lo habría demostrado con el capítulo de Honduras, donde permanece como el único país miembro de la OEA ─¡ah, se me olvidaba Colombia!─ que se niega a retirarle su aval a los golpistas. Una oportunidad histórica desaprovechada que deja sin ningún tapujo el verdadero rostro de la intencionalidad estadounidense sobre nuestras patrias. El presidente Uribe también hizo lo suyo al no asistir a la reciente reunión de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR.

Por ello hay que decir que quien tenga conciencia que piense, del mismo modo que quien con ojos vea, como dice el dicho. Una clara guerra y retroceso a eras coloniales están planteados en la hora presente. La derecha política ejerce un dominio político a fuerza de chantajes económicos y ejercicio de las armas y transgresiones constitucionales, pero, si esa conciencia de la que hablamos pensase un poquitín, desde hace mucho rato estaría en huelgas, en huelga general (¡cuanto le hace falta a Colombia!), de brazos caídos, no importando que alimentada de dignidad, quebrando a las oligarquías, dado que ellas no podrían mover “ni un tornillo, ni una rueda ni un foco”¹ por cuenta propia. Porque una clase obrera, armada con una huelga general y un programa socialista ─como apunta el filósofo Fernando Buen Abad, de quien es la cita anterior─ necesariamente estaría enfocada a golpear el engranaje mismo del modelo capitalista, base del poder descomunal de las derechas políticas en el mundo.

Ello consolaría la preocupación de muchos de no armarnos para no enfrentarnos entre pueblos hermanos, por aquello de “quitarnos un amo de encima para adoptar otro” (aludiendo a los rusos como medio para enfrentar a los imperialistas EEUU), y por aquello ético y moral de no incurrir en violencia al ejercer una huelga pacífica como mecanismo de lucha contra los poderes opresores; pero no debería nunca obviar máximas de otras experiencias que sentencian que el poder político nace del cañón de los fusiles (Mao Tse Tung), sin embargo comprensiones que “entuban” a la misma derecha política a acuartelarse en sus posiciones para la guerra.

Finalizo dejando unas declaraciones del vocero del Departamento de Estado estadounidense, Phillip Crowley, dadas el 20 de julio de año corriente, ante la necesidad de asumir sus acostumbradas posiciones ambiguas respecto del golpe de Estado hondureño; declaraciones que vienen al pelo respecto del tema de este escrito, donde se pretende dejar sentado que el objetivo de los EEUU y sus esbirros latinoamericanos (Colombia, Perú, Chile) es desbancar el espíritu bolivariano de lucha social del continente:

“Nosotros creemos que si tuviéramos que elegir un gobierno modelo y un líder modelo en la región para que los demás países lo siguieran, el actual liderazgo de Venezuela no sería ese modelo. Si esa es la lección que ha aprendido el Presidente Zelaya de este episodio, bueno, entonces sería una buena lección.” ²

Como para que no queden dudas.

Notas:

¹ Fernando Buen Abad Domínguez: “Venezuela: nueva etapa en la Guerra de IV Generación. Las bases militares yanquis en Colombia vendrán armadas hasta los dientes con propaganda magnicida” [en línea]. En Aporrea.org. – 27 jul 2.009. - [Pantalla 4]. - http://www.aporrea.org/actualidad/a83149.html. - [Consulta: 18 ago 2.009].

² Eva Golinger: “La ofensiva imperial en América Latina” [en línea]. En Aporrea.org. – 25 jul 2.009. - [Pantalla 1]. - http://www.aporrea.org/tiburon/a83018.html. - [Consulta: 18 ago 2.009].

Más del autor en Animal político

camero500@hotmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1981 veces.



Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

 camero500@hotmail.com      @animalpolis

Visite el perfil de Oscar J. Camero para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: