El concierto ofrecido por Juanes y otros artistas caribeños en La Habana, el pasado 20 de septiembre, pone sobre la palestra varias reflexiones que convienen traerse a colación.
1- Cuba es el único país del mundo donde se reúne más de un millón de personas para un evento musical maratónico, y no hay disturbios, ni heridos, ni presos, ni drogados o alcoholizados.
2- A pesar de las leyendas urbanas mayameras acerca de la carencia alimentaria en la mayor de las Antillas, vimos a centenares de miles de cubanos con muy buen semblante, y hasta algunos con “kilitos de más”. ¿No y que se morían de hambruna y estaban todos famélicos?
3- Si en realidad en Cuba hubiese una feroz dictadura, ¿no sería más que suficiente un millón de almas en la calle para derrocar un “rrrégimen” TOTALITARIO en menos de 24 horas?
4- Si en Cuba, de acuerdo con los medios de la derecha, hay una sola emisora de radio, una sola televisora y un solo periódico, y –de remate- nada más se oye la música que autorizan Fidel y Raúl, ¿cómo es que los cubanos “oprimidos” y maniatados por el “castrocomunismo” conocen a Juanes y hasta se saben la letra de sus canciones?
5- Si el exilio cubano de Miami ha huido, supuestamente, de la “tiranía” de los Castro y de la falta de libertad en la Isla, ¿cómo es que éste amenaza de muerte a Juanes por presentarse en La Habana? ¿Cómo es eso de aplicar el veto y la agresión en Miami a cualquier artista que ose pisar la tierra de Martí?
Con el acto masivo del 20 de septiembre en la Plaza de la Revolución, se demostró –de nuevo- la fortaleza y madurez del proceso cubano. Con cinco décadas a cuestas, la Revolución Cubana yace tan sólida e incólume que puede darse el lujo de aceptar la propuesta de un Juanes y desplegar una cátedra de tolerancia y convivencia revolucionaria al orbe. Por ello, sin ningún tipo de complejos, Silvio Rodríguez y el pueblo de Nicolás Guillén aceptaron –desde el principio- el reto de un “outsider”. A quien sí pudo haberle salido el “tiro por la culata” fue a Juanes, dentro de su insólita candidez, ya que nunca se detuvo a pensar en la reacción que podrían tener los sectores más recalcitrantes del exilio ante su “idea”. Sin duda, él no sabía el “paquete” en que se metía; habrá que ver ahora quiénes de los allí presentes, léase Olga Tañón, Miguel Bosé y el mismo Juanes, serán los primeros en hacer un acto de “arrepentimiento” en la calle 8 ó en Hialeah, para que la “cosa Nostra” cubano-mayamera dé por superado el “impasse” de Paz Sin Fronteras en La Habana. Si la mafia de la Florida le arrebató la victoria a Al Gore en 2000, ¿cómo no va a tener el poder de destruir a un “musiquito” como Juanes?
KAROL WOJTYLA PENSÓ QUE PODÍA ACABAR CON LA REVOLUCIÓN CUBANA
El infame anticomunista de Karol Wojtyla, alias Juan Pablo II, creyó en algún momento que lograría hacer caer la Revolución Cubana. Después de ser la pieza clave en la conspiración que envenenó a Albino Luciani (Juan Pablo I), apenas a 33 días de haber sido elegido en un cónclave, Karol Wojtyla se tomó muy en serio su papel de agitador y desestabilizador en Europa del Este. Al ser el primer Papa no italiano en más de cuatro centurias, Wojtyla se arrogó atribuciones sin precedentes al intervenir de manera directa y descarada en los asuntos internos de otros Estados, como ocurrió con su natal Polonia. Habrá que recordar que el Papa, además de ser la máxima autoridad de la Iglesia Católica, es al mismo tiempo el Jefe de Estado de la Santa Sede.
Karol Wojtyla consagró su Papado a perseguir y neutralizar el ala progresista de la Iglesia y en su “prontuario eclesiástico” se anota, entre otras aberraciones, el haber lanzado a los brazos de la muerte a Monseñor Arnulfo Romero, en El Salvador. Meses antes de su asesinato, Monseñor Romero había acudido a Karol Wojtyla en busca de ayuda, y éste último –simplemente- obvió “á la sportive” las denuncias del fenecido clérigo. En su cruzada antimarxista, el Papa polaco tenía como último objetivo La Habana, ya a finales de la década de 1990. Para la época, la Isla era la única nación de América Latina que no había visitado.
Karol Wojtyla viajó a Cuba, fue recibido por Fidel, dijo lo que quiso, ofreció una misa multitudinaria al aire libre y se tuvo que devolver a El Vaticano con el rabo entre las piernas: La Habana no era Praga, ni Budapest, ni Berlín, ni Bucarest y mucho menos Varsovia. Nuestra gloriosa Revolución Cubana había brindado, una vez más, una lección de dignidad al planeta.
P.D. A través de estas líneas me uno a las voces de condena ante la suspensión del programa “Polémicas”, de Radio Mundial Margarita, el cual era conducido por el camarada Ramón Echeverría. Es insólito que se esgrima una razón presupuestaria para eliminar una trinchera comunicacional de la talla de “Polémicas”. El Circuito Mundial es una cadena estatal y de servicio público, por lo cual el interés ideológico y estratégico-comunicacional está por encima de las consideraciones monetarias. Exigimos una inmediata rectificación por parte del nuevo presidente del Circuito Mundial y la vuelta al aire de “Polémicas”.