Resulta incomprensible, inadmisible e inimaginable que un país tan poderoso, eje capitalista del mundo, con gran desarrollo económico, tecnológico y militar, pretenda intervenir, por la vía armada, a una pequeña nación de poco más de 500 kilómetros de extensión. Se trata de la República de Yemen, situada en la península arábiga. Es el último territorio Árabe al sur de esta Extremadura del Medio Oriente.
Yemen ha sido declarado por la UNESCO, patrimonio de la humanidad. Y no es para menos, esta parte del Asia mantiene joyas arquitectónicas representadas por obras milenarias y centenarias, y aún construyen con su material de barro y piedras, edificaciones de varios pisos, preservando sus costumbres de vida familiar. Histórica y tradicionalmente, se considera a Yemen como la cuna del islamismo, desde donde se difundió la religión monoteísta. Allí, entre las montañas, frente a las costas del mar rojo, mar arábigo y el golfo de Adén, se conservan intactas las manifestaciones culturales de los árabes. Predomina fundamentalmente la religión musulmana y coexisten minorías hindúes, cristianas y judías. Yemen está gobernado por la rama musulmana de los chiitas, aliados de la Arabia Saudita, que se ubican al norte de ese pais, y mantienen estrecha relación con los Estados Unidos. ¿Pero qué llevó a la palestra pública el nombre del desconocido Yemen? ¿Por qué en estos instantes es obligado hablar de esa nación Árabe, casi ignorada por todo el occidente? Recientemente, hubo un boom publicitario de un supuesto “atentado terrorista” en un avión norteamericano, donde un joven de 23 años iba “forrado” de explosivos proveniente de Yemen. El gobierno del premio Nóbel de la ¿paz? Barack Obama estudia la inminente invasión armada a ese país. ¿No les parece conocido ese método disuasivo? ¿Acaso difiere de la estrategia de Bush, Reagan, Kennedy o Nixon? Como ya es costumbre, se encargan de destruir a los países árabes, y estos, pese a la gran arremetida transcultural y las acciones violentas en su contra, mantienen sus raíces profundas como pueblo de los desiertos, donde nacieron las religiones más poderosas del globo terráqueo: el islamismo, judaísmo y el cristianismo. Llama poderosamente la atención que en Irak, lo primero que hicieron los soldados norteamericanos fue destruir los grandes museos y bibliotecas patrimonio mundial de la cultura y ahora le toca a Yemen. Se considera en el pentágono necesario un ataque militar a Yemen por considerarlo emporio de Alqaeda. Pero, fíjense que ya existen tres frentes de guerra permanentes en Medio Oriente: Afganistán, Irak y Pakistán. El Presidente de los Estados Unidos y premio Nobel ¿de la paz? va a justificar su premiación con la creación del 4º frente de guerra en el medio oriente. El gobierno de los Estados Unidos avanza en la conformación de un bloque militar bajo su dirección. Esgrimen como excusa, el combate al terrorismo. Internamente, Yemen está confrontando una guerra por la división desde el punto de vista político, pues el sector gobernante , enfrenta a una insurgencia que crece cada vez más, por ser considerados aliados con los intereses occidentalistas.
Por otro lado, Yemen es una zona de producción y transporte de petróleo, ubicado en el golfo, por donde transitan miles de barriles de petróleo a Europa diariamente ¿Es casual que el imperio yanky se interese por este pedazo de territorio? Pero el otro elemento en juego es Irán, un país que está en vías de convertirse en potencia del medio oriente y utiliza energía nuclear para usos civiles tales como generación de electricidad y requerimientos para la salud, entre otros. Irán es casi limítrofe con Yemen y se le asocia a la insurgencia antinorteamericana en esa nación. Es casi seguro que después de Yemen, el objetivo a seguir sea precisamente Irán. Por ser esta República Islámica, antiimperialista y aliada a los países de América Latina que decidieron romper con la hegemonía gringa y convertirse en naciones independiente y soberanas.
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