Confieso que me está costando mucho trabajo escribir este artículo; estuve tentado a evadir el compromiso que me he impuesto, argumentando un hipotético período vacacional. La verdad es que me es imposible soslayar el convencionalismo del cambio de año; el consabido recuento de lo sucedido en el que termina para hacer propósitos para el año que comienza, pero no deja de ser doloroso reconocer que, en el 2009, los mexicanos registramos el peor año de nuestra historia, si acaso superado por los que se vivieron con las guerras de intervención, las yanquis y la francesa; hablo de las yanquis para incluir, además de la de 1847 que nos robó la mitad del territorio, la de 1913 que implicó el cuartelazo que asesinó al presidente Madero, gestado en y por la embajada de los Estados Unidos y que provocó la fase más cruenta de la Revolución Mexicana, necesaria para derrocar al sátrapa Huerta, impuesto por el embajador Henry Lane Wilson. También incluyo la que se practica de manera continua con las armas de la economía.
En este año que termina se vivió la peor crisis económica desde la etapa armada de la revolución, sumando a la doméstica, que ya dura más de veinte años, la del mundo capitalista, con sus secuelas de desempleo y recrudecimiento de la carestía y la pobreza. Nuestras ciudades están tomadas por las fuerzas beligerantes del crimen organizado y del gobierno; la población es presa de una violencia inusitada y, de hecho, se vive un no declarado estado de sitio. La gripa AH1N1 amenazó al país y puso de manifiesto el efecto del desmantelamiento del estado, inerme ante el riesgo, así como la impericia del gobierno gerencial que, además de provocar pánico en la población, paralizó innecesariamente la actividad económica, con especial daño a la del turismo. No contento con los fracasos acumulados, el régimen la emprende contra los trabajadores y, con argumentos falaces y medidas ilegales, cierra Luz y Fuerza del Centro y deja en la calle a más de 40 mil jefes de familia. El proceso electoral de mitad de sexenio mostró la debacle de la izquierda electoral y la entronización del zopilote bicéfalo, bajo los auspicios del poder de la televisión. El clero católico arremete contra un ya lánguido laicismo y pretende regresar el reloj de la historia para convertir el catecismo en ley. El rechinar de dientes se escucha por doquier.
Trato de escudriñar en la memoria alguna noticia grata, más allá de las de orden personal, y no la encuentro. Corrijo. Es buena noticia la sobrevivencia y el fortalecimiento de la movilización popular encabezada por AMLO, su presencia hasta en el más recóndito municipio, su pertinaz estructuración, el emblemático triunfo en Iztapalapa, su conexión con otros movimientos sociales. Todo ello en resistencia al más agresivo embate político y mediático jamás visto. Bueno, viéndolo bien, esta es una gran noticia: estamos vivos y tenemos la esperanza. Vale.
Comienza el emblemático 2010 de las conmemoraciones centenarias y de las premoniciones cíclicas. En tratándose de años, los del número diez han marcado los inicios de luchas tan importantes como la de la independencia y la de la revolución, que cambiaron profundamente la realidad nacional. No comparto el fatalismo de las fechas, no obstante hay quienes se esfuerzan por hacerlo valer, principalmente quienes, desde el poder, se obstinan en crear las mismas condiciones que dieron lugar a los acontecimientos que se conmemoran. Ni la corona española ni la dictadura porfirista fueron tan obstinados en desoír las advertencias de la realidad, como lo es el actual régimen espurio que, obcecado en las recetas políticas y económicas de sus patrones, insiste en mantener los privilegios de unos cuantos y en acrecentar la pobreza de la mayoría.
Para el año que comienza no puedo desear felicidades; se avizoran tiempos de enorme sacrificio y lucha. En todo caso, mi mayor deseo es que los sepamos afrontar con la plena decisión de salvar al país. El mayor esfuerzo tendremos que enfocarlo a la educación política, a la formación de la conciencia de la gente común para vencer los efectos nefastos de la propaganda oficial, de la desinformación mediática y de la manipulación clerical, verdaderos instrumentos de lo que los curas llaman “el maligno”.
Son muchos frentes para una misma lucha; desde la promoción de un referéndum para revocar el mandato de Calderón, que no por simbólico deja de tener eficacia, hasta la consecución del paro nacional que obligue al régimen a la retirada, para dar lugar a la fuerza popular en la conducción del país conforme a sus legítimos intereses. Es hora de vernos todos a la cara y de reconocernos en calidad de Patria. Es mi mejor deseo para el 2010. Enhorabuena que así sea.
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