Desde el 2005 a la fecha he estado tres veces en La Habana, lo cual me da una visión renovada de la ciudad. En el 2005 permanecí tres meses y en los dos viajes posteriores, mes y medio en cada uno. La Habana que vi por primera vez es diferente a la que he visto en mi reciente viaje.
La ciudad, durante los cincuenta años de la Revolución, ha sido golpeada por fenómenos naturales (huracanes), por el tiempo y por el uso. Tiene un área de 750 kilómetros cuadrados. El largo litoral (malecón), con su brisa cargada de sales marinas, es el agente demoledor de fachadas. Las casas o edificios en la Habana Vieja, El Vedado, Marianao, La Lisa, El Cerro, Diez de Octubre, para nombrar algunos de los barrios habaneros, no recibieron mantenimiento durante cuarenta años. Todo el esfuerzo económico de la Revolución estaba dirigido a consolidar lo que hoy es patrimonio social del pueblo cubano y modelo para el mundo: la salud, la educación, el trabajo (ocupación laboral plena).
Educación y salud que no sólo están al servicio del pueblo cubano, sino, de los países pobres que padezcan catástrofes naturales o calamidades económicas. Salud y educación - como gesto de solidaridad - son el mejor producto de exportación a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Haití, países del Caribe, Asia y África.
En los últimos cinco años se emprendió la remodelación de edificios en la Habana Vieja, el malecón y diferentes sitios. Comenzó por la Casa de Bolívar situada frente a la plaza y estatua del Libertador. Se creó una Fundación donde laboran arquitectos, ingenieros, historiadores, cronistas, que estudian la vieja arquitectura, para conservar las fachadas con sus formas, sus arabescos, balcones, base de columnas (plinto, escocia, bocel); sus capiteles (astrágalo, hoja de canto, voluta y ábaco), de todos los estilos (dórico, jónico, corintio, compuesta, torneada, etc.). La Habana Vieja y El Vedado son una vitrina de arquitectura arabesca. Toneladas de friso y pintura se esparcen sobre las paredes, devolviéndole a las fachadas la vieja policromía perdida por la acción del tiempo, para admiración de los cientos de turistas (2 millones en el 2008), venidos de todo el mundo, menos de Estados Unidos, por cuanto la infamia del bloqueo, les bloquea la libertad de venir a La Habana y caminar por las calles históricas con la mirada en alto y las cámaras disparando incesantes fotografías para recoger las imagines del Capitolio, el Teatro de la Opera, la Casa de la Moneda, La Bodeguita del Medio (visitada por Hemisgwey, Salvador Allende, García Márquez y sin número de famosos), los edificios que rodean la Plaza Vieja, unos completamente remodelados y otros en proceso. Visitar el Museo de Arte en el edificio asturiano con sus esplendidos vitrales, el Museo de la Revolución (en el antiguo palacio presidencial), el Mercado artesanal y su nueva ubicación en el viejo terminal del ferrocarril, junto al puerto lleno de barcos (contenedores), barcos petroleros. El movimiento en el puerto es mayor cada año. Síntoma evidente del crecimiento económico que este año es de 1,9% a pesar del bloqueo yanqui, la crisis económica mundial y los tres huracanes que destrozaron la economía de la isla en el 2008. Lugar de visita obligada es el “Memorial a José Martí” en la Plaza de la Revolución y subir al mirador (119 metros) para ver la ciudad en sus cuatro puntos cardinales.
Las calles y avenidas están cada día más llenas de autobuses modernos, de automóviles último modelo, fabricados en todo el mundo, menos en EE.UU. ¡Mercado que pierden por el estúpido bloqueo! Carlos Marx no previó que el odio visceral imperialista pudiera imponerse sobre la ganancia capitalista.
La Habana es una ciudad de una pulcritud admirable, con sus amplias avenidas pobladas de árboles que cierran sus ramas sobre las calzadas. Zonas verdes, jardines y setos escrupulosamente mantenidos. La arquitectura moderna se disputa la atención con la vieja arquitectura arabesca de siglos pasados. La Habana brinda al visitante la tranquilidad y seguridad que no tiene ninguna capital latinoamericana o europea. Allí si, en verdad ¡El único riesgo es el querer quedarse! Me lo decía una turista francesa (arquitecta) y su hija, momentos antes de partir hacia París.
leonmoraria@cantv.net
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