18 de noviembre de 2024.- Una vez en pleno funcionamiento, el gasoducto China-Rusia, apodado la “Fuerza de Siberia”, podrá satisfacer las necesidades anuales de gas de 130 millones de hogares urbanos de las regiones nororientales de China.
Al suministrar gas natural, una fuente de energía más limpia que el carbón, se espera que reduzca las emisiones de dióxido de carbono en 162 millones de toneladas y las de dióxido de azufre en 1,82 millones de toneladas cada año, una vez que esté a pleno rendimiento.
Una fuente de ingresos esencial para Moscú
Este proyecto reforzará la creciente asociación estratégica entre Pekín y Moscú en el sector energético. Para China, supone diversificar sus importaciones energéticas, reduciendo su dependencia de Oriente Medio y de las rutas marítimas, vulnerables a tensiones geopolíticas como las del estrecho de Malaca.
Para Rusia, ofrece una alternativa al mercado europeo, históricamente dominante, al tiempo que reduce el impacto de las sanciones occidentales, en particular desde el conflicto de Ucrania. Al mismo tiempo, proporciona a Moscú una fuente esencial de ingresos.
Por último, para Pekín, que sigue dependiendo en gran medida del carbón, este proyecto está en consonancia con sus objetivos climáticos, que aspiran a alcanzar el pico de emisiones de carbono en 2030 y la neutralidad de carbono en 2060.